Capitulo diecisiete - Un pequeño susto

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Despertar con el canto de los pájaros es algo que tenía que experimentar al menos una vez en la vida, sin duda. Te hace olvidar el horrible dolor de espalda por dormir en el suelo en un saco de dormir. Volteé a ver a Val, que aún seguía profundamente dormida a mi lado en la tienda. Los chicos estaban juntos en una tienda más grande.

Salí de la carpa para respirar el aire fresco del bosque, y vi el hermoso amanecer que se asomaba entre los altos árboles. Escuché el sonido de unos pasos detrás de mí, y al voltear, vi a Ashton con el cabello desordenado, sin camisa y con unos shorts rojos.

¿A quién se le ocurre usar un short rojo?

Tú cállate.

Te recuerdo que soy tú. loquita.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —preguntó Ashton.

—No soportaba seguir acostada en el suelo, además, es un hermoso amanecer, ¿no crees? —respondí.

Se paró a mi lado, en silencio, observando el horizonte junto a mí.

—Tienes razón, es un hermoso amanecer — pude sentir su mirada clavada en mi rostro—. Pero conozco una vista aún más hermosa.

—Ah, ¿sí? ¿Cuál? —murmuré, todavía con la vista fija en los árboles.

Entonces, su mano tomó suavemente mi mentón y me hizo girar hacia él. Mis ojos se encontraron con el azul profundo de los suyos.

—Déjame enseñarte —susurró, inclinándose lentamente hasta quedar a mi altura. Su mirada bajó fugazmente a mis labios, y estábamos a solo unos centímetros de distancia cuando un ruido fuerte de una rama rompiéndose nos alertó.

—¿Qué fue eso? —pregunté, muerta de miedo.

—Quizás fue un oso —respondió, manteniendo la calma.

—¡¿QUÉ?! —exclamé, asustada.

—No grites, podrías alertarlo —murmuró—. Ve con Val y entren en la tienda de Marco y Aaron.

Asentí y me dirigí lentamente hacia la tienda donde dormía Val.

—Oye, Val, despierta —susurré, tratando de no hacer mucho ruido.

—Déjame dormir, Mya —respondió medio dormida, rascándose los ojos.

—No creo que quieras dormir ahora —insistí.

—Son las siete de la mañana, claro que quiero seguir durmiendo. Ve a molestar a los chicos.

—Está bien, quédate aquí sola con el oso —le solté.

—¡¿Un oso?! —exclamó.

—No grites, podrías alertarlo —repetí.

—¿Y quién te dijo eso?

—No importa, vamos con los chicos ahora. —Salimos lentamente de la carpa y nos dirigimos sigilosamente hacia donde estaban durmiendo los chicos.

Cuando llegamos, solo estaban Marco y Ashton.

—¿Dónde está Aaron? —preguntó Val, adelantándose.

—Se fue a correr, seguro está bien —respondió Ashton rápidamente.

—¡¿Salió a correr con un oso cerca del campamento?! Claro que está bien... bien despellejado.

—No seas dramática —respondió Ashton, volteando los ojos.

Volvimos a escuchar el mismo sonido de una rama quebrarse, pero esta vez más cerca de la tienda. Seguramente estaba buscando comida, y el olor de la nuestra lo había atraído. Val soltó un pequeño grito, escondiéndose rápidamente detrás de su primo.

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