Esa tarde no fui a ver los entrenamientos de los chicos porque realmente tenía problemas con matemáticas y necesitaba resolverlos o me iría muy mal en la prueba.
Pasaron más de una hora y media intentando resolver los problemas de matemáticas y no lograba nada. Estaba empezando a frustrarme cuando sentí que alguien se sentaba junto a mí. Al voltear a verlo, me di cuenta de que era Aaron, quien tomó mi libro y empezó a leer lo que estaba haciendo.
—¿Qué haces aquí?
—Dijiste que tenías problemas con matemáticas.
—¿Y tu entrenamiento?
—Ya acabó. —En ese momento, noté su cabello húmedo que caía sobre su cara, creando suaves rizos en su cabeza. Tenía las mejillas coloradas, como siempre que acaba de correr por todo el campo.— Entonces, ¿Cuál es el problema?
—Que no puedo entender nada, en serio, esto es horrible.
—Veamos qué estás haciendo. —Volvió a tomar mi libro y, con una sola ojeada, volteó a verme—. Esto ya lo tengo hecho, y antes de que me pidas copiar, ven, te mostraré cómo se hace.
—Y no me mires así, actúas como si las matemáticas fueran a matarte.
—Son muy capaces, no lo dudes.
—Serías la primera persona en el mundo en morir a causa de las matemáticas —dijo con un tono burlón—. Bueno, mira.
Me empezó a explicar cómo había hecho para resolver las ecuaciones, incluso me mostró una manera más sencilla de hacerlo, la cual me resultó más fácil de comprender que la explicación de mi profesora.
A medida que avanzaba con su clase, pude percibir cómo se aproximaba lentamente. Eran movimientos involuntarios, y quizás ni siquiera había notado lo cerca que estábamos. Estábamos tan cerca que podía volver a ver esas hermosas pecas que pasan desapercibidas todo el día hasta que te acercas lo suficiente para notarlas, o apreciar el increíble e injusto largo y espesor de sus hermosas pestañas negras.
Cuando iba a tomar mi lápiz para mostrarme una fórmula, nuestras manos se rozaron y sentí cómo la piel se me erizaba y mi estómago daba un vuelco en mi interior. Noté la mirada de Aaron pasearse por toda mi cara y murmurar algo que no entendí.
—¿Mya?
—Sí.
—¿Escuchaste algo de lo último que te dije sobre resolver el problema?
La verdad es que no.
—Claro.
—A ver, repíteme lo que te dije.
—Caes mal como profesor, se te suben los humos.
—Y tú, como alumna, eres muy distraída.
—No lo sería tanto si la distracción no fueras tú.
—Eres mi aliada o mi enemiga?
—Soy tu hater.
—Es solo que estoy un poco cansada y estresada. ¿Qué voy a hacer si no termino de entender esto y repruebo el examen?
—No vas a morir solo por hacer mal una prueba. Además, estás aprendiendo, no lo entenderás todo de la noche a la mañana. Es poco a poco y no te preocupes, que yo no tengo prisa por terminar las clases contigo.
—Sí, quizás tenga que cambiar de profesor. Creo que el que tengo es el problema.
—Bromeas, soy el mejor profesor que tendrás en tu vida.
—Y también el más modesto.
—Vamos, recoge tus cosas, te llevaré a casa.
De camino a casa no hablamos mucho, solo escuchamos un poco de música y yo miraba por la ventana. Empezaba a notar el cielo nublado, como cuando se acerca una gran tormenta.
—¿Quieres pasar por algo para comer a la cafetería del otro día? Vamos a pasar por allí, se está haciendo tarde.
—Claro, pero yo invito. Será mi pago por tus clases.
—No lo pongas así, me siento un prostituto. Además, si te explico, me sirve a mí para retener mejor. Y yo invito.
—Entonces no quiero nada.
—Bien —dijo aparcando frente al café—. Ya vuelvo.
Se bajó del auto y miré su silueta al entrar al lugar. Vi cómo charlaba con la barista un momento hasta que ella se volteó y empezó a preparar su café. Al volver, noté que traía dos vasos en mano y una bolsa de papel. Cuando entró al auto, lo miré con una ceja enarcada.
—Ten tu café negro y toma una torta de miel de la bolsa.
—Ese había sido mi pedido el primer día que vinimos aquí. Ya habían pasado dos meses, ¿cómo recordabas eso?
—Porque es mi orden favorita de este lugar.
—Eso es genial.
—Sí, lo es. Ahora trata de no manchar nada o tú pagarás la próxima lavada.
Volvió a encender el coche y se dirigió a una zona que yo conocía bastante bien; era uno de mis lugares favoritos.
—¿La playa?
—¿No te gusta?
—No, al contrario, me encanta. Pero, ¿qué hacemos aquí?
—No quiero manchar mi coche comiendo en él. Vamos, baja, lo que queda de día aún está lindo.
—Bien.
Bajamos del coche y tenía razón, el día aún estaba hermoso. El cielo lentamente se teñía de naranja y rosa, y el mar estaba tranquilo. Se podía escuchar de fondo el suave golpeteo de las olas contra las duras rocas.
—Vamos —dijo, tomando mi mano y guiándome hacia unos bancos fijos.
—El día está hermoso —dije, mirando fijamente el paisaje que teníamos frente a nosotros.
—Sí, lo está.
El resto de la tarde ambos nos quedamos en silencio, apreciando las hermosas vistas que nos regalaba California en su hermoso atardecer.
¡Holaaa! ✨
Capítulo cortito, pero bonito 😊. Espero que les haya gustado. La próxima semana volveremos a la programación habitual 📅. Igual, cualquier noticia la estaré posteando en Instagram: dan.ah_writer:
Un beso 😘, ¡nos leemos pronto! 💖
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Lettere
Teen FictionMuchos utilizamos la lectura y la escritura como método de escape de la realidad. Es nuestro refugio, el lugar seguro donde podemos sentirnos cómodos y no ser juzgados. Escapar de la realidad a través de las letras, y ser felices gracias a ellas. Y...