Samantha. 11

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Escuché el suave toque de la puerta y respondí con un —adelante.

La puerta se abrió lentamente y la señora Martha se asomó con su habitual sonrisa amable.

—Disculpe, señorita Samantha, pero la señorita Mónica acaba de llegar —anunció con voz suave.

—¡Oh! Gracias, Sra. Martha. ¿Emma no ha llegado? —pregunté, sintiendo una ligera preocupación.

—No señorita, aún no llega.— respondió.

—Gracias.

Me volví hacia mi niña, que estaba jugando con sus muñecas en la alfombra.

—Ven, mi niña. Tu tía ya llegó.

—¡Tía! —chilló Emily, aplaudiendo con entusiasmo.

Tomé su pequeña mano y salimos de su habitación, bajando las escaleras con cuidado. Emily saltaba de alegría a mi lado, su emoción era contagiosa. Al llegar a la sala, vi a Mónica de pie junto a la ventana, mirando hacia el jardín. Se volteó al escuchar nuestros pasos y una sonrisa iluminó su rostro.

—Hola, Mónica.

—Cuñadita. —respondió ella, saludandome con un abrazo y un beso en la mejilla.

Mónica tomó a Emily entre sus brazos y la abrazó con cariño.

—Mi peque hermosa, ¿cómo estás? —preguntó con una sonrisa.

—¡Bien! —respondió Emily con entusiasmo.

—¿Y Emma? —me preguntó, mirando alrededor.

—Aún no ha llegado —respondí, sintiendo una creciente preocupación.

Mónica miró el reloj en su muñeca y frunció el ceño.

—Qué raro, ya debería estar aquí.
Asentí, compartiendo su inquietud.

—Voy a llamarla —dije, sacando mi teléfono del bolsillo de mi pantalón, marque su número.

El tono de llamada sonó varias veces, pero no hubo respuesta. Mónica me miró, y yo negué con la cabeza, volviendo a marcar sin éxito.

Tengo un mal presentimiento. —No contesta —dije, sintiendo un nudo en el estómago.

—Sam, seguro lo tiene silenciado —intentó tranquilizarme.

—No lo sé, ella suele contestar rápido —respondí, mordiéndome el labio.

—Calma, Sam. Voy a llamar a su oficina.

Mónica llamo a la oficina de Emma, pero obtuvo el mismo resultado: ninguna respuesta. Mi preocupación creció.

—Mónica, no me está gustando esto. ¿Y si pasó algo? —dije, con la voz temblorosa.

Mónica me miró, compartiendo mi preocupación.

—Iré a buscarla.

—Voy contigo —dije, decidida.

—No, Sam tú quédate aquí por si llega. Me avisas si sabes algo —insistió Mónica, con firmeza.

Asentí, la vi salir de casa rápidamente, pero a los segundos volvió, visiblemente preocupada. Detrás de ella, el chófer de Emma se acercaba con paso lento.

—Sam —dijo Mónica, caminando hacia mí.

Miré al chófer, pero él mantenía la mirada en el suelo. Mi corazón latía con fuerza, y una sensación de temor se apoderaba de mí.

—No te vayas a alterar, tómalo con calma. Recuerda que está Emily, no debemos asustarla —me dijo, tratando de mantener la calma.

Algo dentro de mí me decía que algo malo le había pasado a Emma. No pude contener las lágrimas que comenzaron a rodar por mis mejillas. Mónica me abrazó con fuerza.

Hilos del Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora