Capítulo 4: La Oscuridad del Corazón

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El amanecer se filtraba a través de las copas de los árboles, mientras Kakashi permanecía inmóvil, observando el lugar donde Obito había desaparecido la noche anterior. Sus dedos aún sentían el roce de las manos de su antiguo compañero, y su cuerpo, aunque exhausto, seguía latiendo con el recuerdo de lo que había sucedido. Obito había marcado su piel, pero también su alma.

Kakashi sabía que tenía que seguir adelante, pero ¿cómo podría hacerlo cuando cada paso parecía arrastrarlo más hacia las sombras de su pasado? Se ajustó la máscara, sintiendo el peso de los recuerdos presionando su pecho. Debía encontrar a Naruto y a los demás. Debía continuar con la guerra. Pero cada pensamiento volvía a Obito.

El camino hacia la siguiente batalla se alargaba frente a él como una serpiente sinuosa, llena de incertidumbre. Mientras avanzaba, los recuerdos del encuentro en Kamui y de la reciente noche volvieron a inundar su mente. Era imposible ignorar lo que Obito despertaba en él.

Obito se encontraba en su propia dimensión, el silencio absoluto lo envolvía. Había dejado a Kakashi una vez más, pero la sensación de su piel, el sonido de sus jadeos, seguía persiguiéndolo como un eco interminable. Obito cerró los ojos, su mandíbula apretada con frustración.

¿Qué era lo que realmente quería? Durante tanto tiempo, había alimentado su odio hacia Kakashi, creyendo que ese era el motor que lo impulsaba. Pero en el fondo, había algo mucho más oscuro, una necesidad de poseerlo, de doblegarlo, de hacerlo suyo de una manera que ni siquiera él comprendía por completo.

Obito respiró profundamente, intentando calmarse. No podía permitirse distracciones. Había cosas más grandes en juego: la guerra, el Proyecto Tsuki no Me, el mundo que quería crear. Y, sin embargo, Kakashi seguía apareciendo en su mente, nublando sus planes con una intensidad abrumadora.

"Esto no puede seguir así", se dijo a sí mismo. Pero las palabras se sentían vacías, huecas. Porque, en el fondo, sabía que Kakashi era una parte de él que no podía ignorar.

Horas más tarde, Kakashi llegó al campamento donde Naruto, Sakura y los demás se preparaban para la siguiente batalla. El ambiente estaba cargado de tensión, pero Kakashi, con su habilidad para ocultar sus emociones, se integró rápidamente a las actividades del grupo. Nadie podía notar el caos que se arremolinaba dentro de él.

Naruto se acercó, su expresión llena de preocupación.

Kakashi-sensei, ¿estás bien? Te ves un poco... distante —preguntó el joven ninja, sus ojos brillando con esa mezcla de energía y determinación que siempre lo caracterizaba.

Kakashi lo miró por un momento, antes de asentir.

Estoy bien, Naruto. Solo... tengo muchas cosas en mente. —Era la verdad, pero no toda la verdad. Porque lo que realmente lo consumía era Obito.

Naruto lo observó por un momento más, pero decidió no presionar. Sabía que su maestro tenía sus propios demonios internos, y aunque quería ayudarlo, había aprendido a respetar su espacio.

Kakashi, sin embargo, no podía dejar de pensar en las palabras de Obito: "Nunca terminará entre nosotros." Esas palabras habían calado hondo en él, y sabía que eran ciertas. Obito nunca lo dejaría ir.

La noche cayó una vez más sobre el campamento, y mientras todos descansaban, Kakashi se quedó despierto, incapaz de encontrar la paz. Se alejaba en silencio del campamento, buscando la soledad en el borde del bosque cercano.

Pero no estaba solo.

Antes de que pudiera reaccionar, un frío familiar lo rodeó, y una mano lo sujetó con fuerza por el brazo. Kakashi no necesitó mirar para saber quién era.

Obito... —susurró, su voz cargada de una mezcla de resignación y expectación.

Sabías que volvería —respondió Obito, su voz baja pero llena de una determinación inquebrantable. Lo giró para enfrentarlo, y Kakashi pudo ver el brillo rojo de su Mangekyō Sharingan bajo la máscara rota—. Esto no ha terminado, Kakashi. Ni siquiera ha comenzado.

Kakashi intentó apartarse, pero algo dentro de él se resistía a huir. Sabía que estaba perdido en este juego peligroso, pero no podía dejar de jugarlo.

Obito se acercó más, sus manos encontrando el cuerpo de Kakashi con la misma intensidad que la vez anterior. Esta vez, sin embargo, había una urgencia aún mayor, una necesidad que había estado creciendo entre ambos desde el primer encuentro en Kamui. Obito lo empujó contra un árbol, y Kakashi dejó escapar un suspiro ahogado, su cuerpo temblando ante el toque de su antiguo compañero.

¿Cuántas veces más vas a resistirte? —murmuró Obito, su voz ronca y baja. Sus manos comenzaron a deslizarse por el cuerpo de Kakashi, provocando oleadas de sensaciones que Kakashi no podía controlar.

Kakashi cerró los ojos, su respiración acelerada. Sabía que debía detenerlo, que no podía seguir cayendo en este abismo oscuro. Pero el deseo lo consumía, y antes de poder encontrar las palabras, las manos de Obito ya habían encontrado su camino bajo su ropa.

Obito... —jadeó Kakashi, pero su protesta fue silenciada por los labios de Obito, que se apoderaron de los suyos con una fuerza implacable.

El beso fue profundo, desesperado, lleno de una furia contenida que había estado acumulándose durante años. Kakashi sintió que el mundo a su alrededor desaparecía, y lo único que quedaba era el calor del cuerpo de Obito contra el suyo, el peso de sus manos, el roce de su piel. Era abrumador, y aunque parte de él luchaba por resistirse, otra parte no quería que terminara.

Obito, por su parte, no cedía ni un centímetro. Cada toque, cada beso era una declaración de poder, una afirmación de que Kakashi le pertenecía, de que nunca podría escapar de él.

No puedes escapar de esto, Kakashi —murmuró Obito entre besos, su voz cargada de deseo y determinación—. No importa cuánto lo intentes, siempre regresarás a mí.

Kakashi, jadeando, abrió los ojos, encontrándose con los de Obito, esos ojos rojos que brillaban con una mezcla de lujuria y venganza.

Esto no es lo que quería —susurró Kakashi, sus palabras débiles, como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo más que a Obito.

Tal vez no lo querías —respondió Obito, su aliento cálido contra la piel de Kakashi—. Pero lo necesitas.

Kakashi se quedó en silencio, incapaz de refutar esas palabras. Porque, en lo más profundo de su ser, sabía que había algo de verdad en ellas. Obito lo conocía mejor que nadie, y aunque sus caminos habían sido diferentes, había una conexión entre ambos que no podía romperse.

Obito lo tomó una vez más, esta vez con más calma, pero con la misma intensidad implacable. El deseo que ambos sentían era una tormenta que no podían detener, y mientras el mundo seguía luchando en la distancia, ellos libraban su propia batalla, una que no tenía ganadores, solo perdedores.

Sombras del Pasado: Fuego y Venganza - ObiKakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora