Capítulo 4: Tarde

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¡en el capítulo pasado llegamos casi a 100 comentarios! ¿lo repetimos?

...

El despertador analógico sonó a las ocho de la mañana. Martin, aún adormilado, apagó la alarma y se permitió quedarse unos minutos más en la cama, disfrutando del silencio y del calor de las sábanas.

Escuchó cómo sus tripas rugían y decidió levantarse de una vez para satisfacer a su estómago. Se dirigió a la cocina, donde su madre, Ana, no dejaba de dar vueltas mientras preparaba el desayuno para sus hermanos pequeños.

"Buenos días, mamá," saludó Martin con una sonrisa, aún con la voz somnolienta.

"Buenos días, hijo," respondió Ana, con un tono cariñoso pero apresurado. "Siéntate, el desayuno ya está casi listo."

En la mesa, sus hermanos, Silvia y Carlos, ya estaban sentados. Silvia, de quince años, estaba ocupada leyendo un libro mientras Carlos, de diez, jugaba con su cuchara, haciendo tintinear el vaso de leche.

"¡Martin, hoy voy de excursión al zoo!" exclamó Carlos con entusiasmo.

"Qué bien, Carlitos, pásatelo genial," dijo Martin, revolviéndole el pelo con cariño. "¿Y tú, Silvia, qué planes tienes para hoy?"

Su hermana levantó la vista de la revista sobre danza que estaba ojeando y sonrió. "Solo clases, como siempre. Pero tengo muchas ganas de que llegue el fin de semana."

"Silvia, hoy solo estamos a lunes," rió Martin. Silvia no era una gran estudiante y no disfrutaba de ir a clase, sin embargo tenía un talento sobrenatural para la danza. Sus padres habían hecho un esfuerzo económico para que pudiera ir a la mejor academia de Madrid y Martin se quedaba anonadado viendo cómo cada vez era mejor bailarina.

Empezó a comer las tostadas de la panadería familiar con mermelada y un vaso de leche con Cola Cao que le había servido su madre. Mientras desayunaba, las noticias de la radio llenaban el ambiente con su murmullo constante.

"Buenos días, son las ocho y media de la mañana y estas son las noticias de hoy. La situación económica sigue siendo precaria, con una tasa de desempleo en aumento y muchas familias luchando para llegar a fin de mes. El Generalísimo y su equipo de gobierno han anunciado nuevas medidas para intentar estabilizar la economía, pero muchos ciudadanos se muestran escépticos."

''Por Dios, que fallezca de una vez el señor este.'' comentó su madre con un toque de humor, aunque su voz revelaba irritación y agotamiento por la situación. "No podemos seguir así."

Martin se rió por lo bajo, atragantándose un poco con la bebida, pero sin dejar de darle la razón a su madre.

Rápidamente, la cocina se vació cuando sus hermanos se fueron al colegio, Carlos acompañado de Silvia. Su madre, por su parte, descendió a la panadería para atender a los primeros clientes del día.

Después de desayunar, se dirigió al pequeño salón donde había dejado un nuevo libro que había empezado a leer: Los Miserables de Victor Hugo. Martin se acomodó en su sillón favorito y continuó leyendo, sumergiéndose por completo en la historia. La luz matinal entraba por la ventana, bañando la habitación en un cálido resplandor que hacía aún más acogedor el rincón donde se encontraba.

Cada página le transportaba a la Francia del siglo XIX, a las vidas de personajes que, a pesar de las dificultades, luchaban por sus ideales y por la justicia. Mientras leía, se encontró con una frase que resonó profundamente en su corazón: "Los que viven son aquellos que luchan." Esas palabras parecían hablarle directamente, despertando en él una determinación que no había sentido antes.

Entre el amor y la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora