El silencio de la dimensión de Kamui era ensordecedor. No había cielo, ni tierra, ni horizonte. Solo un vacío interminable que parecía absorber todo rastro de vida. Y en medio de esa nada, Kakashi estaba atrapado.
Su respiración aún era pesada, no solo por el agotamiento físico, sino por la confusión que lo embargaba. Sabía exactamente dónde estaba. Lo había visto antes, sentido antes. Esta dimensión no era ajena para él, pero lo que le resultaba desconocido era la sensación punzante que recorría su cuerpo: ansiedad, deseo, culpa. Todo se mezclaba de manera insoportable.
—No puedes escapar de mí aquí, Kakashi.
La voz de Obito resonó por toda la dimensión, como un eco que venía desde todas las direcciones a la vez. Kakashi intentó moverse, pero algo lo retenía. Sus manos estaban atadas a la espalda, inmovilizadas por cadenas que parecían hechas de la propia oscuridad. Luchó contra ellas, pero eran imposibles de romper.
Obito apareció a unos metros de distancia, emergiendo de las sombras como una presencia oscura e imponente. Caminaba con una calma perturbadora, como si supiera que tenía el control absoluto sobre todo lo que ocurría en ese lugar, especialmente sobre Kakashi.
—¿Por qué me trajiste aquí, Obito? —Kakashi gruñó, intentando mantener la calma, pero sabía que sus palabras carecían de convicción.
Obito no respondió de inmediato. En lugar de eso, se acercó lentamente, sus ojos rojos brillando con una mezcla de furia y deseo. Se detuvo justo frente a Kakashi, agachándose para quedar a la altura de sus ojos.
—No puedo dejarte vagar libremente. No después de lo que ocurrió la última vez. —Sus palabras eran suaves, casi susurradas, pero el veneno en su tono era palpable.
Kakashi apretó los dientes. Sabía a qué se refería Obito. El último encuentro que habían tenido, la noche bajo las estrellas, había sido algo más que físico. Había sido un momento de debilidad, de deseo reprimido que finalmente había estallado. Pero ahora, en esta dimensión, todo era diferente. No había escapatoria. Obito tenía el control total.
—No puedes controlarme, Obito —dijo Kakashi con voz áspera, intentando sonar desafiante.
Obito sonrió con frialdad.
—¿Controlarte? —Se inclinó más cerca, su aliento cálido rozando la piel de Kakashi—. Ya lo hago.
Antes de que Kakashi pudiera responder, Obito lo empujó bruscamente hacia el suelo, haciéndolo caer de rodillas. Las cadenas que lo ataban se tensaron aún más, impidiendo cualquier intento de resistencia. Estaba atrapado, tanto física como emocionalmente, y ambos lo sabían.
—Siempre has sido mío, Kakashi —murmuró Obito, inclinándose sobre él—. Desde el principio.
El corazón de Kakashi se aceleró. Sabía que parte de lo que Obito decía era verdad. Había una conexión entre ellos que no podía ignorar, un vínculo que iba más allá de la amistad, más allá de la traición. Pero lo que estaban haciendo ahora, lo que estaban viviendo, era una distorsión de todo lo que alguna vez habían sido.
Obito tomó su rostro con una mano, obligándolo a levantar la mirada. Sus ojos se encontraron, y por un breve momento, Kakashi pudo ver algo más allá del odio en los ojos de Obito. Dolor. Un rastro de la persona que alguna vez había sido su compañero, su amigo. Pero ese destello desapareció tan rápido como había aparecido.
—No tienes idea de cuánto te he esperado —dijo Obito, su tono se volvió más grave—. Cuántas veces he imaginado este momento.
Kakashi intentó responder, pero las palabras murieron en su garganta cuando Obito lo besó de nuevo. Esta vez, el beso no fue tan brutal como el anterior, pero seguía cargado de una intensidad peligrosa. Las cadenas que lo ataban parecían apretar aún más, como si respondieran al deseo que envolvía a ambos.
Obito se separó apenas unos centímetros, dejando que sus labios rozaran los de Kakashi mientras hablaba.
—Dime, ¿por qué no te resistes? —preguntó, con una sonrisa sombría en sus labios.
Kakashi respiró hondo, tratando de mantener la compostura. Pero el deseo que había sentido durante tantos años por Obito, ese sentimiento prohibido que siempre había reprimido, ahora estaba ahí, expuesto. Intentar negarlo sería inútil.
—Porque... no puedo. —La confesión salió de sus labios antes de que pudiera detenerse.
Obito lo miró con una intensidad que lo hizo estremecer. Se inclinó aún más cerca, sus labios rozando el cuello de Kakashi mientras hablaba en un susurro.
—Eso pensé.
De repente, Obito liberó una de las cadenas que lo ataban, solo para aferrar su cuello con una mano, tirando de él hacia su cuerpo. Kakashi jadeó, su cuerpo reaccionando instintivamente ante el contacto. Era una batalla interna, una en la que sabía que iba a perder.
Obito lo levantó bruscamente, llevándolo hacia una de las estructuras flotantes de la dimensión. El ambiente frío y vacío parecía amplificar cada sensación, cada roce. Kakashi fue empujado contra una de las paredes, con Obito cubriéndolo por completo, su respiración cada vez más errática.
—¿Esto es lo que querías, Kakashi? —murmuró Obito, sus manos viajando por el cuerpo del otro, explorándolo con urgencia.
Kakashi cerró los ojos, sabiendo que no podía mentir. En el fondo, había algo en esta situación que lo consumía, que lo hacía querer más. Siempre había habido algo entre ellos, algo que no se podía explicar, y ahora, en esta dimensión, ese algo estaba tomando el control.
Sus labios se encontraron una vez más, esta vez con menos furia, pero con igual intensidad. Las manos de Obito eran firmes, controladoras, pero había un trasfondo de necesidad que Kakashi podía sentir. No solo era deseo físico, era una desesperación más profunda, como si ambos estuvieran tratando de llenar un vacío que nunca podrían satisfacer por completo.
La ropa de Kakashi fue despojada rápidamente, y el frío de la dimensión contrastaba con el calor de los cuerpos que ahora se movían en perfecta sincronía. Los gemidos de Kakashi se mezclaban con los susurros de Obito, creando una melodía oscura y prohibida que resonaba en el vacío infinito.
—Eres mío, siempre lo has sido —murmuró Obito, mientras sus labios recorrían cada rincón de la piel de Kakashi.
El clímax del encuentro fue tan intenso como el propio odio que habían compartido durante años. Era un caos emocional, una tormenta de sentimientos contradictorios que los envolvía por completo. Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento, pero ninguna de las heridas emocionales había sanado. De hecho, solo se habían profundizado.
Kakashi, aún atado, respiraba pesadamente, su cuerpo temblando por el impacto de lo que acababa de suceder. Obito lo miraba desde arriba, su expresión ahora más neutral, pero sus ojos revelaban una mezcla de satisfacción y dolor.
—Esto es solo el principio —dijo Obito en voz baja—. No dejaré que escapes, Kakashi.
Sin más palabras, Obito lo dejó solo en la dimensión de Kamui, atrapado en sus pensamientos y emociones. La guerra seguía fuera de ese lugar, pero dentro de ese espacio, el verdadero campo de batalla era entre ellos dos.
ESTÁS LEYENDO
Sombras del Pasado: Fuego y Venganza - ObiKaka
FanfictionLa Cuarta Gran Guerra Ninja está en su punto álgido, y Obito Uchiha ha revelado su verdadera identidad al mundo. Kakashi se enfrenta a una verdad que lo destroza: su antiguo amigo no solo está vivo, sino que es el hombre detrás de gran parte de la d...