Capítulo I

23 3 0
                                    

Estábamos caminando hacia nuestro hogar con Alexis, un poco borrachos después de todo lo que tomamos pero podíamos estar de pié, a tropezones pero de pié

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estábamos caminando hacia nuestro hogar con Alexis, un poco borrachos después de todo lo que tomamos pero podíamos estar de pié, a tropezones pero de pié.

- Todos a trabajar,
las rosas hay que pintar
y todas rojas quedarán,
muy lindas se verán.
Las rosas hay que pintar,
muy rojas han de quedar - murmuro con una sonrisa mientras voy pateando unas piedritas


- Todavía te acordás de esa canción - habla mí hermano con una sonrisa al igual que yo

Solamente asiento con la cabeza provocándome un pequeño mareo, nota mental, empezar a controlar lo que tomo - Me acuerdo hasta de el cuento de el país de las maravillas -

-Pero hay que obedecer,
rojas tendrán que ser,
ser, ser, ser, ser, ser, ser, ser...
Rojas se van a ver
las rosas de este jardín - susurra con un poco de nostalgia en su voz

- ¿Pero por qué, Señor del Tres, las pintan de carmín? - canto dándole un pequeño empujón y un pequeño baile con el cual me acompaña

- ¿Eh? ¡Ah!
Pues, pues verá usted.
Plantamos las rosas blancas por error y...
La Reina nos encargó
que rojas debieran ser.
Si blancas ve, nos matará
y nos degollará - termina y pone su brazo encima de mí hombro

Caminamos un rato más en silencio, con la misma posición, bajo la luz de la luna y algunas personas que volvían de alguna junta o fiesta. Estábamos por doblar en una esquina pero mí acompañante me arrastró suavemente hacia el otro lado.

- No sé si tenés amnesia pero nuestra casa está del otro lado - digo señalando el verdadero camino

- Lo sé, pero no quiero terminar esta noche - habla con relajación dándome una pequeña sonrisa

No sé cuánto tiempo estuvimos caminando, o cuánta distancia hicimos que llegamos a los límites de la ciudad, donde comenzaba el bosque y se veía un poco la playa.

- Ella decía que por acá estaba el árbol por el cual viajó - dije con nostalgia parandome enfrente del hermoso lugar - Que siguió al con... - empiezo a sentir golpes en el hombro haciendo que me voltee

- ¡Un conejo blanco! - grita y observo al animal con un traje y un reloj de bolsillo

- No, no, debemos estar alucinando - dije frotando las manos en mis ojos desesperada

- ¡Hay que seguirlo! - agarra mí mano para correr atrás del conejo

Lo seguimos adentro del bosque, por suerte la luna daba suficiente luz para ver el piso y no caernos y nos paramos en seco cuando lo perdimos de vista.

Alai y el país de las maravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora