Capítulo 8: Más Allá del Deseo

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El silencio entre ellos no duró mucho. La luz de la luna se filtraba a través de la abertura de la tienda, iluminando los cuerpos entrelazados de Kakashi y Obito. La intimidad física no había calmado la tormenta interior que ambos llevaban arrastrando. Más bien, la había encendido aún más.

Kakashi, tumbado sobre el suelo, sintió el peso del cuerpo de Obito a su lado, su piel aún cálida por el reciente encuentro. Los latidos de su corazón aún resonaban en sus oídos, como un eco constante que le recordaba lo que acababa de suceder. Pero no podía evitar la sensación de que, a pesar de todo, algo andaba terriblemente mal.

Obito giró hacia él, apoyando su codo en el suelo mientras lo observaba con ojos oscuros y penetrantes. Su mirada no era la de un hombre satisfecho. Era la de alguien que no había obtenido todo lo que quería, y Kakashi lo sabía. El deseo de Obito nunca era solo físico, había algo más profundo, más oscuro que lo motivaba.

No puedes seguir huyendo de esto, Kakashi —dijo Obito, su voz baja pero cargada de una intensidad que hacía eco en el silencio.

Kakashi no respondió de inmediato. Sabía que Obito no hablaba solo del momento físico que habían compartido, sino de algo más grande, algo que había estado entre ellos desde el día en que ambos tomaron caminos diferentes en la vida. La traición, la pérdida, el odio... y ese amor no correspondido que ahora había florecido en una pasión destructiva.

No estoy huyendo... —Kakashi susurró, aunque sabía que no era del todo cierto. Había estado huyendo toda su vida.

Obito sonrió, una sonrisa oscura, como si pudiera leer los pensamientos de Kakashi sin necesidad de palabras.

Siempre has sido así —dijo, su mano levantándose para trazar una línea suave a lo largo de la mandíbula de Kakashi—. Huyendo de lo que realmente sientes. Fingiendo que puedes mantener el control cuando, en realidad, ya lo perdiste hace mucho tiempo.

Kakashi cerró los ojos ante el toque de Obito, su cuerpo respondiendo instintivamente. Había perdido el control, eso lo sabía, pero no quería admitirlo. No cuando la guerra aún ardía a su alrededor, no cuando su deber lo llamaba constantemente a ser fuerte, a no ceder ante las emociones que lo consumían.

Esto no puede seguir así —dijo finalmente, su voz apenas un susurro. Pero incluso mientras decía esas palabras, Kakashi sabía que no había convicción en ellas. El deseo que sentía por Obito lo estaba devorando, y por más que intentara negarlo, no podía.

Obito se inclinó sobre él, su rostro acercándose peligrosamente al de Kakashi. El calor entre ellos era palpable, una chispa a punto de encenderse de nuevo.

No puedes detenerlo, Kakashi. No lo que sentimos, no lo que somos. —Obito bajó la mirada, su voz más baja—. Este es nuestro destino, y lo sabes.

Kakashi abrió los ojos, encontrándose con los de Obito a solo centímetros de distancia. La proximidad era intoxicante, pero también aterradora. Porque sabía que, una vez más, si se rendía a esto, estaría cruzando una línea de la que no habría retorno.

Pero antes de que pudiera responder, Obito lo tomó nuevamente con una fuerza irresistible. Esta vez, no hubo suavidad en su toque, sino un ardiente deseo que lo envolvía. El calor de su cuerpo, el peso de sus manos sobre la piel de Kakashi, todo era una declaración de poder, de posesión. Y Kakashi, a pesar de todo, se rindió una vez más.

Los labios de Obito cayeron sobre los suyos con una urgencia aún mayor que la vez anterior. El beso fue feroz, salvaje, como si todo el conflicto entre ellos se resolviera en ese contacto físico. Kakashi respondió con igual intensidad, dejando que todo el dolor, la confusión y el deseo que había estado acumulando se liberara en ese momento.

Los dedos de Obito se movieron rápidamente, despojando a Kakashi de cualquier barrera que quedara entre ellos. No había espacio para la delicadeza en ese encuentro. Ambos sabían que estaban en el límite de algo mucho más grande que ellos mismos, y solo podían entregarse a ello.

Kakashi jadeó cuando Obito lo empujó de espaldas contra el suelo, sus manos sujetando con firmeza sus muñecas sobre su cabeza. La sensación de ser controlado por Obito, de estar completamente a merced de él, lo excitaba y aterraba al mismo tiempo. Pero no podía evitarlo. El placer que sentía era demasiado poderoso, y sus propios pensamientos ya no importaban.

Obito lo miró fijamente, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de deseo y algo más profundo, algo que Kakashi no estaba seguro de querer entender.

Siempre serás mío, Kakashi —susurró Obito antes de inclinarse hacia él de nuevo, sus labios reclamándolo una vez más.

Kakashi dejó escapar un gemido, su cuerpo temblando bajo el toque de Obito. Sabía que ya no podía luchar contra esto. Obito lo había reclamado, no solo en cuerpo, sino en alma. Y, por más que quisiera negarlo, ya no podía hacerlo.

La intensidad del encuentro alcanzó nuevas alturas. Cada toque, cada susurro, cada jadeo entre ambos era una afirmación de lo que compartían, de lo que no podían evitar. El aire se llenaba del sonido de su respiración entrecortada, de sus cuerpos moviéndose en perfecta sincronía, como si el destino mismo los hubiera reunido para ese momento.

Y mientras todo alcanzaba su punto culminante, Kakashi supo, en lo más profundo de su ser, que ya no había vuelta atrás. Obito era su mayor enemigo, su mayor aliado, su mayor deseo.

Cuando finalmente el momento culminó, ambos quedaron tendidos uno junto al otro, respirando con dificultad mientras el sudor cubría sus cuerpos. Kakashi cerró los ojos, dejándose llevar por la oleada de emociones que lo invadían. El deseo, la culpa, la satisfacción, la confusión. Todo lo envolvía como una marea.

Obito se quedó en silencio por un largo rato, su mirada perdida en el techo de la tienda mientras su respiración se volvía más lenta. Kakashi, por su parte, sintió el peso de lo que acababa de suceder. Esto no era solo físico, y ambos lo sabían.

Te lo dije, Kakashi —murmuró Obito finalmente, su voz más suave esta vez—. No puedes escapar de esto.

Kakashi abrió los ojos, encontrándose una vez más con la mirada de Obito. En esos ojos oscuros, vio todo lo que había intentado negar durante tanto tiempo. Todo lo que ambos habían sido, y todo lo que serían.

No estoy escapando... —susurró Kakashi, finalmente aceptando la verdad que había intentado ignorar—. Pero esto... esto es más grande que nosotros, Obito.

Obito sonrió ligeramente, pero había algo sombrío en esa sonrisa. Se acercó a Kakashi, apoyando una mano sobre su pecho, justo donde su corazón latía con fuerza.

Lo sé, Kakashi. Pero eso no cambia lo que siento. Y tampoco lo que tú sientes.

El silencio volvió a caer sobre ellos, pero esta vez no era incómodo. Era el silencio de dos almas que habían compartido algo mucho más profundo que el simple deseo físico. Era el silencio de dos hombres que, aunque estuvieran en lados opuestos de una guerra, no podían negar lo que los unía.

Y aunque sabían que el futuro era incierto, en ese momento, lo único que importaba era que, por primera vez, no estaban huyendo de lo que sentían.

Sombras del Pasado: Fuego y Venganza - ObiKakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora