Capítulo 13: Lluvia, parte 2

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Las gotas caían con más fuerza, como si el cielo hubiera decidido volcar toda su furia contenida en ese pequeño rincón del jardín. Y Juanjo, empapado hasta los huesos, se permitió algo que llevaba meses, quizás años, negándose a hacer: se permitió ser vulnerable. El agua se mezclaba con sus lágrimas, aunque nadie podía distinguir unas de otras. Pero ahí estaba, finalmente dejando que el peso de sus emociones cayera al mismo ritmo que la lluvia.

Aurora y Jimena, que se habían acercado sin dudarlo, permanecían a su lado. No le dijeron nada al principio. Sabían que las palabras, en ese momento, eran innecesarias. Lo único que importaba era su presencia, ese gesto silencioso de apoyo que, por sí solo, hablaba más que cualquier frase de consuelo.

La tormenta seguía, así que los tres se refugiaron bajo un porche cercano. Aún goteaban, con el pelo pegado a la piel y la ropa empapada, pero al menos la lluvia ya no les caía encima. Juanjo respiró hondo, sus pulmones llenándose de aire por primera vez en lo que parecían días. Sabía que tenía que hablar, sabía que ya no podía seguir ocultando lo que llevaba dentro.

"No sé cómo decir esto..." comenzó, con la voz quebrada, casi susurrando, como si las palabras fueran una barrera que aún no podía atravesar por completo. "Pero creo que... creo que me gusta Martin." Las palabras salieron con dificultad, a trompicones, como si cada una de ellas luchara por no ser dicha. "Y tengo miedo. Miedo porque esto no es lo que se supone que debía sentir. No por un chico."

La voz de Juanjo se quebró al pronunciar esas últimas palabras, llenas de miedo y desesperación. Bajó la cabeza, avergonzado, esperando la reacción de sus amigas.

Aurora fue la primera en hablar, su voz suave pero firme, como siempre.

"Juanjo, no tienes que tener miedo de lo que sientes," dijo Aurora con voz suave, inclinándose un poco hacia él para que sus palabras llegaran con más calidez. "No hay nada malo en ello. Es amor, y el amor no hace daño a nadie, por mucho que el mundo se empeñe en hacernos creer lo contrario. Créeme, a nosotras también nos pasó algo parecido cuando empezamos a gustarnos. El miedo, la confusión... al principio era horrible, te sientes atrapado."

Jimena, que estaba a su lado, asintió y entrelazó sus dedos con los de Aurora. Su rostro reflejaba una mezcla de comprensión y firmeza, como si también quisiera transmitirle a Juanjo la fuerza que había encontrado en su propio proceso.

"Al principio, cuando me di cuenta de que me gustaba Aurora, lo negué," confesó Jimena, su mirada volviendo brevemente hacia Aurora con una sonrisa teñida de nostalgia. "Intenté convencerme de que era una fase, que no podía ser real. No era posible que me gustara una chica, no después de todo lo que nos habían enseñado. Me aterrorizaba pensar en lo que dirían los demás, cómo cambiaría mi vida, cómo se romperían todos los esquemas que había construido sobre mí misma... Y el miedo era paralizante."

Juanjo los miraba, con los ojos brillantes, sintiendo cómo cada palabra de Jimena y Aurora resonaba con sus propios pensamientos, con ese mismo miedo que lo había estado consumiendo.

"Pero al final," continuó Aurora, con una sonrisa tranquila pero llena de certeza, "llegas a un punto en el que te das cuenta de que no puedes seguir negándote. No puedes seguir reprimiendo lo que sientes solo porque otros te dicen que está mal. Nosotras también teníamos miedo, Juanjo. Miedo de perderlo todo, de ser rechazadas, de sentirnos diferentes. Pero no podíamos engañarnos para siempre."

Jimena apretó ligeramente la mano de Aurora y volvió a mirar a Juanjo, esta vez con una expresión seria, cargada de convicción. "Al final, lo que te salva es la verdad. Cuando dejas de luchar contra lo que sientes y te permites simplemente ser, todo cambia. Es un proceso, y no es fácil. Pero es el único camino para dejar de sentirte atrapado."

Entre el amor y la leyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora