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Pau Cubarsí

—Eh tío, relájate—me dijo Marc—. Todo va a salir bien. Èlia está loca por ti.

—¿Y si no le gusta a donde la llevo?, ¿y si cree que es demasiado? —respondí preocupado—. Èlia viene de una familia muy humilde y no creo que un restaurante pijo sea su ambiente.

—Lo importante no es donde vayáis, Pau —habló Lamine—. Lo importante es que paséis tiempo juntos y puedas decirle lo que sientes por ella.

—¿Y si la llevo a la playa? —propuse—. Recuerdo que una vez me dijo que le encantaba ir allí.

—Puedes comprar unas pizzas y llevarla a la playa para comerlas allí —añadió Héctor.

—No creo que la pizza sea algo que le apetezca mucho —aseguró Lamine—. Vive rodeada de ella.

—Tienes razón —dijo Marc pensativo—. ¿Y un sushi? Un sushi siempre es buena opción.

Recordé que una vez Èlia me mencionó que adoraba el sushi pero no lo solía comer porque pocas veces su familia se lo podía permitir.

—Dios Marc, te amo —le sonreí a mi amigo.

***

La verdad que estaba bastante nervioso y llevaba rato decidiendo que ponerme. Nunca me había pasado esto, y menos por una chica.

Después de mucho rato rebuscando en mi armario algo causal pero más arreglado de lo normal terminé decidiéndome por unas bermudas de lino blancas y un polo de Ralph Lauren azul marino.

Cuando estaba acabado de ajustarme el cuello del polo picaron a la puerta así que fui a abrir suponiendo que serían mis amigos.

—No veas que pijillo te has puesto —me dijo Hector riendo.

—¿Creéis que voy bien? —les pregunté algo preocupado.

—Estás guapísimo, tío —me aseguró Marc.

—Te juro que nunca te había visto tan arreglado —dijo Lamine haciéndonos reír a todos.

Les explique que le había dicho a Èlia que iría a buscarla en media hora así que tenía que salir ya. Solo me faltaba peinarme un poco y echarme colonia así que iba bastante bien de tiempo.

Me rocié con el perfume que una vez me había dicho ella que le gustaba. Y puede que me pasara un poco porque Lamine empezó a toser de coña mientras agitaba su mano en el aire frente a su cara.

—Como que te has pasado un poquito, ¿no crees? —me dijo con cara de asco.

Me acerqué a él y le pegué una pequeña colleja, haciendo que nuestros dos amigos rieran.

Revisé la hora en mi móvil. Las 20:45. Tenía que estar en casa de Èlia en 15 minutos.

Cogí mis llaves de encima del escritorio y me dirigí a la puerta, haciendo que mis amigos me siguieran.

Fuimos los cuatro juntos hasta la entrada de La Masía, donde ya estaba mi chofer esperándome dentro del coche. Me despedí de mis amigos, quienes me desearon buena suerte, y me subí al vehículo.

Mírame - Pau CubarsíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora