Segunda vez

112 9 2
                                    

El despertador suena demasiado temprano para mi gusto. Abro los ojos lentamente, sintiendo la pesadez en mi cuerpo después de la noche emocional que tuve. Miro el techo por un momento, permitiéndome unos segundos de calma antes de enfrentar otro día. Finalmente, me obligo a levantarme. No puedo quedarme en la cama. Hoy hay mucho trabajo por hacer en la agencia.

Me preparo rápidamente, optando por un atuendo sencillo pero profesional: una blusa blanca, jeans oscuros, y un abrigo ligero. Algo cómodo, pero lo suficientemente presentable para un día de reuniones y trabajo en el estudio. Me miro en el espejo mientras me peino el cabello y me aseguro de que no haya signos visibles de las lágrimas de la noche anterior. La Soo-Yun de hoy necesita ser fuerte y enfocada.

Después de tomar un desayuno rápido, salgo de mi departamento y camino hacia la estación de metro. El aire de la mañana es fresco y revitalizante, y trato de concentrarme en el presente. Las calles están llenas de vida con personas que se dirigen al trabajo o a la escuela. En Seúl, las mañanas siempre son un caos organizado, y hoy no es diferente.

Cuando llego a la estación de metro, bajo las escaleras hacia el andén lleno de gente. Es hora punta, y el lugar está repleto de oficinistas, estudiantes y turistas que intentan abrirse camino. Me abro paso a través de la multitud y espero pacientemente a que llegue el tren.

Finalmente, el metro llega, y todos los que están en el andén se preparan para entrar. La puerta se abre, y me meto en el vagón lo más rápido que puedo para asegurarme un espacio. Es entonces cuando comienza el verdadero espectáculo.

Justo cuando el tren comienza a moverse, escucho un pequeño grito a mi lado. Una mujer mayor está luchando por mantener el equilibrio mientras el tren acelera, y a su lado, un joven con una gran mochila parece estar completamente ajeno a la situación. La señora lo mira con una mezcla de exasperación y desesperación.

—¡Oye, chico! —le dice la señora, empujando su mochila—. ¡Esa mochila está ocupando más espacio que tú!

El chico, sorprendido, se da cuenta y rápidamente se disculpa, tratando de girarse para acomodar su mochila frente a él. Pero en el proceso, golpea accidentalmente a otro pasajero con ella.

—¡Ah, lo siento! —dice apresuradamente, mientras los otros pasajeros tratan de evitar ser golpeados por el "arma" inesperada.

La situación se vuelve cómicamente caótica. Algunos pasajeros comienzan a reír, y yo no puedo evitar sonreír también. La energía en el vagón cambia, volviéndose menos tensa y más ligera. Los pasajeros comienzan a bromear entre ellos, y el chico con la mochila, visiblemente avergonzado, se une a la risa.

—Es como si estuviéramos en una película de comedia —dice una joven a su amigo, y eso provoca más risas entre los presentes.

El tren llega a la siguiente estación, y algunas personas bajan, dejando un poco más de espacio. Me acerco a un asiento vacío y me siento, aún sonriendo por el pequeño episodio. Es curioso cómo esos momentos inesperados pueden alegrar la mañana.

Un chico joven, que parece ser un universitario, se sienta a mi lado y, riendo, comenta:

—Nunca sabes qué esperar en el metro, ¿verdad?

—Definitivamente no —respondo, compartiendo su risa—. Pero esos momentos lo hacen interesante.

El tren continúa su viaje, y a medida que avanzamos, la conversación con el chico fluye de manera casual. Se presenta como Min-Jae, un estudiante de música que sueña con convertirse en productor algún día. Mientras hablamos, me doy cuenta de que esta pequeña interacción me está ayudando a relajarme, a alejar mis pensamientos de la pesadez de la noche anterior y del encuentro con Jimin. A veces, los pequeños momentos pueden tener un gran impacto.

Waiting For YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora