Capitulo 49 ✞︎Aʟɪᴀᴅᴏs✞︎

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༒︎

𝐄𝐋𝐈𝐀

Siento millones de emociones encontradas. Nunca se me pasó por la cabeza ser mamá. Sobre todo, de trillizos; de solo imaginarlos el día que los tenga en mis brazos, me entran ganas de llorar.

Me siento vida. Feliz y renovada, como si mi otro yo se fuera lejos de mí. Dejándome ser feliz y poder renovar mi vida, crear nuevos recuerdos, nuevos sentimientos. Nueva casa, porque no viviré más en esa mansión. No lo haré. No quiero tener ningún tipo de sentimiento que haga mal a mis bebés.

Trillizos, todavía no lo puedo creer.
¿Eso es normal? Tendré que preguntárselo a la doctora.

Salgo de la ducha, envolviendo con una toalla mi cuerpo. El vestido dorado brilloso, elegante, está tendido sobre la cama. Slavik me lo compró y quería que me lo pusiera para esta ocasión. Que sin duda me quedaría perfecto.

Me llevó cinco minutos vestirme, maquillarme y el cabello lo alzó en un peinado alto con algunas mechas sueltas al costado de mi mejilla... El vestido dorado me queda hermoso. Está pegado a mi cuerpo. Con la espalda descubierta y el escote en corte V. Terminó de colocarme un tacón de punta MCQUEEN. Tomo mi cartera negra pequeña.

La puerta de la habitación se abre dejando ver a Slavik, quien me ve de arriba abajo. Con su mirada penetrante y su sonrisa maníaca pero seductora.

—Estás preciosa, mi amor —me toma de la cintura dándome la vuelta—. Tengo un regalo más para ti.

—Slavik, no tienes que darme nada —dije sonriendo; mi boca se abre de sorpresa cuando él me tomó de la mano y quita aquel anillo que me había regalado. —¿Qué haces?

—No vas a necesitar ese, porque el que tengo te quedará más brillante, mi sol —él saca una caja roja de su saco y lo abrió mostrando el collar, con forma de una víbora plateada con diamante dorado como sus ojos, acompañado por pares de aretes haciendo juego con el collar. Me volteo y él me lo coloca detrás, prendiéndolo. — Te queda hermoso, mi sol.

—Gracias, es bellísimo —me volteo y envuelvo mi brazo alrededor de su cuello, besándolo—. Me encantó, cariño.

—Todo lo que llevas puesto te queda perfecto —me halago y le sonrió besando sus labios suavemente. —Bien, tenemos que irnos porque no querré si esto se sale de control.

—Qué lástima —acomodó su corbata roja, al igual que el traje de tres piezas del mismo color—. Estás guapísimo, estás para comerte.

—Las hormonas ya están haciendo efecto, mi amor —con sus manos alrededor de mi cintura, salimos de la habitación.

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Las coordenadas que nos mandó Zion, el conductor de Slavik, sigue sigiloso de no cometer errores con las demás camionetas con nuestros escoltas, siguiéndonos detrás y dos adelante nuestro.

Pasan diez minutos y el auto empieza a removerse; miró a través de la ventanilla y me doy cuenta que la calle es tierra y es horrible.

—¿Cuánto falta para llegar? —pregunté a Slavik, quien me sonrió de lado.

—Tranquila, mi amor. Jason.

—Sí, señor, en unos minutos estamos en el punto de encuentro —informa el tipo al ruso, y rodó los ojos. Aquí es cuando necesito a Atlas. Pero él está en otra camioneta —es una mansión en el medio del bosque; está resguardada con máxima seguridad.

La camioneta se detiene frente a una pared verde. En segundos la pared se abre en dos, dejándonos pasar. Río al notar el camuflaje estúpido. Nuestros escoltas se detienen al igual que Jason.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ [en CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora