Confusión y Deseo

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-Eddie-

Estaba sentado en mi oficina, mirando a través de la ventana hacia el bullicio de Asunción. La ciudad estaba viva, llena de ruido y movimiento, pero todo eso se sentía lejano, irrelevante. Había finalizado mis negocios aquí, había logrado todo lo que me había propuesto, y, sin embargo, no sentía ninguna satisfacción. Había una inquietud en mi pecho, algo que no podía sacudirme.

Cecilia.

No podía sacármela de la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, veía su sonrisa, su risa ligera que, de alguna manera, siempre encontraba la manera de derretir algo dentro de mí. Y lo más frustrante de todo era que, por más que lo intentara, no podía entender mis propios sentimientos hacia ella.

Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería. Siempre. En los negocios, en la vida, no había nada que no pudiera obtener con suficiente esfuerzo o dinero. Pero Cecilia... Ella era diferente. No era un premio que podía ganar, ni una transacción que podía completar. Ella era un enigma, algo que no podía controlar, y eso me volvía loco.

Mi teléfono vibró sobre el escritorio, pero ni siquiera miré quién era. No importaba. Nada parecía importar más que el pensamiento persistente de que podía perderla. El problema no era si estaba enamorado de ella o no; sabía la respuesta a eso. Lo que me preocupaba era lo que haría con esos sentimientos. Había una parte de mí que la quería solo para mí, que deseaba encerrarla en mi mundo y no dejar que nadie más la tocara, la viera o la hiciera sonreír.

Sentía una especie desesperación. Había estado aquí antes, en Paraguay, siempre con un propósito claro. Pero ahora, el propósito se había vuelto difuso, más personal. Me preocupaba lo que significaría para Cecilia si continuaba así. Ella tenía sueños, un futuro en mente, cosas que quería lograr. No podía ser tan egoísta de pedirle que lo dejara todo por mí... ¿o sí?

Lancé un suspiro y me recosté en la silla, mirando el techo. Samuel, mi chofer y confidente ocasional, había mencionado algo antes. "A veces, lo mejor que puedes hacer es dar un paso atrás y dejar que las cosas sigan su curso, Eddie", había dicho. ¿De verdad podía hacer eso? ¿De verdad podía alejarme y dejar que Cecilia decidiera su futuro, sin interferir, sin intentar controlarlo todo?

Por supuesto, no.

Ese era el problema. No podía dejarla ir, no podía soltar el control. La idea de que alguien más pudiera tenerla, hacerla feliz, me llenaba de una furia fría que no podía explicar. ¿Era esto amor? ¿O simplemente una necesidad de poseer, de controlar?

Mi mente volvía a la imagen de ella en mi casa, su risa después del desayuno, la forma en que su cabello caía sobre sus hombros cuando se inclinaba hacia adelante. Había algo tan inocente en ella, tan puro, y yo... yo no era nada de eso. Me pregunté si alguna vez podría ser.
Me pregunté si alguna vez podría ser lo que ella necesitaba, lo que merecía. Porque, siendo sincero conmigo mismo, sabía que no era un buen hombre. Mi vida había estado marcada por decisiones frías y calculadas, por la manipulación y el control. Pero Cecilia... Ella era luz en medio de toda esta oscuridad que me rodeaba.

Mientras pensaba en ella, sentí una mezcla de emociones que era difícil de descifrar. Por un lado, el deseo de protegerla, de estar cerca de ella y asegurarme de que siempre estuviera a salvo. Por otro, un miedo profundo y persistente de que mis propias obsesiones y demonios terminaran por alejarla de mí para siempre.

Tomé el teléfono, sintiendo un impulso incontrolable de llamarla, de escuchar su voz, de saber que estaba bien. Pero me detuve. No quería que pensara que estaba tratando de controlarla nuevamente. Ella necesitaba espacio y, si la quería en mi vida de verdad, tendría que encontrar la manera de dárselo, de confiar en ella.

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