Capítulo 6: Reflejos en la Oscuridad

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El campamento se encontraba en una inquietante calma. Las fogatas parpadeaban débilmente en la oscuridad, mientras los ninjas dormían profundamente, agotados por la constante batalla que libraban en el campo. Pero en medio de la aparente tranquilidad, Kakashi no podía encontrar descanso.

Sus pensamientos lo traicionaban. Cada vez que cerraba los ojos, lo único que veía eran los de Obito, ese resplandor carmesí del Sharingan, esos labios que habían reclamado los suyos con una mezcla de furia y necesidad. El deseo seguía ardiendo bajo su piel, pero lo que lo perturbaba más era lo que representaba todo aquello. Era más que solo deseo; era un conflicto interno que lo estaba destruyendo.

Kakashi se incorporó, sentándose en su tienda de campaña, con el corazón palpitando con fuerza. Miró alrededor, asegurándose de que nadie lo viera. Sabía que no podía seguir ignorando lo que sucedía entre ellos, pero al mismo tiempo, no sabía cómo enfrentarlo. Obito lo estaba arrastrando al borde de un precipicio del cual no sabía si podría volver.

Decidido a despejar su mente, se levantó silenciosamente y salió al exterior, dejando atrás el campamento. Necesitaba aire, necesitaba pensar. Caminó por el bosque, escuchando el susurro del viento entre los árboles. Pero incluso en la soledad de la noche, el recuerdo de Obito seguía persiguiéndolo.

No estaba solo.

Antes de que pudiera reaccionar, una presencia familiar lo rodeó. Kakashi giró bruscamente, su mano instintivamente yendo hacia su kunai, pero una voz baja y profunda lo detuvo en seco.

No tiene sentido luchar contra esto, Kakashi.

Obito apareció entre las sombras, su figura alta y oscura deslizándose hacia él como una sombra misma. Kakashi sintió su cuerpo tensarse, pero no por miedo, sino por la anticipación de lo que estaba a punto de suceder. Sabía, sin lugar a dudas, que este encuentro sería inevitable desde el momento en que ambos se habían tocado en Kamui.

Obito... —susurró Kakashi, su voz apenas un murmullo en el viento nocturno—. ¿Qué quieres de mí?

La pregunta flotó en el aire, cargada de todo el dolor, el deseo y la confusión que lo consumían.

Obito se acercó más, hasta estar frente a él, sus ojos rojizos brillando en la oscuridad. La intensidad en su mirada era abrumadora, y Kakashi sintió cómo su cuerpo respondía instintivamente a esa cercanía. El deseo volvía a arder entre ellos, imparable.

Lo sabes bien, Kakashi. —La voz de Obito era un susurro cargado de peligro y promesa—. Lo que siempre he querido.

Con un movimiento rápido y seguro, Obito lo empujó contra un árbol, su mano presionando el pecho de Kakashi con firmeza. Kakashi jadeó, no tanto por el golpe, sino por la electricidad que corría por su cuerpo con el simple toque de Obito. Cada encuentro entre ellos era como una chispa que encendía un fuego descontrolado.

Obito lo observó por un largo momento, su rostro muy cerca del de Kakashi, tanto que podía sentir su respiración. Los labios de Obito estaban a centímetros de los suyos, pero esta vez no se apresuró a reclamarlo como antes.

¿Vas a seguir negándolo? —preguntó Obito, sus ojos clavados en los de Kakashi—. ¿Vas a seguir fingiendo que no me deseas, que no eres mío?

Kakashi sintió una oleada de emociones atravesarlo. Quería gritar, quería apartarse, pero su cuerpo ya había cedido a la realidad de sus sentimientos. No había forma de negar lo que Obito despertaba en él. El deseo era innegable, pero lo que más lo perturbaba era que, de alguna manera, sentía que Obito tenía razón.

Esto... no está bien, Obito —logró susurrar, aunque sus manos traicionaban sus palabras al aferrarse a los brazos de su antiguo compañero. Lo que decían sus labios no coincidía con lo que hacía su cuerpo.

Obito sonrió levemente, un destello oscuro en sus ojos.

¿Y qué es lo que está bien, Kakashi? —preguntó, inclinándose más cerca, hasta que sus labios rozaron los de Kakashi, sin llegar a besarlo del todo—. ¿Pretender que podemos ser enemigos y nada más? ¿Seguir ignorando lo que está pasando entre nosotros?

Kakashi cerró los ojos, sus labios temblando bajo el peso de las palabras de Obito. Cada frase calaba profundo en él, removiendo el caos interno que lo consumía. Sabía que Obito tenía razón. No podían seguir ignorándolo. Lo que estaba sucediendo entre ellos era algo mucho más fuerte que cualquier razón o lógica.

Antes de que pudiera responder, Obito tomó su rostro con ambas manos, con una mezcla de firmeza y ternura. El beso que siguió fue devastador. Fue intenso, lleno de todas las emociones que ambos habían reprimido durante años. No había suavidad, solo una urgencia feroz que los envolvía por completo.

Kakashi jadeó contra los labios de Obito, su cuerpo arqueándose involuntariamente hacia él, incapaz de resistir la fuerza del deseo que lo envolvía. Sus manos, que momentos antes habían intentado apartarlo, ahora lo agarraban con fuerza, como si temiera que si lo soltaba, caería en un vacío sin fin.

Obito profundizó el beso, su lengua invadiendo la boca de Kakashi con una posesividad que lo hacía temblar. Kakashi sintió cómo sus pensamientos se desvanecían, cómo todo lo que le importaba se reducía a ese momento, a ese contacto abrumador que lo hacía sentir vivo de una manera que no había experimentado en años.

Nunca dejaré que te alejes de mí, Kakashi —murmuró Obito contra sus labios, sus manos recorriendo la espalda de Kakashi con movimientos precisos y seguros—. No importa lo que digas, siempre regresarás a mí.

Kakashi abrió los ojos, encontrándose con la intensidad de la mirada de Obito. Esas palabras eran una sentencia, una verdad inquebrantable. Sabía que no podía escapar, y aunque parte de él se rebelaba ante la idea de ser consumido por Obito, otra parte lo deseaba desesperadamente.

Obito... —susurró, su voz rota por el deseo y la confusión.

Obito no respondió, al menos no con palabras. En su lugar, dejó que sus manos y su cuerpo hablaran por él. El contacto entre ellos se volvió más feroz, más demandante, mientras ambos se sumergían en una tormenta de sensaciones que los envolvía por completo.

Los jadeos de Kakashi resonaban en la oscuridad del bosque, mientras sus manos se aferraban a Obito como si fuera lo único que lo mantenía conectado a la realidad. Y tal vez lo era. Porque, en ese momento, Obito era todo lo que importaba.

El mundo seguía girando, la guerra seguía librándose, pero en ese rincón oscuro del bosque, solo existían ellos dos. Y en ese espacio, las reglas del mundo dejaban de tener sentido.

Sombras del Pasado: Fuego y Venganza - ObiKakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora