Capítulo 12: Lluvia, parte 1

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Juanjo permanecía sentado en el borde de la cama, con el cuerpo rígido, como si cualquier movimiento pudiera hacer que todo a su alrededor se desmoronara. Había pronunciado unas palabras que ni siquiera quería admitir en su interior, y ahora, las respuestas de su madre pesaban en su mente como una carga que no sabía cómo manejar. Quería retroceder, borrar esa conversación, volver a la seguridad de lo conocido, a su vida antes de que estas dudas comenzaran a consumirlo. Pero sabía, con una certeza aterradora, que había cruzado una línea de la que no había retorno.

Su madre seguía allí, de pie a unos pasos de él, observándolo con su habitual paciencia. Sus ojos estaban llenos de esa calidez que siempre le ofrecía. Sin embargo, lo único que Juanjo sentía era un nudo que le oprimía la garganta, impidiéndole hablar, respirar con normalidad o articular siquiera un simple "gracias". Quería decir algo, cualquier cosa que rompiera el silencio, pero las palabras se atoraban en su boca. Lo único que logró fue esbozar una sonrisa forzada, un intento vano de fingir que todo estaba bien cuando, en su interior, el caos era absoluto. Su madre lo miró un momento más, suspirando suavemente, y sin hacer ningún comentario adicional, se dirigió hacia la puerta.

El sonido de la puerta cerrándose con un leve "clic" fue lo único que rompió el silencio pesado en la habitación, pero también fue el detonante para que algo en Juanjo empezara a resquebrajarse. En cuanto se quedó solo, todo lo que había intentado contener durante esos minutos se liberó de golpe. Su respiración, que había logrado mantener bajo control hasta ese momento, se volvió irregular, como si su pecho estuviera demasiado lleno de algo que no podía expulsar. Sentía los latidos de su corazón martilleando en su pecho, rápidos y desbocados, como si intentaran escapar de la prisión de su propio cuerpo.

Se dejó caer hacia atrás, tumbándose de golpe sobre la cama, sus ojos clavados en el techo mientras su mente giraba en una espiral incontrolable. El techo de su cuarto, el mismo que había visto cada noche antes de dormir, ahora parecía el único refugio al que podía aferrarse para no perder la cordura. Pero cada vez que intentaba concentrarse en algo —el techo, el sonido lejano de la calle, el tic-tac del reloj—, la voz de su madre volvía a invadir su mente, clara y serena, explicando lo que era el amor. Y con cada palabra, el nudo en su pecho se hacía más y más grande, hasta el punto de que parecía que el aire no llegaba correctamente a sus pulmones.

"A veces, cuando te gusta alguien, puede que te descubras pensando en esa persona todo el tiempo, desde el momento en que te despiertas hasta que te acuestas. Cada pequeño gesto o palabra de esa persona puede afectar tu estado de ánimo de manera significativa. Una sonrisa de ellos puede hacerte sentir como si el mundo entero hubiera mejorado; si están tristes, sientes un peso en el pecho, deseando hacer todo lo posible para aliviarlos.."

La imagen de Martin apareció de nuevo, como si su mente no pudiera resistirse a evocar aquellos momentos que, hasta ahora, había intentado ignorar. Lo veía en la biblioteca, sonriendo, la luz del sol cayendo suavemente sobre su rostro, iluminando cada rasgo con una claridad casi insoportable. Recordaba cómo su estómago se había encogido cuando sus miradas se cruzaron por accidente, ese momento en el que todo a su alrededor dejó de existir y solo quedaron ellos dos. También lo veía caminando por las calles de Madrid, tan natural, tan cercano, tan imposible de evitar. Recordaba la sensación de nervios en el estómago cada vez que estaba cerca, la necesidad de hacer que se riera, de escuchar su voz.

Juanjo cerró los ojos, como si de alguna manera eso pudiera alejar esas imágenes. Pero el nudo en su pecho solo se apretaba más, y el miedo que sentía se extendía como una ola fría que lo paralizaba. "No puede ser," se repitió a sí mismo en un susurro. "No a mí. Esto no puede estar pasándome a mí."

Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más, tratando de sacudirse esa ansiedad que ahora lo envolvía por completo. La pregunta que rondaba en su mente, la que había tratado de ahogar desde hacía días, regresaba con más fuerza. "¿Por qué me siento así?" Pero aunque la respuesta no era fácil, no había una manera de evitar lo que empezaba a ser evidente.

Entre el amor y la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora