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Capítulo 7: Caos










Minho estaba sentado en una mesa al fondo de la cafetería, repasando las notas de la última clase de anatomía que había tenido esa semana. Los diagramas de los músculos, los nervios y las venas se mezclaban en su mente mientras hacía anotaciones rápidas en los márgenes de su cuaderno. El ambiente de la cafetería solía ayudarlo a concentrarse. El sonido suave de las tazas al ser colocadas sobre los platos y el murmullo constante de las conversaciones a su alrededor le proporcionaban un ritmo que le resultaba reconfortante. Respiró profundamente, disfrutando de un breve momento de paz, pero algo en el aire se sentía diferente.

Alzó la vista de sus apuntes y notó que uno de los empleados de la cafetería estaba mirando su teléfono con una expresión de preocupación. Otro trabajador, que limpiaba una mesa cercana, murmuraba algo al oído de un compañero. Minho frunció el ceño. Nada en el exterior parecía indicar que algo estuviera mal, pero la inquietud comenzó a instalarse en su estómago.

Cerca de la puerta, un joven musculoso con una camiseta sin mangas se levantó de su asiento, ajustánd unose la gorra que llevaba puesta. Minho lo observó por un momento. Parecía nervioso, pero no lo suficiente como para llamar la atención. A su lado, otro chico, más alto y delgado, con el cabello rubio platinado, estaba distraído con su teléfono. Sus dedos se movían rápidamente por la pantalla, como si intentara enviar mensajes urgentes.

En la esquina más alejada de la cafetería, un niño pequeño estaba sentado, absorto en una botella vacía que hacía girar entre sus manos. No tendría más de doce años. Estaba solo, pero no parecía asustado. Era algo extraño, considerando que la atmósfera del lugar había cambiado drásticamente en cuestión de minutos.

Minho decidió que ya era hora de irse. Guardó sus cuadernos en la mochila y se levantó justo cuando el gerente de la cafetería, con una expresión preocupada, se acercó al chico musculoso.

—Vamos a cerrar. Es mejor que se vayan —dijo el gerente, tratando de sonar calmado pero fallando en su intento.

El chico musculoso asintió lentamente, pero no se movió de inmediato. Minho se tensó. Algo estaba ocurriendo, y no tenía ni idea de qué. Se acercó al chico y, con voz tranquila, habló:

—Parece que las cosas se están poniendo feas. Si necesitan un lugar seguro, mi auto está afuera. Puedo llevarlos a un lugar más resguardado.

El chico musculoso lo miró por un segundo antes de asentir. Se veía fuerte, pero había una preocupación latente en sus ojos.

—Soy Changbin —dijo finalmente, extendiendo su mano para estrechar la de Minho.

—Minho —respondió él, apretando la mano de Changbin antes de mirar al rubio que seguía pegado a su teléfono—. ¿Y tú?

El chico levantó la vista y sonrió, algo forzado.

—Hyunjin. Este es Seungmin —señaló con un gesto de cabeza hacia el niño que seguía girando la botella.

Minho observó al niño por un segundo. Seungmin no dijo nada, solo levantó la mirada brevemente y volvió a concentrarse en su botella.

—Bien, vámonos entonces —indicó Minho, caminando hacia la puerta.

El caos en las calles era evidente. La gente corría en todas direcciones, algunos gritaban, otros empujaban, intentando escapar de algo que Minho aún no entendía del todo. Subieron rápidamente al auto, con Seungmin sentándose en el asiento trasero en silencio.

—¿Sabes a dónde vamos? —preguntó Hyunjin, mirando nerviosamente por la ventana.

—¿Alguien tiene alguna idea?

Infectados_Banginho.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora