Capitulo dieciséis- Campamento

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No puedo creer que me hayan convencido de levantarme a las cinco de la mañana para ir al medio de un bosque, montar una carpa y dormir a la intemperie. ¡Definitivamente no es lo mío!

Aaron:
Ya estamos cerca, belleza.

Mya:
Déjenme dormir...

Aaron:
En el camino podrás dormir todo lo que quieras, ¡vamos, sal ya!

Como respuesta, le envié un sticker bastante ofensivo.

Al salir de casa, pude ver el auto de Marco esperando, con los chicos ya dentro. Al subir, vi a Val dormitando en el asiento del copiloto y a un Aaron muy somnoliento recostado contra la ventana.

—Buenos días —saludé, recibiendo un ronquido como respuesta por parte de Val.

—Más bien buenas noches, mira lo oscuro que está todo. Definitivamente es la última vez que dejamos a Valeria planear una actividad... ¡y ahí está, roncando! —dijo Marco, fingiendo estar molesto, aunque en el fondo sé que a él le encanta este tipo de cosas.

—Vamos, te encanta —lo molesté.

—Q-que no... Val es solo una amiga —respondió nervioso.

—Chico, hablo del campamento —lo interrumpí, arqueando una ceja.

—Todavía no despierto bien y el café aún no hace efecto. Seguro es por eso —se excusó con una sonrisa, claramente aún adormilado.

Pusimos el auto en marcha, y mientras miraba por la ventana, podía sentir cómo mis párpados empezaban a pesar, cerrándose lentamente. El paisaje oscuro a mi alrededor pasaba desapercibido mientras me sumergía en ese estado de somnolencia. Justo cuando me di cuenta de que me estaba quedando dormida, abrí los ojos rápidamente y volví a mirar por la ventana.

Al voltear hacia Aaron, lo encontré mirándome con una suave sonrisa.

—Estás muy cansada... ven aquí —dijo mientras extendía su brazo hacia mí.

No tuve tiempo de protestar; estaba realmente agotada. Acepté su mano y me recosté en su hombro. Apenas lo hice, caí en un sueño profundo.

El vaivén suave del auto y la calidez del hombro de Aaron hicieron que el sueño me envolviera por completo. En algún momento, sentí cómo Aaron ajustaba su brazo para acomodarme mejor, lo que me hizo sonreír suavemente en sueños.

No sé cuánto tiempo pasó, pero me despertó la luz tenue del amanecer filtrándose por la ventana. El cielo empezaba a tornarse de un azul más claro, como si el mundo apenas estuviera despertando. Aún sentía el calor de Aaron, quien seguía con su brazo alrededor mío, la cabeza recostada contra el vidrio y los ojos entreabiertos.

—Ya despertaste —murmuró sin moverse demasiado.

Me incorporé lentamente, intentando no romper del todo la tranquilidad del momento.

—¿Cuánto he dormido? —pregunté mientras me frotaba los ojos, sintiendo el cuerpo más relajado de lo que esperaba.

—Unas dos horas, tal vez más —dijo Aaron con una sonrisa perezosa—. Te veías demasiado cómoda como para despertarte.

Miré alrededor del auto. Marco seguía conduciendo, con un semblante más concentrado, y Val aún dormía en el asiento del copiloto, su cabeza apoyada contra la ventana.

—Gracias por... ya sabes —dije tímidamente, refiriéndome a haberme dejado dormir en su hombro.

Aaron solo asintió, mirándome de reojo.

—No es nada, además, te veías adorable. y roncas como un pequeño minion —Soltó una ligera risa, lo suficiente para que le diera un suave codazo en las costillas, sonriendo también.

Unos minutos después, el auto comenzó a desacelerar mientras nos adentrábamos por un camino de tierra rodeado de árboles altos. La oscuridad estaba desapareciendo, reemplazada por el suave resplandor del amanecer que iluminaba la espesura del bosque. Las hojas crujían bajo las ruedas del auto y, poco a poco, el murmullo de la naturaleza empezaba a escucharse más claramente.

—¡Despierten! —gritó Marco con entusiasmo desde el volante—. Estamos aquí.

Val se removió inquieta en su asiento, y Aaron se desperezó a mi lado mientras el auto finalmente se detenía en una pequeña área despejada, rodeada por el denso bosque.

—Es hora de montar campamento, chicos —dijo Marco, bajando del auto con una energía sorprendente para lo temprano que aún era.

Yo, por otro lado, me estiré perezosamente, todavía medio adormilada. El aire fresco del bosque nos envolvió en cuanto abrimos las puertas, y aunque el lugar era hermoso, no podía evitar pensar en lo cómoda que sería mi cama en ese momento.

Aaron salió del auto y se dirigió al maletero para sacar las cosas.

—Vamos, bellezza, —dijo con una sonrisa divertida

Al bajar del auto, el amanecer era hermoso. El cielo se pintaba de tonos rosas y naranjas, el aire del bosque se sentía fresco, y el canto de los pájaros llenaba el ambiente de paz.

De repente, escuché el sonido de un motor acercándose. Volteé y vi la camioneta de Ashton. Aparcó al lado del auto de Marco, y cuando bajó, su sonrisa se hizo más grande al verme. Caminó hacia mí sin apartar los ojos de los míos.

Justo cuando estaba a punto de besarme, giré la cara a tiempo y lo abracé rápido, evitando el beso. Miré a los chicos, pero nadie parecía haber notado el pequeño momento incómodo. Marco estaba ocupado sacando las mochilas, y Val seguía medio dormida.

Ashton se quedó a mi lado, todavía sonriendo, aunque con una ligera expresión de confusión. Le devolví una sonrisa nerviosa antes de alejarme hacia el auto para ayudar a descargar las cosas.

—¿Por qué no me dijiste para venir juntos? —preguntó, sin dejar de observarme.

—Porque siempre voy con Marco a todos lados —respondí con naturalidad, aunque la verdad era que lo había estado evitando toda la semana en el instituto. Me había besado, y aunque me encantó, estaba demasiado nerviosa por lo que sentía.

Mientras tanto, Aaron, que sacaba las tiendas de campaña del maletero, me lanzó una sonrisa cómplice.

—Veamos que tan buena eres para armar la tienda —dijo con una sonrisa grande.

Suspiré mientras observaba todo lo que teníamos por hacer. A pesar de sentirme un poco incómoda por lo que había pasado con Ashton, no quería que ese pequeño conflicto arruinara el día. Me sacudí esos pensamientos y decidí concentrarme.

—Bueno, veamos cómo me va —murmuré con una pequeña sonrisa, tomando una bolsa y uniéndome a los demás para ayudar.

Justo cuando iba a agarrar una maleta, Ashton la tomó antes que yo, mostrándome su típica sonrisa despreocupada.

—¿Dónde quieres que ponga esto, jefa? —preguntó, como si nada hubiera pasado.

Antes de que pudiera responder, Val apareció detrás de nosotros con una energía increíble para alguien que se había despertado hace solo unos minutos.

—Aquí la única jefa soy yo —dijo, dándole un ligero empujón a Ashton—, por aquí, grandulón.

Reímos mientras seguimos trabajando, montando las carpas, organizando los sacos de dormir y dejando todo listo para pasar la noche. El resto de la mañana se fue entre risas, bromas y, por momentos, miradas fugaces con Ashton que me hacían pensar en lo sucedido. 

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