Sarah caminaba por los pasillos de la escuela, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo mientras se dirigía a la biblioteca. Era la hora del almuerzo, y como de costumbre, se reuniría con Cristal para una de las clases de la Biblia. Cristal, una chica mayor con un aire de sabiduría y serenidad, se había convertido en su mentora y guía espiritual en las últimas semanas. Sarah admiraba la profundidad con la que Cristal abordaba los temas religiosos, y cada vez se sentía más atraída por sus enseñanzas.
Las clases en la biblioteca habían comenzado de manera inocente, como una forma de profundizar en la fe cristiana, pero pronto se convirtieron en algo más para Sarah. Bajo la influencia de Cristal, Sarah empezó a interesarse por el estudio de las raíces hebreas del cristianismo. Cristal le hablaba con pasión sobre las costumbres y rituales que se remontaban a los tiempos bíblicos, y Sarah encontraba en esas prácticas un sentido de pertenencia y espiritualidad que no había experimentado antes.
Últimamente, Sarah había comenzado a asistir a la casa de Cristal los sábados para celebrar el Shabbat. Para ella, esos momentos se habían vuelto sagrados. El ambiente tranquilo, las velas encendidas, las oraciones en hebreo y la sensación de estar conectada con una tradición milenaria le daban paz y propósito.
A pesar de la devoción que Sarah sentía por sus nuevas prácticas, sabía que esto incomodaba a sus padres. Ellos, católicos devotos, veían con preocupación cómo su hija se distanciaba de las tradiciones familiares. Sarah ya no quería ir a la iglesia los domingos, y eso generaba tensiones en casa. Aunque sus padres intentaban ser comprensivos, no podían evitar sentirse molestos por su rechazo a las costumbres que habían seguido durante toda su vida.
En más de una ocasión, su madre la había confrontado al respecto.
—Sarah, no entiendo por qué te estás alejando de la iglesia —le dijo su madre una tarde, mientras preparaban la cena juntas—. Hemos ido allí desde que eras una niña, y ahora parece que ya no te importa.
—No es que no me importe, mamá —respondió Sarah, sintiendo el peso de la desaprobación en la voz de su madre—. Es sólo que... he encontrado algo más que me llena. El Shabbat, las raíces hebreas... todo eso me hace sentir más conectada con Dios.
Su madre la miró con preocupación, pero no insistió. Sabía que Sarah estaba en una etapa de búsqueda, y aunque le costaba aceptar el cambio, también quería darle el espacio para descubrir su propio camino.
Pero no solo eran sus padres quienes se sentían alejados de Sarah. Desde hacía semanas, Isaac, su amigo más cercano, había estado distante. Antes, solían pasar mucho tiempo juntos, pero últimamente, él prefería estar solo. Sarah notaba cómo se aislaba, cómo su mirada se volvía más sombría, y cómo su silencio se hacía más profundo. Había intentado acercarse a él, pero Isaac se cerraba cada vez más, y Sarah no sabía cómo ayudarlo.
Esa soledad que sentía respecto a Isaac fue lo que la empujó aún más hacia Cristal. En la casa de Cristal, rodeada de la calidez del Shabbat, Sarah encontraba consuelo. Sentía que ahí pertenecía, que ahí podía ser ella misma sin la presión de tener que entender lo que le pasaba a su amigo o lidiar con la incomprensión de sus padres.
Esa tarde, mientras Sarah se sentaba en la biblioteca junto a Cristal, observó cómo la luz del sol entraba por las ventanas, iluminando las páginas de la Biblia que tenían abiertas frente a ellas.
—Sarah, ¿estás bien? —le preguntó Cristal, notando la expresión pensativa en su rostro.
Sarah asintió, esbozando una pequeña sonrisa.
—Sí, estoy bien —respondió, aunque en su corazón sentía una mezcla de emociones difíciles de descifrar—. Estoy mejor cuando estoy aquí.
Cristal sonrió, comprendiendo lo que no se había dicho.
—Recuerda, Sarah —le dijo suavemente—, que este es un camino que debes recorrer a tu propio ritmo. No tienes que tener todas las respuestas ahora.
Sarah asintió de nuevo, sintiendo que, al menos en ese momento, había encontrado un lugar donde podía descansar de las incertidumbres que la rodeaban. Pero en su interior, sabía que la distancia entre ella y quienes habían sido importantes para ella estaba creciendo, y que eventualmente tendría que enfrentar esas realidades.
Por ahora, sin embargo, se sumergió en el estudio, dejando que la voz tranquila de Cristal la guiara en su búsqueda de algo más grande que ella misma.
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Si quieres puedes Volar ( Sarah , Isaac, Yael )
Teen FictionResumen del Libro **"Lo que no te cuentan: Historias entrelazadas"** es una novela que entrelaza las vidas de cinco jóvenes que enfrentan profundas luchas internas en un mundo que no siempre comprende sus desafíos únicos. Isaac, un joven con TOC, e...