Capítulo 7: La Tempestad Interior

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Los días habían pasado desde el último encuentro en el bosque, pero el eco de lo sucedido seguía envolviendo a Kakashi como una niebla impenetrable. Cada vez que cerraba los ojos, podía sentir a Obito, sus labios, sus manos, esa urgencia con la que lo había reclamado. Y lo peor de todo: su propio cuerpo seguía deseándolo.

Se encontraba en su tienda de campaña, sentado frente a una fogata moribunda mientras intentaba enfocarse en el informe de la misión. Pero las palabras se deslizaban entre sus dedos, incomprensibles, mientras su mente viajaba hacia aquel momento prohibido que compartió con Obito.

"¿Cómo puedo seguir adelante sabiendo lo que siento?"

Sabía que no podía seguir ignorando la realidad de lo que había entre ellos, pero tampoco podía permitirse caer por completo en ese abismo de emociones que amenazaba con consumirlo. La guerra seguía librándose, y sus aliados dependían de él.

Una ráfaga de viento frío apagó la fogata, y Kakashi levantó la vista. De inmediato sintió una presencia familiar. Obito.

Debería haberlo sabido —murmuró para sí mismo antes de levantarse lentamente, su mano instintivamente acercándose a su kunai, aunque ambos sabían que no lo usaría.

Sigues fingiendo que puedes luchar contra esto —la voz profunda de Obito resonó en la oscuridad, acercándose desde las sombras como un depredador acechando a su presa. Su figura emergió, alta y oscura, sus ojos brillando con esa intensidad que Kakashi ya reconocía demasiado bien.

¿Qué quieres esta vez? —preguntó Kakashi, su tono cansado, pero aún decidido. Sabía que ya no se trataba solo de enfrentarse en batalla, sino de algo mucho más profundo.

Lo sabes perfectamente, Kakashi. —Obito dio un paso más cerca, dejando que el peso de sus palabras cayera sobre ambos—. Tú.

Kakashi cerró los ojos un momento, luchando contra el torbellino de emociones que lo arrastraba. Cada parte de su ser le gritaba que debía detener esto, que no había futuro en lo que Obito le ofrecía. Pero su cuerpo, traicioneramente, ya había tomado una decisión distinta.

Antes de que pudiera detenerlo, Obito ya estaba frente a él, su presencia era tan dominante que llenaba todo el espacio entre ellos. El aire se volvió denso, cargado de una electricidad invisible que amenazaba con estallar en cualquier momento.

Obito... —Kakashi comenzó, pero fue silenciado por un dedo que se posó sobre sus labios.

No más palabras —ordenó Obito en un tono bajo, pero cargado de autoridad—. Solo esto.

Y entonces, sin previo aviso, Obito lo tomó con fuerza por la cintura, atrayéndolo hacia sí con una urgencia innegable. Sus labios chocaron con los de Kakashi, esta vez más salvajes, más desesperados que nunca.

Kakashi no pudo evitar responder de inmediato. Su mente seguía atrapada en el conflicto, pero su cuerpo se rendía sin resistencia. El calor que surgía entre ellos era sofocante, cada roce de los labios de Obito encendía una chispa que rápidamente se convertía en fuego. Sus manos se aferraron a la capa de Obito, aferrándose como si aquello fuera lo único que lo mantenía anclado a la realidad.

Obito, por su parte, no tenía intención de ceder. Lo quería todo. Quería a Kakashi rendido ante él, no solo físicamente, sino en alma. Y lo iba a conseguir.

Con un movimiento brusco, Obito lo empujó hacia el suelo de la tienda, su cuerpo cubriendo el de Kakashi mientras lo miraba fijamente. El deseo en sus ojos era innegable, pero también había algo más profundo, algo que Kakashi no estaba seguro de querer explorar.

Te he estado esperando por demasiado tiempo —susurró Obito, su voz ronca mientras sus manos recorrían el pecho de Kakashi, despojándolo lentamente de su ropa. Cada movimiento era deliberado, cada toque encendía más ese fuego que los consumía.

Kakashi jadeó, su respiración descontrolada mientras su piel reaccionaba al toque de Obito como si fuera la primera vez. Cada centímetro de su cuerpo estaba despierto, vibrando de deseo y ansiedad. No quería rendirse a esto, pero la verdad era que ya lo había hecho.

Esto... no está bien... —logró decir entre jadeos, aunque sus manos traicionaban sus palabras al aferrarse a Obito con más fuerza, atrayéndolo más cerca.

Obito sonrió con una mezcla de desafío y satisfacción. Se inclinó, sus labios rozando el cuello de Kakashi, dejando un rastro de besos húmedos que lo hicieron temblar.

No se trata de lo que está bien o mal —susurró Obito contra su piel—. Se trata de lo que somos. Y tú y yo no podemos escapar de esto.

Los labios de Obito descendieron por el torso de Kakashi, arrancando suspiros y jadeos de su compañero mientras exploraba cada rincón de su piel con devoción y posesión. El tiempo parecía detenerse, y todo lo que existía en ese momento era la conexión entre ellos, esa lucha continua entre el deseo y el dolor que compartían.

Kakashi cerró los ojos, entregándose por completo al momento. Ya no había lugar para la resistencia. Sus pensamientos se desvanecían, reemplazados por la intensidad del contacto físico, por el calor abrumador que llenaba el aire entre ellos.

Obito continuó explorando cada rincón de su cuerpo con una mezcla de intensidad y ternura, como si en esos momentos pudiera reclamarlo por completo, no solo en lo físico, sino también en lo emocional. Cada movimiento estaba cargado de años de historia, de resentimientos, de amor no correspondido, de todo lo que ambos habían perdido.

Siempre serás mío —murmuró Obito, su voz baja pero llena de convicción, mientras sus manos seguían trazando caminos invisibles por la piel de Kakashi—. Aunque el mundo se desmorone a nuestro alrededor, siempre serás mío.

Kakashi apenas pudo responder, atrapado en una maraña de emociones que lo arrastraban hacia lo más profundo de sí mismo. Sabía que no había vuelta atrás. Obito lo había reclamado, y él, en el fondo, había permitido ser reclamado.

La intensidad de su conexión física alcanzó un punto de no retorno. Los jadeos de Kakashi llenaban el silencio de la noche mientras Obito continuaba reclamando cada parte de él, con un dominio que bordeaba lo implacable. El deseo que los consumía era violento, innegable, pero también profundamente emocional. Cada toque, cada susurro, llevaba consigo el peso de todo lo que habían vivido juntos, y todo lo que no podían cambiar.

Cuando finalmente todo culminó, el silencio que quedó entre ellos fue profundo, pero no incómodo. Kakashi permaneció tendido en el suelo, su pecho subiendo y bajando rápidamente mientras recuperaba el aliento. A su lado, Obito lo observaba en silencio, su expresión indescifrable pero llena de una satisfacción que iba más allá de lo físico.

Lo habían hecho. Habían cruzado una línea de la que no había retorno.

Kakashi giró su cabeza hacia Obito, sus ojos buscando respuestas en el rostro de su compañero, pero no encontró ninguna. Solo encontró la misma intensidad que había visto en cada encuentro, esa mezcla de amor, odio y desesperación que los había llevado a ese momento.

Esto... no cambia nada —murmuró Kakashi, aunque en el fondo sabía que no era cierto.

Obito sonrió levemente, un destello oscuro en su mirada.

No, Kakashi. Esto lo cambia todo.

Sombras del Pasado: Fuego y Venganza - ObiKakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora