Capítulo 5: Bajo el Manto de la Noche

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Las sombras del bosque envolvían a Kakashi y Obito, creando un refugio oscuro y privado donde ambos podían liberar la tensión que ardía entre ellos. El aire estaba cargado, denso con la presencia de lo no dicho, mientras sus cuerpos se movían con una familiaridad que se sentía tan natural como peligrosa.

Kakashi había dejado de resistir. No porque no quisiera, sino porque su voluntad se encontraba atrapada entre el deseo y la culpa. Cada roce de las manos de Obito, cada beso violento y apasionado, lo arrastraba más y más hacia un abismo del cual no estaba seguro si quería escapar. El amor y el odio se entrelazaban en un baile caótico que le robaba el aliento.

Obito, por su parte, no cedía ni un milímetro de control. Su mirada se mantenía fija en Kakashi, ese brillo oscuro en sus ojos revelaba una mezcla de resentimiento y deseo que lo consumía por dentro. A pesar de todo lo que había hecho, a pesar de todo lo que había perdido, Obito seguía necesitando a Kakashi de una manera que no podía explicar.

Eres mío, Kakashi. Lo sabes, ¿verdad? —susurró Obito, con una voz tan baja que se confundía con el susurro del viento entre las hojas. Sus labios viajaban por el cuello de Kakashi, dejando una marca de posesión en cada lugar donde se detenían.

Kakashi no respondió de inmediato. Las palabras de Obito le calaban hondo, pero no podía negar lo que sentía en lo más profundo. Había pasado años convenciéndose de que Obito estaba muerto, de que el amigo que había conocido no existía más. Pero ahora, frente a él, todo ese autoengaño se desmoronaba. Obito seguía siendo una parte inseparable de su ser.

No... no puedo hacer esto —jadeó Kakashi, aunque su cuerpo ya había cedido al toque de Obito. Sus manos se aferraban a los brazos de su antiguo compañero, incapaces de apartarse.

Sí puedes —insistió Obito, llevándose los labios de Kakashi una vez más con una mezcla de furia y necesidad. El beso era todo menos suave. Era una afirmación de poder, de control. Era una guerra en la que ninguno de los dos estaba dispuesto a rendirse.

Kakashi se encontraba perdido en ese beso, en el roce de la piel de Obito contra la suya, en la presión implacable de sus manos que exploraban cada rincón de su cuerpo. Cada pensamiento racional que intentaba formar era sofocado por una ola de deseo que lo arrastraba una y otra vez hacia el mismo punto: Obito lo tenía, lo poseía, lo controlaba.

Pero aunque su cuerpo respondía, su mente estaba llena de preguntas sin respuesta. ¿Era este realmente el destino que ambos habían elegido? Obito había renunciado al mundo, había caído en la oscuridad, pero... ¿era esto lo que él quería?

Kakashi sintió que su respiración se aceleraba cuando las manos de Obito comenzaron a deslizarse bajo su ropa, recorriendo su piel con una familiaridad que lo hacía temblar. No podía negar el placer que sentía, pero tampoco podía ignorar el peso de todo lo que esto significaba. Este encuentro no era solo físico; era una colisión de sus almas desgarradas.

Obito... —susurró, su voz quebrándose entre jadeos—. No podemos... seguir así...

Obito detuvo sus caricias por un instante, sus ojos oscuros brillando a la luz de la luna que apenas se filtraba entre los árboles. Su expresión era ilegible, pero había un destello de algo en su mirada: algo más profundo que el deseo, algo que Kakashi no había visto en mucho tiempo.

¿Y qué sugieres, Kakashi? —respondió Obito en un tono frío pero cargado de emoción contenida—. ¿Qué otra opción tenemos? Tú no me dejarás ir... y yo nunca lo haré. No existe un mundo para nosotros donde estemos separados. Ya no.

Kakashi sintió que esas palabras perforaban lo más profundo de su ser. Porque, aunque no quería admitirlo, Obito tenía razón. Habían sido forjados por las mismas cicatrices, por las mismas decisiones y traiciones. Por más que intentara escapar de ello, estaban entrelazados en un destino del cual no había escape.

Pero entonces, un sonido rompió el silencio.

Ambos se tensaron de inmediato, con los sentidos agudizados. Kakashi apartó la vista de Obito por primera vez en lo que parecían horas, enfocándose en el origen del ruido. Sus cuerpos aún estaban entrelazados, pero el peligro inminente cortó la atmósfera con una precisión fría.

Alguien se acerca —susurró Kakashi, su voz volviendo a adoptar la seriedad de un shinobi en misión.

Obito asintió levemente, sus ojos ahora alertas mientras escaneaba el entorno. El deseo que había llenado el aire se disipó rápidamente, reemplazado por la urgencia de la situación.

Debemos irnos —dijo Obito en un tono bajo pero firme, sus manos soltando a Kakashi a regañadientes. Pero mientras lo hacía, sus dedos se deslizaron suavemente por la muñeca de Kakashi, como una última promesa de que esto no había terminado.

Kakashi asintió en silencio, su corazón aún latiendo con fuerza por todo lo que había sucedido. Sin embargo, sabía que no era el momento para dejarse llevar por las emociones. La guerra seguía su curso, y ellos no podían permitirse ser descubiertos así, juntos.

Ambos desaparecieron en las sombras del bosque, moviéndose con la precisión de ninjas veteranos, pero ahora con una nueva complicidad entre ellos. Esa noche había sellado algo irrevocable entre ambos, algo que no podía ignorarse, no importa cuánto intentaran dejarlo atrás.

Mientras se alejaban en silencio, Kakashi no pudo evitar mirar una última vez a Obito. Había tantas cosas sin decir, tantas heridas que no se cerrarían con simples palabras o caricias. Pero algo estaba claro: este no sería el último encuentro. La próxima vez, cuando estuvieran a solas de nuevo, todo volvería a encenderse con más intensidad.

Porque lo que había entre ellos no era solo deseo, ni era solo odio. Era algo más grande, algo que se sentía como una fuerza imparable que los arrastraba, una y otra vez, el uno hacia el otro.

Sombras del Pasado: Fuego y Venganza - ObiKakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora