El príncipe regresó

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El príncipe regresó:

“Sé que si no me voy pronto este animal me devorara, no dejará ni mis huesos, ¿de verdad tendré que renunciar a todo mi esfuerzo por los caprichos de un joven el cual tiene el mundo en la palma de su mano? No es justo”.

“Le han quemado el rostro de una sirvienta”, se repetía en su cabeza una y otra vez, tan pronto cayó la noche debía volver a su habitación donde ya casi no veía a Laysa y Lilla, estás se cambiaron a otra sección donde fueron aceptadas como discípulas de nodriza, el futuro les sonrió mientras Evalys pelaba papas todo el día.

En el pasillo pudo ver una figura que supo no debía estar allí, era Godfrey quien preocupó por su ausencia, ella nunca regresó a visitarlo. Evalys se sintió sucia, todos sabían lo que el príncipe Maegor le había hecho en el pasillo, él lo hizo para que miraran como un castigo extremadamente desalmado, lo peor que se le puede hacer a una mujer.

—Evalys —llamó Godfrey, se sacó su gorro para apretarlo sobre su pecho —. Nunca me fuiste a... ¿Evalys?

La joven no lo miró, solo caminó derecha cruzando a su lado, Godfrey no intentó detenerla de ningún modo, él jamás le había puesto un dedo encima.

«El príncipe podría enterarse», si algo le ocurría a Godfrey por su culpa jamás se lo perdonará. Con el corazón hecho trozos solo puede olvidar a ese joven de rostro digno y un carácter deslumbrante, es un buen muchacho para ponerlo ante la furia desquiciada de un animal como el príncipe.

Uno es hijo de nadie y solo posee su fuerza de trabajo, el otro el heredero de una reina, y aún así vale más el primero.

Mientras más caminaba más sentía la presión a su alrededor, su instinto le dijo que tenga cuidado, ¿pero de qué?

Acorralada, miró a los costados y pensó en correr lejos, siente los ojos sobre ella, caminó recta y con prisa cruzando por los pasillos como un fantasma aterrador, desde el ataque del príncipe también usa un velo el cual le cubre el cabello además de un cuello ajustado, no desea que nadie siquiera piense en hacerle las cosas terribles que le hizo el príncipe Maegor.

Abrió apurada la puerta y la cerró igual de rápido, al instante dio un suspiro aunque no duró mucho su tranquilidad pues un tintineo la sacó de sus pensamientos, giró con lentitud solo para ver una figura con el cabello mojado hacia delante y las piernas cruzadas sentado en su cama, los ojos del dragón la atravesaron como dagas destinadas a matarla.

—¡Mi príncipe! —exclamó, se asustó tanto que podía llorar en ese mismo momento, el aire se volvía pesado con cada respiración.

Maegor la miró arqueando una ceja inquisitivo, de pies a cabeza la examinó con cuidado, luego se paro para acercarse.

—¿Por qué no me dijiste que cambiaste de oficio? Fui a ese cuarto de baño como un imbécil —soltó con los dientes apretados, su ira fue palpable —. Estaba una perra que se emocionó cuando le dije que se apresure a montar mi verga, me di cuenta que no eres tú y la eché.

«¿Qué hace aquí? ¿Cómo encontró mi habitación?», muchas preguntas cruzaron por su mente, le dolió la cabeza y sus manos temblaron, sujetandose a sí misma retuvo los impulsos por huir del lugar, eso solo lo enfadará más.

«Él le quemó el rostro a la chica», fue apenas regresó al cuarto de baño exigiendo su atención diaria pero no encontro a Evalys.

—Ha regresado —saludó haciendo una pequeña reverencia —. Es bueno que haya vuelto, mi príncipe.

Se oyó la risita divertida del joven, su cabello estaba mojado y un poco más largo de lo que recordaba, quizá porque ahora no lo sujeta en una coleta alta sino que lo dejó libre caer por los hombros.

La sirvienta del Príncipe Maegor (Maegor Targaryen) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora