PROVÓCAME

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Saco el pequeño consolador inalámbrico de su empaque. Hoy es una ocasión perfecta para estrenarlo. Tal vez no esté muy de acuerdo en colocárselo, pero podre convencerla.

Ya estoy listo para la cena y conociéndola probablemente no sepa qué ponerse aún, por lo que le facilitare la decisión.

Entro al cuarto, que es closet y baño a la vez, y como pensé; está todavía envuelta en una toalla, con su cabello seco y en ondas, pero sin maquillarse y viendo la ropa del armario.

— ¿Aún no sabes qué ponerte?

—No, pero viéndote en traje ya puedo deducirlo más o menos.

—Te lo haré más fácil.

Dejo ver la mano que tenía tras mi espalda.

No pasan muchos segundos para que se dé cuenta de lo que es y abre mucho los ojos.

—No.

— ¿Por qué no?

—Porque sentiré todas las miradas sobre mi aunque nadie me este viendo.

—Nadie sabrá que lo llevas, a excepción de mí. Y eso de las miradas siempre pasa, no te das cuenta que llamas mucho la atención de lo hermosa que eres.

Doy unos pasos a ella.

—No, no y no.

Camina rodeando mi cuerpo, me giro siguiendo su espalda con la mirada.

—Ya veo... lastima, tendré que devolverlo, pensé que eras más... atrevida.

Se detiene y gira su cuerpo.

—No creas que voy a caer en eso.

— ¿En qué?

Pregunto como si no supiera a lo que se refiere.

—En tus provocaciones.

—No te estoy provocando, solo pensé que te atreverías a usarlo. Con eso de que te gusta hacer cosas... arriesgadas. Creí que usar esto en público no te resultaría muy atrevido de hacer, pero veo que sí.

Chasqueo con la lengua en un gesto falsamente resignado mirando el aparatito.

A paso veloz se pone frente a mí.

—Dame eso.

Lanza un manotazo, pero lo desvió con rapidez antes que lo agarre.

—Ah Ah —artículo de forma negativa—, si lo vas a usar, yo voy a ponértelo.

Sonríe maliciosa.

—Está bien.

Deshace el nudo de la bata de baño y abriéndola la deja caer al suelo.

Coloca las manos en sus caderas y saca pecho desvergonzada.

Su sonrisa me contagia y mis ojos recorren su hermosa figura.

—Recuéstate de espaldas.

Coloca las palmas en el pequeño sofá cuadrado que está en medio de la habitación y curveando su pelvis levanta más ese apetitoso trasero.

Olvide traer el lubricante así que me toca improvisar.

Coloco mi cuerpo detrás  del suyo, y poniendo el pequeño juguete frente a su cara le digo;

—Humedécelo.

Lo mete a su boca unos segundos.

Cuando lo saca, me agacho y esa rica almeja me mira palpitando un par de veces, sé que eso lo hace ella para provocarme y antes que se seque lo que ha hecho, entro despacio el vibrador en su rosado agujero.

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