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Capítulo 2: El Peso del Silencio

El crujido del pequeño radio sobre la mesa llenaba el aire con una estática molesta, intercalada por una voz cansada y grave que narraba lo que quedaba del mundo.— ...Los hospitales están siendo abandonados. Los doctores ya no pueden mantenerse seguros. No queda electricidad en la mayor parte del país. Si aún tienen luz, será cuestión de horas antes de que la red colapse por completo...— La voz sonaba distante, rota, como si no le quedara mucha esperanza. Christopher, apoyado contra la pared, escuchaba sin mover un músculo, con la mirada fija en un punto invisible.

La radio seguía sonando, vomitando noticias que se mezclaban entre el caos y la desesperanza. Las estaciones, antes llenas de música y voces despreocupadas, ahora eran un recordatorio constante de lo que se avecinaba. El locutor sonaba tan jodido como todos, pero intentaba mantener un aire de profesionalismo.

-...la ciudad ha sido declarada zona de cuarentena. Las autoridades recomiendan evitar el contacto con los infectados a toda costa. Se espera que las fuerzas de seguridad abandonen sus puestos en las próximas horas...-

Christopher apagó la radio sin decir una palabra. El sonido del aparato cortado dejó un silencio que pesaba sobre el grupo. Jisung, como siempre, intentó aliviar la tensión con una broma que apenas sonaba convincente.

-Bueno, al menos no dijeron que se viene una invasión alienígena, ¿no? -dijo, fingiendo una sonrisa.

Félix soltó una risa corta y nerviosa.

-Sí, claro. Solo faltaba el soundtrack de fondo para que esto parezca una puta película de terror. -respondió, mientras ajustaba uno de los colchones en el suelo.

Christopher estaba, como siempre, en su propia rutina. Se paseaba por el supermercado con pasos silenciosos, recorriendo cada esquina, cada pasillo, atento a cualquier cosa que pudiera significar peligro. No hablaba mucho, pero cuando lo hacía, sus palabras eran claras y precisas.

-Asegúrense de que los colchones estén alejados de las ventanas. No quiero a nadie cerca del vidrio. -dijo, mientras revisaba las barricadas que había improvisado.

Jisung y Félix movieron los colchones sin decir nada. Jeongin, como de costumbre, se mantenía cerca de Christopher, sin despegarse de él ni un momento, como si estuviera buscando seguridad en su presencia. El niño tenía miedo, lo que era comprensible. Pero Christopher no estaba para consolarlo; él también estaba jodido, aunque no lo mostrara.

-Christopher, ¿crees que podamos salir de aquí algún día? -preguntó Jeongin, su voz suave, temblorosa.

Christopher no se molestó en mirarlo. Mantuvo la mirada fija en una estantería mientras respondía.

-No pienses en eso ahora. Preocuparte en eso no te va a ayudar en nada. -dijo con su tono seco, sin permitir que la conversación continuara.

El silencio volvió a llenar el espacio. Los gemelos, incómodos, intercambiaron miradas. Jisung, siempre el más parlanchín, intentó nuevamente romper la tensión.

-Bueno, al menos tenemos un colchón cómodo. Si esto sigue, voy a necesitar uno de esos sillones reclinables del área de muebles. -comentó, arrastrando un colchón hacia el rincón.

Félix suspiró.

-Sí, claro. Un sillón de esos, unas cervezas, y estamos listos para el apocalipsis, ¿no? -dijo con sarcasmo.

Jeongin, mientras tanto, seguía en su rincón, observando a Christopher con ojos ansiosos. Cada vez que Christopher se movía, el niño no estaba lejos, como una sombra. No decía mucho, pero su presencia era constante.

Infectados_Banginho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora