Un Martes de Recuerdos

4 0 0
                                    

Desde el momento en que abrí los ojos esta mañana, algo no se siente bien. Hay una sensación de pesadez en mi pecho, una tristeza silenciosa que se ha instalado en mi interior y no parece querer irse. Me muevo por mi apartamento como un fantasma, intentando seguir mi rutina habitual, pero cada acción se siente vacía, como si estuviera desconectada de mí misma.

Hoy es un día que llevo marcado en mi corazón con un dolor sordo: es el aniversario del fallecimiento de mi abuela. Ella era una parte tan importante de mi vida, mi roca en los momentos difíciles, mi guía cuando me sentía perdida. Desde que se fue, siento que una parte de mí se ha quedado vacía, un vacío que trato de llenar con el trabajo, con amistades, con cualquier cosa que pueda ocupar ese espacio.

Pero hay días como hoy en los que nada parece suficiente.

Llego al trabajo y trato de concentrarme en mis tareas. Reviso las grabaciones del día anterior, hago ajustes en las mezclas, pero mi mente sigue volviendo a los recuerdos. Los días que pasaba en la casa de mi abuela, el sonido de su voz tranquila, el aroma de su té de manzanilla, el calor de su abrazo. Todo parece tan cercano y al mismo tiempo, tan lejano.

Por la tarde, siento que ya no puedo seguir manteniendo la fachada de normalidad. Me siento fuera de mí, como si no perteneciera a este lugar en este momento. Necesito aire. Necesito estar sola. Sin pensarlo mucho, me dirijo a la terraza del edificio, buscando un poco de espacio para liberar esta carga que llevo dentro.

La terraza está tranquila, el aire fresco de la tarde envuelve mi piel y el viento acaricia mi rostro como una caricia suave. Es un lugar alto, con vistas a toda la ciudad. Desde aquí, Seúl parece una colección interminable de luces parpadeantes y sonidos distantes. Pero yo no veo nada de eso. Mis ojos están nublados por las lágrimas que he estado conteniendo todo el día.

Me acerco a la barandilla y dejo que el dolor que he estado tratando de esconder salga de mi cuerpo. Las lágrimas comienzan a caer, lentas al principio, y luego más rápidas, más desesperadas. Cada sollozo que sale de mi garganta se siente como un pequeño aliento de alivio, pero también de desgarro. El dolor es abrumador, una mezcla de tristeza y añoranza, una sensación de pérdida que nunca se ha desvanecido realmente.

Recuerdo cómo mi abuela siempre sabía qué decir, cómo me sostenía cuando estaba asustada o insegura. ¿Qué me diría ahora, si pudiera verme así, rota por dentro?

—Halmeoni... —susurro al viento, el término coreano para abuela. Mi voz se rompe en mil pedazos mientras el nombre sale de mis labios—. ¿Por qué te fuiste tan pronto?

Mis manos se aferran a la barandilla y mis piernas se sienten débiles. El dolor en mi pecho se intensifica con cada recuerdo, cada imagen de su rostro sonriendo. Todo lo que quiero es tener un minuto más con ella, sentir su calor, escuchar su voz.

Estoy tan inmersa en mi dolor que no noto la puerta de la terraza abriéndose. Escucho el sonido de pasos acercándose y levanto la vista, secando rápidamente las lágrimas de mi rostro. Taehyung y Jimin están de pie a unos metros de distancia, con preocupación evidente en sus rostros. Sé que no quería que nadie me viera así, tan vulnerable, pero aquí están.

Taehyung da un paso hacia adelante, pero luego se detiene. Él siempre ha sido intuitivo, capaz de leer el ambiente sin necesidad de palabras. Mira a Jimin y luego a mí, entendiendo que tal vez no es él quien debe estar aquí en este momento.

—Volveré más tarde —dice suavemente, dándole a Jimin una palmada en el hombro antes de girarse para irse.

Me quedo mirando a Taehyung mientras se aleja, agradecida por su comprensión. Él sabe lo que significa perder a alguien querido; siempre ha sido empático con esos sentimientos.

Waiting For YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora