Infectados_Banginho.

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Capítulo 4: Dudas

El sol no se había asomado aún cuando el grupo comenzó su rutina habitual. Ya habían pasado tres semanas desde el comienzo del caos, y todos sabían lo que debían hacer. Los gemelos se levantaron primero, estirándose y protestando como siempre.

—¿Cuánto más vamos a estar con este maldito ejercicio? —murmuró Jisung, mientras trataba de despertar por completo.

—Hasta que nuestras piernas se caigan —replicó Félix, mientras se ponía las zapatillas desgastadas. A pesar de la queja, ambos sabían que el entrenamiento que Christopher había impuesto era lo único que les mantenía con un objetivo claro, una rutina en medio del caos. Jeongin, más discreto, observaba en silencio como los demás empezaban a moverse.

Christopher, por supuesto, ya estaba despierto. No decía mucho, pero su presencia lo controlaba todo.

—Empiecen con los estiramientos —les dijo sin rodeos.

Mientras el grupo seguía su rutina de ejercicios, los gemelos intentaban mantener el ánimo con bromas sobre sus vidas antes del apocalipsis.

—¿Te acuerdas, Félix, cuando nos quejábamos de caminar tres cuadras para ir al mercado? —dijo Jisung, mientras hacía flexiones.

Félix rió suavemente.

—No sabíamos lo que era sufrir de verdad.

Jeongin observaba desde el suelo, algo más callado. Finalmente, Félix lo miró y le preguntó:

—¿Y tú, Jeongin? ¿Cómo era tu vida antes de todo esto?

Jeongin dudó un momento antes de responder.

—Mis padres siempre estaban ocupados... apenas los veía. Me concentraba en la escuela y en mis libros.

—Ya, algo así como nosotros con la abuela —comentó Jisung—. Aunque bueno, al menos tenías una casa. Nosotros teníamos que soportar el piso de madera crujiente de la suya.

Christopher, como siempre, observaba desde la distancia, participando en el ejercicio pero sin unirse a la conversación. Tenía la mente enfocada en otra cosa: el plan. Sabía que no podían quedarse mucho más tiempo en el supermercado. El lugar estaba lleno de suministros, sí, pero era cuestión de tiempo antes de que otros sobrevivientes llegaran a saquear.

Cuando terminaron el ejercicio, se sentaron a desayunar. Latas de frijoles y galletas nuevamente. Nadie se quejaba en voz alta, pero los gemelos no podían evitar hacer bromas.

—¿Alguien más siente que sus intestinos están hechos de lata? —dijo Félix, mientras abría otra caja de conservas.

—Mejor que nada, supongo —murmuró Jeongin, con una sonrisa tímida.

Christopher miró a Jeongin, que parecía estar aún más callado que de costumbre. Sabía lo que le pasaba al chico. Jeongin no se sentía útil, pero Christopher no era bueno para consolar a nadie. De todas formas, intentó algo.

—Jeongin —dijo de repente. El chico levantó la vista, sorprendido de que Christopher le hablara directamente—. Vas a ser útil pronto. Esas manos pequeñas son buenas para entrar en espacios donde nosotros no podemos. Además, cuando tengamos que arreglar el camión, tú serás el primero en trabajar en los detalles más finos.

Jeongin asintió lentamente, sin saber si sentirse agradecido o más presionado.

—Gracias, Chris —murmuró.

Los gemelos miraron la interacción en silencio, notando el esfuerzo torpe de Christopher para mantener a Jeongin motivado. Pero sabían que el líder del grupo no era de muchas palabras. Christopher funcionaba mejor en acción que con palabras.