Èlia Vila
Pau me hizo caminar unos pocos metros mientras me tapaba los ojos. La cercanía entre nuestros cuerpos me estaba poniendo bastante nerviosa, pero en ese momento me dio igual.
Noté como mis zapatillas blancas tocaban la arena suave de la playa y tras caminar un par de metros más Pau me dejó mirar.
Vi como en la arena había un pareo de color blanco, decorado con unas cuantas velas y un montón de bandejitas de sushi. No me podía creer que también se hubiera acordado de que era mi comida favorita. Corrí a abrazarlo con fuerza y él me alzó un poquito en el aire, mientras me agarraba de la cintura, a causa de la gran diferencia de altura que había entre nosotros.
—Veo que te ha gustado —me dijo cuando nos separamos con una sonrisa orgullosa.
—No me ha gustado, Pau. —le respondí—. Me ha encantado. Has combinado todo lo que me gusta. La playa, el sushi y estar contigo.
Pau volvió a sonreír y me agarró de la mano para que me sentara, como hacen los príncipes en las películas. Nadie nunca me había tratado así de bien, ni siquiera Alex, y mira que yo lo había querido como a nadie, aunque él a mi no tanto.
Cuando ya estábamos los dos sentados empezamos a hablar sobre nuestra vida. Me explicó que se había criado en un pueblo de apenas 185 habitantes en Girona llamado Estanyol, donde su familia tenía una carpintería llamada Fustería Cubarsí. Me explicó que como el pueblo era tan pequeño la mayor parte de sus días los pasaba en un pueblo cercano llamado Vilablareix donde iba al cole y también empezó a jugar en el equipo de fútbol local. Me dijo que desde pequeño había destacado no solo por su gran habilidad de marcar goles a pesar de jugar como central, sino también por lo buen compañero que era.
—Cuando yo tenia unos 7 años en mi equipo había una niña que se llamaba Jana, como tú hermana, y tenía 6 años —me empezó a explicar—. Ella quería ser portera así que nuestro entrenador la puso en la portería en el siguiente partido, pero le marcaron un gol y se puso bastante triste. Yo fui corriendo a consolarla, le di un abrazo y le dije que no pasaba nada. A la siguiente jugada, nada más sacar de medio, me pasaron el balón y yo fui corriendo en dirección a la portería contrataría a marcar, y así fue. Corrí como nunca para celebrarlo con ella y los dos nos abrazamos mientras gritábamos felices. Desde ese día, nos hicimos mejores amigos pero cuando me fui a La Masía perdimos bastante el contacto y solo nos veíamos cuando volvía al pueblo por vacaciones.
Yo sonreía tiernamente mientras me contaba anécdotas de su infancia. Me encantaba que me dejara conocerlo a fondo.
—Así que siempre has sido así de mono —le dije aún sonriente.
—¿Te parezco mono? —me respondió con una sonrisa burlona.
—Desde que leí la nota de aquella servilleta —le aseguré.
—A veces pienso que hubiera pasado si nunca llegara a escribirla.
—Supongo que eso nunca lo sabremos —le dije, murándolo a los ojos.
—Gracias al Pau triste que decidió escribirle la nota a la chica con los ojos más tristes que jamás había visto —dijo riendo.
—Gracias a ese Pau —respondí yo también.
Después le empecé yo a hablar sobre mi vida. Le expliqué que había vivido en el barrio toda mi vida, aunque a veces no era el mejor ambiente. Le expliqué que mi padre era mecánico y mi madre se dedicaba a la limpieza en el colegio al que yo iba, el que más cerca quedaba de casa. Le expliqué como durante toda mi época escolar algunos de mis compañeros, cuyos padres tenían trabajos más "dignos", se pasaron toda mi infancia riéndose de mi y mis amigas, quienes también venían de familias como la mía. Le hablé de como no es fácil criarse en una ciudad tan grande, donde no tenías ningún tipo de libertad y encima en un barrio considerado peligroso. También le hablé de como durante toda mi vida he practicado baile y que lo tuve que dejar por el trabajo en la pizzería.
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Mírame - Pau Cubarsí
FanfictionÉl lo tiene todo. Ella nunca ha tenido nada. Lo único que tienen en común es una mirada triste que una noche cualquiera se cruzará por causalidad. Desde ese día no querrán dejar de mirarse nunca. Pero, las cosas nunca son lo que queremos, verdad?