18. Y esto solo es el principio...

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POV ALEX

Me desperté antes de lo que hubiera querido, mucho antes. Miré el reloj y vi que eran las 7:15, dos horas antes de qué tuviéramos que entrar a clase. Intenté darme la vuelta en la cama, pero era inútil. La emoción y los nervios por el primer día de clase me tenían completamente despierta. Sabía que no iba a poder volver a dormirme, así que decidí levantarme.

Me estiré con cuidado, recordando el dolor en el abdomen por la herida. Gracias a Cameron, había mejorado muchísimo, y ya podía volver a hacer algunas de las piruetas y volteretas que solía dominar sin pensar. Aún no estaba al cien por ciento, pero sentía que estaba más cerca cada día.

Me levanté de la cama y me dirigí al armario. Escogí unos pantalones de lino blancos y un top azul turquesa de tirante fino, era corto y tenía florecitas blancas. De sandalias me puse unas marrones muy cómodas que comvinaban perfectamente con el color turquesa de mi manicura y pedicura. Algo sencillo, pero con estilo. Coloqué la ropa encima de mi cama y me metí en la ducha. Me puse mi albornoz y mi toalla para el pelo a conjunto y salí de la habitación. Puse un poco de música y al escuchar que Ruby estaba despierta le pregunte si la ropa que había elegido estaba bien. Dio el visto bueno y dijo que se pondría algo del mismo estilo. Me cambié, me eché colonia y desodorante y crema en la cara. Me deshice de la toalla del pelo y sequé mi pelo con suavidad y delicadeza. Me pasé la plancha hasta que se quedó completamente liso, entonces pasé al maquillaje y las joyas.

Me puse un poco de corrector, casi imperceptible, contorno en barra y un poco de colorete, pero sin purpurina para que fuera natural. Y como no, mi parte favorita, el Rímel. Me ricé las pestañas con delicadeza, precisión y perfección, y seguidamente apliqué el Rímel. Me puse dos collares dorados y unos pendientes de estrellitas largos y dorados. Me miré al espejo por un segundo, intentando recordar cómo solía sentirme antes de todo lo que había pasado. Estaba empezando a reconocerme de nuevo.

Con todo listo, bajé las escaleras hacia la cocina. Era temprano, demasiado temprano, así que disfruté del silencio de la casa. Abrí el frigorífico y saqué lo que necesitaba para un desayuno saludable. Quería algo que me diera energía para el día pero que también fuera ligero.

Corté medio aguacate y lo extendí sobre una tostada de pan que me había tostado integral, añadiendo un poco de sal y unas semillas de chía por encima. Luego, preparé un batido verde con espinacas, un plátano, un poco de leche de almendras y una cucharada de proteína en polvo. Era mi combinación favorita para empezar el día. El batido era fresco y lleno de nutrientes, justo lo que necesitaba. Lo puse en un vaso térmico.

Me senté en la mesa de la cocina con mi desayuno, mirando por la ventana cómo los primeros rayos de sol empezaban a iluminar el jardín. Todo estaba en calma, y por un momento, me sentí en paz. Sabía que el día iba a estar lleno de emociones, nuevos amigos y esa sensación de reinicio que siempre venía con el primer día de clase, pero esta vez iba a ser diferente. Pero por ese momento, disfruté de ese tranquilo tiempo conmigo misma.

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Mientras terminaba mi desayuno, el silencio de la casa seguía siendo reconfortante. La luz dorada de la mañana se colaba por las ventanas, iluminando suavemente la cocina. Me sentía más relajada, pero no podía evitar que una pequeña parte de mi se sintiera nerviosa por el primer día de clase. Aunque había mejorado muchísimo, aún quedaba algo de inseguridad rondando en mi mente. A veces, me preguntaba si sería capaz de enfrentarme a todo lo que venía después de lo que me había pasado, pero me recordé a mí misma que había superado cada obstáculo hasta ahora.

Después de recoger mi plato y lavar lo que había utilizado, me dirigí a la sala de estar. Miré el reloj, todavía faltaba bastante tiempo antes de que alguien más se levantara. Decidí que lo mejor sería repasar mentalmente las rutinas de gimnasia que había estado practicando con Cameron. Pensé en cómo me había ayudado a superar el miedo a las volteretas y piruetas, especialmente el mortal hacia atrás, que había sido un gran desafío. A veces, cuando lo recordaba, no sabía si agradecerle más por su paciencia o por la manera en que me hacía sentir segura.

Calla y bésameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora