Capítulo 3

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El pueblo se veía distinto a como lucía siempre que nosotros lo visitamos y estaba seguro que ese chico no había tenido menor idea que estaba insultando al hijo del rey, era un altanero, muy atractivo, pero un altanero a fin de cuentas.

Seguí cabalgando por el pueblo, las personas iban y venían de un lado a otro, el mercado entonces estaba abierto, cuando nosotros llegábamos jamás lo estaba porque se consideraba una ofensa para el rey, más yo no lo veía así, las personas hacían su dinero limpiamente y no había nada de malo en eso.

Los niños corrían alrededor de un campo en la plaza central, jugando de todas las maneras posibles en grupos de tres y cinco, sonreí viéndolos, algún día yo también quería hijos, cuidarlos y educarlos como yo hubiese querido que hicieran conmigo, lejos de la presión de ser un buen Rey y solo disfrutando de su niñez, tal como hacían los niños del pueblo.

El hambre entonces me atacó y decidí bajarme de mi caballo y buscar un lugar en el que comer, también aprovecharía y le buscaría algunos cuernos de mermelada a Chan, como ofrenda de silencio por "prestarme " su ropa.

Amarré a mi caballo cornelius cerca de una fuente de agua, con la intención que de ahí bebiera, él así lo hizo y dejé una caricia en su cabellera antes de ir hacia la panadería, estaba abierto y me encontré a un hombre de edad media tras el mostrador.

— Buen día — saludé cortes

El dejó su atención que anteriormente estaba en ordenar unos panes en la vitrina y me miró, sonriendo apenas, lucía tan desgastado y triste y me pregunté si todos en aquel pueblo lucían así.

— ¿En que le puedo ayudar? —

Preguntó medio hostil, si me ofendió no lo dejé ver, me recordé entonces que él no veía al príncipe Changbin, era solo un pueblerino más y fue por eso que en menos de dos horas un chico me había insultado y este hombre me había mal mirado.

— Uhm, quisiera un par de cuernos de mermelada —

Pedí anhelante, él buscó en todas las bandejas que ahí tenía, pero negó y la desilusión vino a mí entonces, ¡cuanto deseaba yo comer un cuerno de mermelada!.

— Lamento decirle que no hay, mi hijo es quien los hornea pero no está, ese chico — murmuró entonces, divagando como si yo no estuviera ahí

— Ni siquiera sé donde está, me va a escuchar cuando venga ¿algo más que se le apetesca? —

Negué y decidí entonces que esperaría a su hijo, tomé asiento en un banco de madera que ahí había y él decidió ignorarme mientras seguía acomodando la pila de panes qué en la bandeja tenía.

Evalúe el lugar mientras esperaba al aclamado joven, el sitio era de estilo hogareño, muy humilde para ser siquiera un negocio, se notaba sin dudas que aquella también era su casa y había dibujos firmados por L.F en varias paredes, admiré los cuadros de cerca, como cualquier noble, yo estaba acostumbrado a ver cuadros de los mejores pintores a diario, colgados en las paredes del castillo, siendo ignorados la mayoría de veces, así que ver este cuadro me hizo cuestionarme quien sería el artista; quizás pasé demasiado tiempo viendo los cuadros y el hombre quizás también notó al fin que yo no era un pueblerino más, porque con una sonrisa en su rostro empezó a decirme.

— Este cuadro y todos aquí fueron pintados por mi hijo, él es un muchacho tan inteligente, puede hornear como los dioses, su mano es ágil con su pincel como los pintores famosos de Grecia, aprendió a leer solo escuchando a la señora Anhyeon hacerlo, aprendió a escribir de la misma manera y los del pueblo lo alaban por su extrema gentileza—

Un suspiro salió entonces de él y ahora lucía más nostálgico, me pregunté entonces la razón de ello, si tenía un hijo tan capaz lo podía mandar al castillo y ver si mi padre lo contrataba o lo mandaría a algún reino a servir como el rey requería, pero en vez de eso estaba aquí tan solo horneando panes.

— Claro qué ha dejado de hacer todo ello desde que su madre enfermó y ahora solo se dedica a la panadería, incluso a declinado tantas ofertas de matrimonio como usted no se imagina y aunque le he dicho que puede irse sin problemas, él solo vela por su enferma madre—

Ahora entendía un poco más al chico y me causó empatía, yo llevaba una bolsa de mano llena de monedas de plata, por lo que saqué treinta y se las di en la mano, el abrió los ojos sorprendido y titubeo no sabiendo que decirme.

— Bueno... Sí es así espero esto pueda servirle, a cambio solo quiero uno de estos espléndidos cuadros, se verán perfectos cualquiera de ellos en mi habitación —

— ¡El que usted guste mi lord! —

Emocionado el dijo, entonces yo rebusque con la mirada y me tope con ese cuadro de un colibrí azul con alas amarillas, atrapado en un tronco de un árbol, siendo el agujero aun más diminuto qué su cuerpo, por lo que inevitablemente había quedado atrapado, los sentimientos que transmitía la agitada mirada del colibrí, que sin aletear su muerte era segura, era solo una belleza inferior comparado al paisaje que le rodeaba. Sonreí entonces tomándolo, al tiempo que la puerta se abría.

— Eh llegado—

Esa voz, la reconocí justo al momento de hablar... Ese muchacho ¿que hacía aquí y porque me miraba indignado?.

—¡¿Qué haces con mi cuadro vil rufian?! —

Y ahora todo tenía sentido o más bien, ahora quería colgarme por haberme metido donde no debía.

En los ojos del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora