Amor en el Abismo y el Poder

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- Eddie-

Después de la llamada con Cecilia, un torrente de emociones incontrolables me invadió. Mi oficina, normalmente un refugio de control y orden, se convirtió en un lugar claustrofóbico. Mis manos temblaban de rabia contenida mientras tiraba el teléfono sobre el escritorio, observando cómo se deslizaba hasta detenerse al borde.

Clara me miraba desde el otro lado de la sala, sus ojos llenos de curiosidad y algo más. Siempre había sido así con ella, alguien que parecía disfrutar viendo cómo los demás se destruían lentamente por dentro. Me acerqué a la ventana, necesitando algo de aire, algo de espacio, pero la furia seguía ahí, latiendo en mi pecho, quemando.

—¿Por qué estás tan enojado, Eddie? —preguntó Clara con un tono divertido que sólo logró irritarme más.

No respondí de inmediato. Sabía que cualquier palabra que saliera de mi boca sería un veneno que no podría contener. Pero Clara no se detuvo.

—¿Es por esa chica? —insistió, dando un paso hacia mí—. Me sorprende que todavía pienses en ella. Después de todo, tú y yo...

—No es asunto tuyo, Clara —corté, mi voz más fría de lo que pretendía—. No quiero hablar de esto contigo.

Clara rió, una risa suave y cruel que resonó en la habitación como un eco.

—Oh, Eddie, sabes que siempre hemos sido más que esto. ¿Por qué no puedes simplemente dejarla atrás? —su tono cambió a uno más seductor mientras se acercaba a mí—. ¿Por qué no puedes disfrutar de lo que tenemos?

La miré con dureza, tratando de mantener mi compostura. Ella sabía exactamente cómo presionarme, cómo encontrar los puntos débiles que ni siquiera sabía que tenía.

—¿Lo que tenemos? —repetí, mi voz cargada de sarcasmo—. Clara, lo que pasó entre nosotros fue... una distracción. Nada más.

Clara alzó una ceja, y por un momento, algo vulnerable cruzó su rostro antes de que pudiera ocultarlo de nuevo detrás de su máscara de indiferencia.

—¿Una distracción? —repitió ella, acercándose más—. ¿Así es como ves todo? Porque, Eddie, no parecías estar distrayéndote cuando estábamos en mi cama la otra noche.

Mis músculos se tensaron al recordar, su cuerpo cálido junto al mío, la manera en que me hacía sentir vivo y en control, aunque fuera solo por un momento. Pero ese momento había pasado, y ahora solo sentía un vacío.

—Lo que pasó entre nosotros, Clara, es parte del pasado —dije con firmeza—. Lo que siento por Cecilia... es diferente. Es... más real.

—¿Real? —se burló Clara—. ¿Y qué tiene de real? ¿Una niña que te rechaza una y otra vez, mientras corres detrás de ella como un perro perdido?

Me giré hacia ella, mi paciencia al límite.

—No entiendes nada —le espeté, mi voz baja y peligrosa—. Esto no tiene nada que ver con lo que piensas. Ella  es...

—¿Es qué, Eddie? —interrumpió Clara, su tono ahora lleno de amargura—. ¿Es mejor que yo? ¿Es eso?

Cerré los ojos, intentando calmarme, pero su constante provocación me sacaba de mis casillas.

—No se trata de eso, Clara. Y lo sabes. —dije finalmente—. Lo nuestro fue… lo nuestro fue lo que fue. No puedes seguir comparándote con Cecilia porque no hay comparación.

Vi cómo las palabras la golpeaban, cómo su rostro se oscurecía de furia contenida. Clara siempre había sido fuerte, impenetrable, pero en ese momento, vi una grieta en su fachada.

—Eddie, no te engañes —dijo, con voz amarga—. Tú no sabes lo que es el amor. Para ti, todo es una cuestión de control. Siempre ha sido así, y siempre lo será.

Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría. ¿Tenía razón? ¿Era realmente incapaz de sentir algo que no estuviera relacionado con el control y el poder? No, me dije a mí mismo. No con Cecilia. Con ella era diferente. Tenía que serlo.

—No sabes de lo que hablas —le dije, mi voz temblando de rabia y algo más que no podía definir—. Lo que siento por ella va más allá de cualquier cosa que haya sentido por ti o por cualquier otra persona.

Clara me miró fijamente, y por un momento, pensé que iba a responder con algo hiriente, pero en cambio, se limitó a suspirar y se dio la vuelta.

—Haz lo que quieras, Eddie. Pero recuerda esto: la gente como tú no cambia. Y tarde o temprano, te darás cuenta de que tu amor por esa es solo otro intento desesperado de tener algo que no puedes tener.

Me quedé en silencio mientras Clara se marchaba, cerrando la puerta con un golpe seco. Mis pensamientos giraban en espiral, confundidos y entrelazados. Sabía que tenía que hacer algo. No podía dejar que Cecilia escapara de mi vida, no sin luchar. Sabía que tenía que volver por ella, aunque eso significara dejar todo atrás.

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