DOS

477 45 0
                                    

El día había comenzado como cualquier otro

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El día había comenzado como cualquier otro. Nubes grises se deslizaban perezosamente sobre el cielo de Pyonguk, y el viento soplaba con una frialdad que me recordaba lo lejos que estaba de cualquier lugar que pudiera llamar hogar. Entrar a una nueva escuela nunca era fácil, pero esta vez sentía que algo era distinto. Desde que mi familia y yo nos habíamos mudado a este pequeño pueblo en el norte, algo en el aire había cambiado, una sensación palpable de que aquí las cosas no eran lo que parecían.

La cafetería de la preparatoria estaba llena de gente, pero el sonido del murmullo y el entrechocar de bandejas parecía ajeno a mí. Me senté en una mesa al fondo, lejos de las miradas curiosas que lanzaban en mi dirección. Ser el chico nuevo significaba que era invisible y, al mismo tiempo, un objeto de fascinación pasajera para todos. No me molestaba. Estaba acostumbrado a ser un observador en lugar de un participante.

Mientras contemplaba a los estudiantes que caminaban de un lado a otro, un movimiento al otro lado de la sala llamó mi atención. La puerta de la cafetería se abrió, y de inmediato, el bullicio se apagó, como si alguien hubiera quitado el sonido del mundo. Giré la cabeza hacia la entrada, al igual que todos los demás.

Cuatro figuras entraron al salón, caminando con una gracia que parecía antinatural, casi coreografiada. No era solo su apariencia lo que llamaba la atención, aunque había algo en ellos que resaltaba entre los demás. Era su forma de moverse, su manera de caminar, que era tan fluida que hacía que parecieran ajenos al lugar.

—Son los Kim —murmuró una voz cerca de mí. Giré y vi a un chico con el cabello despeinado y una expresión cautelosa, observando la entrada con ojos muy abiertos.

—¿Los conoces? —le pregunté, más por curiosidad que por necesidad. Había algo en esos cuatro que me inquietaba, aunque no podía decir exactamente qué era.

—Todo el mundo los conoce —respondió el chico, sin apartar la vista de ellos. Su voz llevaba un tono de asombro que me hizo pensar que había más en esta historia de lo que podía imaginar. —Son... diferentes. Llegaron hace un mes, pero es como si ya fueran leyendas en esta escuela.

Los observé mientras caminaban hacia una mesa vacía, apartada del resto de los estudiantes, pero completamente visible. Se sentaron en fila, uno al lado del otro, sin decir una sola palabra.

El primero de ellos, el más joven, tenía una sonrisa juguetona en el rostro. Su cabello oscuro caía sobre su frente de una manera descuidada pero perfecta, y mientras miraba a su alrededor, sus ojos parecían brillar con una chispa de curiosidad y diversión. No había duda de que disfrutaba de la atención que recibía, aunque no parecía hacer ningún esfuerzo por obtenerla.

—Ése es Jungwon —me explicó mi compañero de mesa en un susurro. —Es el más joven, y el más... amigable. Pero no te dejes engañar por su actitud. Todos dicen que es tan peligroso como los demás.

Jungwon lanzó una risa que resonó en el aire, iluminando la sala y haciendo que algunos de los estudiantes a su alrededor se giraran para mirarlo. La alegría que emanaba de él era contagiosa, como si tuviera el poder de desvanecer la oscuridad del lugar, aunque no podía evitar sentir que había algo más tras su sonrisa. Algo que sus ojos no revelaban.

—Junto a él está Chanyeol —murmuró el chico a mi lado. —Es... diferente de los demás. Se dice que... bueno, que tiene un estilo de vida distinto. Algo así como... vegetariano.

Fruncí el ceño ante esa extraña descripción, pero no dije nada. Mi atención fue atraída por el tercero de ellos, que parecía más serio que los otros dos. Su rostro era una máscara impenetrable de indiferencia. No miraba a nadie en particular, pero había una frialdad en sus ojos que hacía que los demás lo evitaran instintivamente. Su piel era tan pálida como la de los otros, pero en él había algo más oscuro, algo que te hacía pensar dos veces antes de acercarte.

—Ése es Yoongi —dijo mi compañero en voz baja—. Es el más reservado, y... bueno, no le agrada nadie. De todos ellos, él es el que más... miedo da.

Por un momento, nuestras miradas se cruzaron, y un escalofrío recorrió mi espalda. Yoongi parecía estar en un mundo propio, inmune a las risas y murmullos que lo rodeaban. Sus ojos eran profundos y oscuros, como dos abismos que te atraían a perderte en su interior. No había duda de que el chico tenía un aire de misterio, un aura que lo hacía destacar.

Finalmente, mis ojos se posaron en el cuarto chico, que estaba sentado al final de la fila. Era diferente de los demás, no en su apariencia, sino en la manera en que se movía, o mejor dicho, en la manera en que no se movía. Su postura era relajada, pero sus ojos oscuros observaban todo con una atención que no podía pasar desapercibida. Había algo en él que me hizo sentir una punzada de curiosidad, como si supiera más de lo que dejaba ver, pero no tuviera intención de compartirlo con nadie.

—Y ése es Kim Taehyung —me susurró el chico—. Es... el más reservado. Nadie sabe mucho sobre él, pero cuando lo ves, es imposible no sentir que hay algo más detrás de esos ojos.

A medida que hablaba, la sala parecía convertirse en un escenario, y los Kim en los actores principales de una obra que se estaba desarrollando ante mis ojos. Los cuatro se sentaron en silencio, sin hablar entre ellos ni con nadie más. No necesitaban hacerlo. Parecía que su simple presencia dominaba la sala, y aunque no hacían nada para llamar la atención, todos parecían incapaces de apartar la vista de ellos.

—¿Qué tienen de especial? —pregunté, manteniendo la voz baja, aunque no sabía por qué me preocupaba tanto no ser escuchado.

Mi compañero se encogió de hombros, aunque sus ojos seguían fijos en la mesa de los Kim. —Nadie lo sabe realmente. Solo... no te acerques demasiado. Se dice que no son como nosotros.

Fruncí el ceño ante esa respuesta críptica, pero algo en el tono de su voz me hizo pensar que había más de lo que él estaba dispuesto a admitir. Mis ojos volvieron a los Kim, y entonces me di cuenta de algo que no había notado antes. Aunque sus miradas parecían distraídas, como si no estuvieran prestando atención a nada en particular, había una tensión en el aire, una sensación de que estaban más conscientes de su entorno de lo que parecían.

El chico a mi lado, que había dejado de hablar, se pasó la mano por el cabello, inquieto. —Mira —dijo, inclinándose un poco hacia mí—. Yo no sé qué es, pero he escuchado cosas. Se dice que no son como nosotros, que hay algo oscuro en ellos. Pero no he visto nada que me lo confirme.

Sentí un escalofrío recorrer mi espalda, y en ese momento, algo me quedó claro: ellos sabían. Sabían que estábamos hablando de ellos, y probablemente, sabían mucho más de lo que cualquiera de nosotros podía imaginar.

La conversación siguió, pero mi mente se quedó atrapada en la imagen de los Kim. Había una intensidad en su presencia que me fascinaba y me aterraba al mismo tiempo.

 Había una intensidad en su presencia que me fascinaba y me aterraba al mismo tiempo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Escarlata | KTH + JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora