Conflictos y Deseos

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La tensión en el Senado era palpable. La discusión sobre la reforma judicial había desatado pasiones, y la voz de Noroña resonaba con firmeza mientras defendía su postura. Lili, con una mirada desafiante, se oponía ferozmente. Cuando él malpronunció su nombre, fue la chispa que encendió su furia. "¡Se llama María Lili del Carmen Téllez García!", gritó, su voz temblando de indignación.

Después de una acalorada réplica, Noroña sonrió, lo que solo avivó más su ira. "¡Bellaco!", le lanzó antes de marcharse, dejando un eco de rencor que reverberaba en el aire.

Esa noche, sola en su casa, Lili intentó calmarse, pero el recuerdo de la discusión y la figura desafiante de Noroña no la dejaban en paz. Entonces, un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Al abrirla, se quedó paralizada al ver a Noroña, quien entró sin previo aviso y cerró la puerta tras de sí.

La atmósfera cambió instantáneamente; era como si el aire se cargara de electricidad. Con un movimiento rápido y decidido, él la tomó por la cintura y la besó con una pasión que encendió cada fibra de su ser. Fue un beso intenso, lleno de contradicciones: el rencor por sus diferencias políticas chocaba con una atracción innegable.

Cuando se separaron para recuperar el aliento, Lili retrocedió un paso, aún aturdida por lo que acababa de suceder. Noroña, con una sonrisa provocativa y desinhibida, comenzó a quitarse el saco mientras decía: "Así que soy bellaco".

Sus palabras resonaron en su mente como un desafío. Sin poder resistirse al magnetismo entre ellos, ella sintió cómo sus corazones latían al unísono. Él tomó su mano y con un giro suave la colocó frente a él. Mientras sus labios volvían a encontrarse, las manos de Noroña comenzaron a explorar su figura con una mezcla de deseo y urgencia.

Sus dedos se deslizaron suavemente por su espalda mientras él besaba su cuello delicadamente. Lili respiró entrecortadamente; cada roce era como fuego en su piel. La habitación parecía cerrarse a su alrededor mientras el mundo exterior desaparecía.

Noroña dejó caer su mano sobre una curva que hizo que ella se estremeciera. Su boca bajó lentamente hacia el escote de Lili, besando cada centímetro con devoción casi reverente mientras ella arqueaba la espalda en respuesta a sus caricias.

El conflicto entre sus roles como senadores y el deseo palpable que los unía creaban una tensión electrizante en el aire. Cada beso y caricia eran un recordatorio de lo prohibido que era este encuentro. Pero en ese momento, todo lo demás se desvanecía; solo existían ellos dos y la atracción insaciable que los consumía.

50 Sombras del Senado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora