Capítulo 11: Antesala

550 69 95
                                    

Tenía que ser homofobia.

Desde que Martin le había confesado que era gay y que estaba saliendo con un chico, Juanjo no había podido sacárselo de la cabeza. Una mezcla de irritación y malestar se había instalado en su pecho, una sensación que lo incomodaba profundamente, y que no lograba comprender del todo. Cada vez que imaginaba a Martin con un hombre, un torrente de frustración y rabia lo invadía, como si algo dentro de él se rebelara. La imagen le resultaba, por alguna razón, repulsiva.

Intentaba racionalizarlo. Después de todo, había crecido en un entorno conservador, rodeado de comentarios críticos y prejuicios sobre la homosexualidad. Los eventos políticos a los que su padre lo llevaba estaban plagados de comentarios despectivos sobre la diversidad, y aunque Juanjo nunca compartió esas opiniones, no podía evitar preguntarse si, de alguna manera, lo habían influenciado. ¿Y si no era tan tolerante y abierto como pensaba?

Lo que lo confundía aún más era que ese rechazo no lo sentía con otras personas. Aurora y Jimena, por ejemplo, le parecían la pareja más increíble que conocía. Admiraba la complicidad que compartían y nunca le había incomodado verlas juntas, ni siquiera cuando se mostraban cariñosas delante de él. Entonces, ¿por qué le molestaba tanto que Martin estuviera con otro chico? ¿Por qué le costaba tanto aceptar esa parte de su amigo?

A pesar de toda esa confusión, el deseo de estar cerca de Martin no solo no había desaparecido, sino que se había vuelto casi obsesivo. Era lo único en lo que pensaba. Durante la semana siguiente a su reconciliación, cada vez que desayunaba con Aurora y Jimena, inventaba cualquier excusa para ir a buscarlo: que se le había olvidado un libro en la facultad de filología o que tenía algo pendiente por resolver. Pero la realidad era mucho más sencilla y directa: necesitaba verlo, estar cerca de él y pasar tiempo juntos.

Aurora y Jimena habían dejado de hacer comentarios, aunque las sonrisas cómplices entre ellas eran cada vez más difíciles de ignorar. Sabían que algo estaba ocurriendo dentro de Juanjo, algo que él mismo no parecía listo para reconocer. Pero, después de aquella conversación en la que insinuaron que quizá sentía algo más por Martin, habían decidido dejarlo tranquilo, permitiéndole procesar a su propio ritmo.

El hecho de pasar más tiempo juntos les permitió, de manera casi imperceptible, sanar las heridas que aún quedaban entre ellos, esos últimos resquicios de traición y malestar. Juanjo, plenamente consciente de lo cerca que había estado de perder a Martin, se dedicaba a cuidar la amistad con más esmero. Había experimentado el vacío que dejó su distancia, y no estaba dispuesto a revivirlo.

Ahora era él quien tomaba la iniciativa: lo buscaba, proponía planes, lo invitaba a merendar o a tomar cafés en cafeterías, o simplemente paseaban por las calles de Madrid. Esos paseos se convirtieron en espacios íntimos donde hablaban de todo y de nada, intercambiando anécdotas, risas, aficiones, y a veces, en los momentos más tranquilos, se atrevían con conversaciones más profundas. Rápidamente, se dieron cuenta de que la presencia del otro se estaba volviendo indispensable.

Sin embargo, algo seguía inquietándolo. Esa sensación punzante, ese malestar que lo había estado acosando desde que Martin le confesó que estaba saliendo con un chico, no le daba tregua.

Finalmente, un día, mientras desayunaba con Aurora y Jimena en la cafetería, Juanjo no pudo soportarlo más. Sin previo aviso, soltó la pregunta que llevaba días rondando en su cabeza, esa que tanto le había costado formular.

"¿Chicas, vosotras creéis que soy... homofóbico?" preguntó con seriedad, bajando la mirada hacia su café.

Ambas lo miraron, sorprendidas. Jimena fue la primera en reaccionar, soltando una carcajada antes de cubrirse la boca, mientras Aurora sonreía, mirándolo con ternura.

Entre el amor y la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora