13. Caminos prohibidos

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Noeul no podía sacarse de la cabeza las palabras de su padre. La severidad con la que le había advertido lo peligroso de su relación con Boss seguía retumbando en su mente. Sabía que, en el fondo, su padre solo quería protegerlo, pero también estaba claro que no comprendía lo que sentía. No era solo un capricho o un deseo pasajero; lo que Noeul sentía por Boss era profundo, imposible de ignorar.Se encontraba paseando por uno de los jardines celestiales, bajo un cielo de tonos dorados que apenas iluminaba sus pensamientos nublados. Su corazón palpitaba con la confusión y el temor de las decisiones que debía tomar.De repente, sintió una presencia familiar a su lado. Al voltear, ahí estaba Boss, observándolo con esa misma mirada tranquila pero cargada de preocupación.—Te estaba buscando —dijo Boss, con su voz suave—. Sentí que algo te angustiaba.Noeul bajó la mirada, su pecho pesado por el peso de todo lo que tenía que decirle.—Mis padres saben sobre nosotros, Boss —admitió Noeul, su voz temblorosa—. Mi padre está furioso... y mi madre está destrozada. Dicen que... que nos matarán si seguimos viéndonos.Boss suspiró profundamente, sus alas moradas brillando con un ligero resplandor mientras caminaba hacia él.—Sabía que este momento llegaría —dijo Boss, acercándose más—. Pero me duele saber que te está afectando tanto. No quiero que sufras por mí, Noeul.Noeul levantó la vista, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.—No es tu culpa, Boss. Nada de esto lo es. Solo... no sé qué hacer. No puedo imaginar mi vida sin ti, pero al mismo tiempo, temo lo que podría pasar.Boss extendió su mano y tomó la de Noeul, entrelazando sus dedos con una suavidad que parecía contradecir la inmensidad del problema que enfrentaban.—Noeul —empezó Boss, sus ojos llenos de una tristeza que Noeul jamás había visto en él—, me duele tanto verte así. Si pudiera, cambiaría las reglas del cielo, desafiaría todo, solo para que podamos estar juntos sin miedo. Pero incluso siendo un arcángel, hay cosas que no podemos controlar.—¿Qué estás diciendo? —preguntó Noeul, su corazón acelerándose con una mezcla de anticipación y temor.—Estoy diciendo que, si decides que esto es demasiado para ti... si crees que el peligro es demasiado grande... te dejaré ir. No quiero que vivas con este miedo constante por mi culpa.Noeul sintió un golpe en el pecho, como si el mundo bajo sus pies se estuviera desmoronando.—No, Boss... no digas eso —suplicó Noeul, aferrándose a la mano del arcángel—. No me dejes. No puedo imaginar mi vida sin ti. No me importa el peligro, no me importa lo que digan las reglas. Prefiero vivir un solo día contigo que una eternidad sin ti.Boss lo observó en silencio por un largo momento, y luego, con una mirada de pura devoción, se inclinó hacia él. Sin una palabra más, sus labios se encontraron en un beso lleno de ternura, desesperación y amor.Fue un beso que dijo todo lo que las palabras no podían expresar: la incertidumbre, el miedo, pero también la esperanza. Porque en ese momento, a pesar de todo, ambos sabían que no podían luchar contra lo que sentían el uno por el otro.Cuando se separaron, Boss apoyó su frente contra la de Noeul, sus respiraciones entrecortadas por la intensidad del momento.


—Si este es el camino que eliges —dijo Boss con voz ronca—, lo recorreré contigo. Pero no será fácil, Noeul. Y si las cosas se complican... puede que tengamos que enfrentarnos a más de lo que imaginamos.


Noeul, sin embargo, no dudó ni un segundo.


—Estoy dispuesto a enfrentarlo todo... mientras estés conmigo.


Boss esbozó una leve sonrisa, aunque sus ojos seguían reflejando preocupación.


—Entonces, no importa lo que venga, Noeul. No estaremos solos.


...

Los días pasaron lentamente, y cada uno de ellos se sintió interminable para Noeul. Desde aquel beso en el jardín celestial, Boss no había vuelto a aparecer. No había señal de él, ni siquiera una pista de su paradero. El silencio se había convertido en su única compañía, y con cada día que pasaba sin noticias de Boss, la incertidumbre en el corazón de Noeul crecía.Se sentaba en la ventana de su habitación, mirando el cielo celeste con la esperanza de ver algún rastro de las alas moradas que tanto añoraba. Pero todo lo que veía era el brillo usual del cielo angelical, tan hermoso como siempre, pero vacío sin él.Peat notó el cambio en su amigo. En un día normal, Noeul siempre tenía algo divertido que decir, siempre encontrando la manera de hacer sonreír a los demás, pero últimamente su risa había desaparecido.


—Noeul, ¿qué te pasa? —preguntó Peat una tarde, mientras ambos paseaban por los jardines. Fort caminaba un poco más adelante, dándoles espacio para hablar.


—Nada... —respondió Noeul, pero su voz sonaba apagada, casi sin vida.


Peat suspiró, sabía que no era "nada". Lo conocía demasiado bien.


—Vamos, sé que algo te preocupa. ¿Es por el arcángel? —insistió, mirándolo de reojo.Noeul se detuvo en seco, el sonido de esa palabra resonando como un eco doloroso en su mente.


—Es él, ¿verdad? No lo has visto desde... desde aquella vez.


Noeul asintió lentamente, sin atreverse a decir más. La verdad era que el miedo lo estaba consumiendo. No sabía si Boss estaba evitando verlo por elección propia o si algo más grave había ocurrido.


—No sé dónde está, Peat. No sé si está bien... si fue castigado por estar conmigo —confesó finalmente, su voz rota por la angustia contenida.


Peat puso una mano en su hombro, tratando de reconfortarlo.


—Sabes lo peligroso que era desde el principio, Noeul. Pero también sabes que Boss es fuerte. Si no ha aparecido, debe haber una razón importante.


—¿Y si está en peligro por mi culpa? —soltó Noeul, su voz llena de desesperación.


—No pienses así —respondió Peat, con firmeza—. No es culpa tuya. Él decidió estar contigo, a pesar de las reglas. Pero si te quedas aquí, consumido por el miedo, no podrás ayudarlo si lo necesita.


Las palabras de Peat hicieron eco en la mente de Noeul. Tenía razón. Boss era el arcángel del amor, poderoso y sabio, y había enfrentado el peligro muchas veces. Pero la incertidumbre lo estaba consumiendo.Esa noche, Noeul volvió a su habitación. Se recostó en su cama, mirando el techo y repasando los recuerdos que compartía con Boss. Aquel primer encuentro, la conexión inexplicable que habían sentido, el beso lleno de promesas.Las lágrimas que había reprimido durante días comenzaron a brotar sin control. No podía soportar más el no saber. ¿Dónde estaba Boss? ¿Por qué no había vuelto? ¿Había sido todo un error? La soledad era abrumadora.Finalmente, sus ojos se cerraron por el agotamiento, y se quedó dormido, esperando en su interior que, al despertar, todo fuera solo una pesadilla.


Al día siguiente...


Noeul se despertó con el sonido de pasos fuera de su habitación. El corazón le dio un vuelco, por un segundo imaginó que era Boss. Saltó de la cama y corrió hacia la puerta, abriéndola de golpe.


—¡Boss! —gritó con esperanza, pero al abrir la puerta se encontró con su madre.


—Noeul —dijo ella, mirándolo con preocupación—, ¿estás bien? No has salido de tu habitación en días.


El joven ángel bajó la cabeza, sintiendo el peso de la decepción. Su madre no sabía nada de su relación con Boss, y aunque lo había sospechado, no se atrevía a confesarlo. Tampoco quería preocuparla.


—Estoy bien, madre... solo necesito algo de tiempo —respondió con una sonrisa forzada.Pero la preocupación en los ojos de su madre no desapareció.


—Tu padre está preocupado por ti. Tal vez deberías hablar con él. Quizás él... pueda ayudarte —dijo ella, con suavidad, antes de alejarse.


Noeul cerró la puerta y volvió a la cama, más solo que nunca.

Angel's //BossNoeul// remasterizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora