-Eddie-
Había pasado el día pensando en Cecilia, como de costumbre. Desde nuestra última conversación, había notado un cambio en ella. No se trataba solo de su resistencia a mis avances, que ya era algo habitual, sino de una especie de resolución en su mirada, una fuerza que me intrigaba y, al mismo tiempo, me frustraba. Aun así, había decidido darle algo de espacio, esperando que eso la hiciera más receptiva. Pero hoy, no podía esperar más.
Le envié un mensaje a su teléfono: "Voy a pasar por ti esta noche. Tu madre ya dio su autorización." Sabía que esto la irritaría; podía casi verla frunciendo el ceño mientras leía el mensaje. A veces, me daba cuenta de que mi forma de actuar era la de un hombre acostumbrado a obtener lo que quería, y aunque eso funcionaba en el mundo de los negocios, con Cecilia era una historia completamente diferente.
Llegué a su casa alrededor de las siete. Cecilia salió unos minutos después, con un jean ajustado y una blusa celeste con encajes que, supe de inmediato, había hecho ella misma. La luz del atardecer realzaba su belleza natural, y durante un breve momento, me quedé sin aliento. Ella tenía ese efecto en mí, y aunque intentaba mantener mi compostura, no podía evitar sentir una mezcla de deseo y admiración cada vez que la veía.
—¿Adónde vamos? —preguntó, con ese tono que mezclaba irritación y resignación.
—Es una sorpresa —respondí, sonriendo levemente mientras le abría la puerta del coche.
Condujimos en silencio durante un rato, ella mirando por la ventana y yo concentrado en la carretera. Decidí llevarla a uno de mis lugares favoritos en Asunción, un restaurante con una vista impresionante de la ciudad. Sabía que ya había cenado, pero quería pasar tiempo con ella, hablarle y, si tenía suerte, conseguir que se abriera un poco más conmigo.
Cuando llegamos al restaurante, Cecilia parecía un poco más relajada. La vista nocturna de Asunción era espectacular, las luces de la ciudad reflejándose en sus ojos oscuros. Le sugerí que tomáramos algo, y aunque al principio se mostró reacia, terminó aceptando. Pedí una copa de vino para mí y una caipirinha para ella.
A medida que la noche avanzaba, Cecilia comenzó a relajarse más. La caipirinha claramente la estaba afectando, ya que sus mejillas se tornaron rosadas y comenzó a sonreír más, incluso riéndose de algunas de mis bromas, algo que no hacía a menudo. Verla así, tan desinhibida y genuina, fue algo que realmente disfruté. Me hizo darme cuenta de lo mucho que me importaba su felicidad, más de lo que había admitido incluso para mí mismo.
Finalmente, después de un par de horas, decidimos irnos. Cecilia estaba un poco mareada, pero parecía contenta. La ayudé a bajar las escaleras del restaurante y la llevé hasta el coche. Mientras caminábamos hacia el estacionamiento, me detuve y la miré.
—Cecilia... —dije en voz baja, acercándome a ella.
Ella levantó la mirada, un poco sorprendida, pero no retrocedió. Sabía que esta era mi oportunidad, así que me incliné y le di un pequeño beso, suave, apenas rozando sus labios. Ella no se apartó, sino que me correspondió, aunque fuera solo por unos segundos. Cuando me alejé, supe que había algo diferente en ese beso. Había algo más que simple resistencia; había una chispa, una posibilidad.
La llevé de regreso a su casa, aunque sabía que esa noche se quedaría conmigo. Su madre había dado su permiso, probablemente porque había visto lo serio que estaba al respecto. Cuando llegamos a mi casa, Cecilia parecía nerviosa, pero decidida. Subimos las escaleras juntos y la llevé a una de las habitaciones de invitados.
—Vas a quedarte aquí esta noche —le dije suavemente, abriendo la puerta para que entrara.
Ella asintió y entró en la habitación. Me volví para irme, pero antes de que pudiera salir, me llamó.
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Destino Entre Lazos
RandomEn el vasto tapiz del destino, dos almas aparentemente distantes se encontraban en caminos que inevitablemente los llevarían el uno hacia el otro. Eddie siempre había sido un hombre de pocas palabras, un enigma envuelto en poder y riqueza, su vida u...