- Eddie-
El solo hecho de imaginar a Cecilia con otro hombre hacía hervir mi sangre. Mi obsesión por ella se había convertido en una necesidad casi patológica de controlarla, de asegurarse de que nadie más pudiera tenerla. Sabía que había estado evadiéndome, huyendo de la realidad de lo que significaba estar conmigo. Pero yo era paciente... hasta cierto punto.
Decidí que ya era hora de poner las cartas sobre la mesa. Di la orden para que uno de mis hombres, Leandro, la recogiera después de su último examen. Sabía que estaría agotada, vulnerable. Perfecto.
Desde mi asiento en el elegante restaurante, observé cómo el auto se acercaba. La vi desde lejos, desaliñada y con claros signos de agotamiento en su rostro. Sus ojeras marcadas revelaban el cansancio que la acompañaba. Me pregunté si había estado perdiendo el sueño pensando en mí tanto como yo en ella.
El coche se detuvo y Leandro bajó para abrirle la puerta. Al principio, Cecilia dudó. Pude ver la resistencia en su postura, la forma en que sus pies parecían querer retroceder. Pero Leandro, como siempre eficiente, le explicó que era yo quien la había mandado buscar. Ella no tenía opción, no realmente.
El alivio recorrió mi cuerpo. La veía acercarse y no pude evitar sentir una mezcla de satisfacción y triunfo. Sabía que ella no deseaba estar allí, pero sabía también que, al final, cedería. Todos lo hacían.
Cuando Leandro la escoltó hasta mi mesa, me tomé un momento para apreciarla. Su ropa no era más que un recordatorio de su humildad, algo que contrastaba con el lujo del lugar. Pero a mí no me importaba. La vi caminar, con los hombros caídos, cansada, como si el peso del mundo reposara sobre ella.
"Vaya, Ceci," le dije, con una sonrisa ladeada, claramente sarcástica, "pareces estar a punto de desplomarte. ¿Fue un día duro?"
Ella me lanzó una mirada que podría haber derretido acero, pero no a mí. Me deleitaba en su resistencia, en su pequeña rebelión. Pero hoy, no iba a ceder.
"¿Por qué estoy aquí, Eddie?" Su voz estaba teñida de irritación y cansancio.
“Porque eres importante para mí,” respondí, cruzando mis manos delante de mí. “Y porque, tarde o temprano, Ceci, serás mía, quieras o no.”
Ella se estremeció ante mis palabras. Vi cómo su mano temblaba ligeramente mientras se sentaba frente a mí. Su vulnerabilidad en ese momento era palpable, casi tangible. Pero no estaba aquí para compadecerme.
Mientras el camarero traía dos copas de vino, la observé con atención. Su agotamiento era evidente. Pero era algo más que el cansancio físico lo que la desgastaba. Era la constante lucha contra lo inevitable. Decidí empujar un poco más.
"Vamos, Ceci," dije con un tono más suave, casi burlón, "relájate. Toma un trago. No muerdo... mucho."
Ella tomó un sorbo de vino, sus labios temblando un poco antes de que el líquido se deslizara por su garganta. Observé cada movimiento suyo, cada detalle. Sus manos se relajaron lentamente, su respiración se hizo más profunda. Sabía que la bebida comenzaría a afectarla.
"De verdad, Eddie," comenzó ella, su voz más suave ahora, "¿por qué haces esto? ¿No tienes suficiente con lo que ya tienes?"
"Lo que tengo no es lo que quiero," respondí, mi voz fría y firme. "Lo que quiero eres tú."
Hubo un silencio mientras ella procesaba mis palabras, y pude ver cómo sus defensas comenzaban a desmoronarse. El vino la estaba relajando, justo como había planeado.
Ceci suspiró, cerrando los ojos por un momento, claramente cansada. "No estoy bien, Eddie. No hoy. Solo... quiero descansar."
"Descansarás," le aseguré, acercándome un poco más, "pero solo después de que me escuches. Tienes que entender algo, Ceci. Yo no me rindo. No me canso. Y no dejaré que te vayas. Así que, cuanto antes aceptes eso, mejor será para los dos."
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Destino Entre Lazos
RandomEn el vasto tapiz del destino, dos almas aparentemente distantes se encontraban en caminos que inevitablemente los llevarían el uno hacia el otro. Eddie siempre había sido un hombre de pocas palabras, un enigma envuelto en poder y riqueza, su vida u...