Samantha.12

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Nunca en mi vida pensé que ver a la mujer que amaba en esa cama me destrozaría por completo. Saber que la necesitaba tanto como el aire para respirar me hizo sentir una desesperación indescriptible. Al escuchar el sonido del monitor que registraba su corazón, sentí que una parte de mí se estaba yendo. Fue lo más cruel que he vivido.

Cuando el doctor salió y me informó que todo estaba bien y que podía verla, mis piernas se movieron automáticamente. No hice preguntas, solo caminé hacia su habitación. Al tocar la manija de la puerta, un miedo profundo me invadió. ¿Y si ella no me recordaba? Quise retroceder, pero no podía irme sin verla. Entré con un nudo en la garganta y pasos lentos.

Ella me miraba, y al decir mi nombre, ese miedo se desvaneció. Corrí hacia sus brazos sin poder contener las lágrimas.
Luego llegaron sus pesadillas, su temor de que algo malo pasara tanto a ella como a nosotras. Se levantaba en la madrugada a ver a nuestra hija; a veces la encontraba mirando por la ventana o se encerraba en el baño a llorar para que no la escuchará. Eso me partía el alma.

Ella no me ha contado qué fue lo que realmente pasó, y aunque le diga que ese hombre ya no puede lastimarla, no le da la seguridad de que está a salvo.
Por eso hablé con ella sobre ver a un psicólogo. Si a mí no me dice lo que siente, que sea un profesional quien la ayude. El tiempo que tiene viendo a la doctora, he notado mejoría y me siento feliz de que ya pueda dormir tranquila en mis brazos.

—Mami, mila allallo.

—Así es, mi niña caballo.

Sonreí.

—Buenos días, Sam. Señorita Emma.— saludó Luis.

—Buenos días.— respondimos al unísono.

Emma caminó hacia donde estaba Luna y tomó a Emily en sus brazos.

Caminé hacia Hope. —Hola, amigo.—le dije mientras él relinchaba. —¿Listo para un paseo?— Comencé a ensillar a Hope cuando Emma se acercó con Emily, quien se veía feliz.

—Mamá, una.— dijo señalando a Luna.

—Ahora tienes que conocer a Hope.— Ella lo miró y trato de decir su nombre.

—¡allallo, mami!.—dijo emocionada.

—Listo, señorita Emma.— se acercó Luis con Luna ya preparada.

—Gracias.—respondió.

—Dámela.— tomé a Emily en mis brazos. Emma subió a Luna y me acerqué para entregársela, espero por mi para salir a pasear por los viñedos.

****

Los días fueron pasando y he estado ocupada trabajando en las bodegas. Mi vino aún le falta un mes para cumplir el año desde que comenzamos a crearlo, esperando a ser probado. Espero que a Emma le guste.

Escuchaba una vocecita no muy lejos. —Mamá, despieta. Mamá, vamos.

Sentía que mi rostro se llenaba de besos. Poco a poco fui despertando, encontrándome con esos bellos ojos verdes, llenos de alegría.

—Buenos días, princesa.

Ella sonríe. —Buenos días.

Me acomodé mejor en la cama y noté que ella tenía un papel en la mano. —¿Y eso?

—Tuyo.

—Mío.— y ella movía su cabeza afirmativamente. Lo tomé y empecé a leerlo.

Buenos días, mi reina. Espero que nuestra hija te haya despertado con muchos besos. Perdón por no estar allí, pero quiero que hagas algo primero antes de vernos. Primero, que le des muchos besitos a nuestra hija. Segundo, que te levantes de esa cama y te arregles para bajar a desayunar. Allí te diré el resto. Te amo, mi reina.

Hilos del Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora