Epílogo

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Las personas miraban los cuadros de Felix con mucha atención e interés, mi chico dulce ahora era el pintor más aclamado, para el mundo un pintor prodigio, para mí, mi amente secreto.

— Tu amigo me sorprende cada día más — comentó Yuna a mi lado, quien ahora era una gran amiga y la dueña de todos los arrebatos de celos de Felix

— Así es, su fortuna a triplicado —

— Y sigue rechazando propuestas de matrimonio — sonrió admirando el cuadro que yo veía

No respondí, había más respuestas en el silencio que en las palabras mismas, por supuesto que Felix jamás se casaría, al igual que yo que era un rey solitario a ojos del mundo y en mi alcoba mi pintor trazaba lineas de amor por mi cuerpo cada noche.

— Oh, ahí están — Felix sonrió hacia nosotros y traté de no echarme a reír cuando se colocó en medio de ambos

— Es linda ¿cierto?—

— Por supuesto, como todo lo que pintas— accedió Yuna

Y no mentía, Felix tenía una talento de oro, sus obras eran famosas y gente de muy lejos venían solo para que el los pintara en un retrato, su fama había logrado que mejorará la economía de sus padres  y él se había mudado al castillo con la excusa de ser mi único amigo, aunque en verdad fue después de que precisamente esta obra naciera.

Felix y yo estábamos en el lago donde nos solíamos amar en secreto y fue entonces que la caja en mi pantalón se sintió pesada, le pedí matrimonio y nos casamos con la luna de testigo, la sortija de oro en su dedo él la presentaba al mundo como uno de sus tantos artilugios y para mí solo era la confirmación de nuestro amor eterno.

Felix había sabido plasmar muy bien el lago con nuestras figuras adentro, qué pese a que las había echo difuminadasm en mi mente estaban tatuadas las caricias qué nos dejamos en esa agua entre cada jadeo y cuando veía esta pintura solo rememoraba la noche en que mi sueño se cumplió.

— Iré a ver las demás, sabes que aun me debes mi retrato ¿cierto?— Felix le sonrió sin darle respuesta, siempre lo evitaba

— Cuando esté libre, Yuna, yo te aviso—

— Eso espero, Felixie— sonrió y se marchó con su elegancia pura

Los ojos dorados de mi esposo entonces estuvieron sobre mí, me acerqué a él de manera en que ante los ojos de los demás solo estaría tras él viendo el mismo cuadro, cuando la realidad era que estaba rozando mi erección en su trasero, poniéndolo totalmente nervioso.

— Estamos en público, Changbin — susurró quedito y aún así se aferró a mi brazo

— Bueno, tu presencia siempre es un elixir para mí, haz algo, Felix — soplé en su oído y se estremeció

Ambos salimos de ahí con nuestros corazones latiendo al mismo ritmo, Felix siempre sería el hombre por él que yo caería mil veces y para él yo siempre sería su rey dispuesto a todo por él, hasta la muerte.

Ambos éramos uno y lo seguiríamos siendo  el resto de nuestras vidas, el pintor y el rey se amaban una vez más en las paredes silenciosas de aquella caliente habitación y como cada vez que sucedía, yo me enamoraba un poco más de él.

En los ojos del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora