Era fin de semana y Clara me pidió -ordenó- que limpiara la habitación de las gemelas, me dijo que parecía que un huracán entró y arrasó con todo. Planeaba avanzar con las tareas de la escuela, así que, decidí limpiar dándome prisa. Al ingresar a la habitación, noté que había mucha ropa sucia en el suelo y un aroma intenso a humanidad atrapado en el ambiente. Lo peor era que las sábanas de la cama tenían mucho tiempo de no haber sido cambiadas. Sin prestar mucha atención a lo que levantaba del suelo, eché la ropa sucia en un cesto, la llevé al cuarto de lavado y la puse a lavar en la moderna y cómoda lavadora. Pasé un par de horas limpiando, sacudiendo, aspirando y ordenando. Sabía que era tiempo perdido, se volvería a ensuciar. Las gemelas no se fijaban en el orden, no les importaba cosas tan sencillas como esa. Siempre hubo alguien que limpiara por ellas. Para qué se tomarían las molestias y el tiempo de procurar mantener su espacio limpio, si no sabían el trabajo y esfuerzo que conllevaba eso.
Mi madre solía decirme que mantener un espacio ordenado y limpio hacía que las ideas fluyeran mejor y la armonía también. Siempre tuvo la razón. Cavilé que tal vez si ellas aprendieran a ordenar su cuarto, también lo intentaría hacer con su vida.
Al final, cansado, me fui a mi habitación, estudié y avancé un poco con algunas tareas pendientes, pero ya no tenía la misma energía y concentración que al inicio del día. Decidí tomar una pequeña siesta.
Soñé con un frondoso árbol que dejaba caer, como si fuera una apacible lluvia, flores lilas en forma de campanas. En el aire se paseaba un aroma dulce a polen. Las manchas del sol producidas por el espeso follaje del árbol, se proyectaban en el suelo de manera ensoñadora. Lo más raro de mi sueño era que, descansaba en el regazo de alguien que no podía verle el rostro, era como si el pintor del sueño no hubiera terminado la pintura, dejando el rostro del joven difuso, sin facciones claras. Vestí el mismo uniforme del colegio. A pesar de que no era claro su rostro, me transmitía paz y una sensación de amor indescriptible, detrás de lo difuso, se encontraba una mirada fija en mí, lo sabía por la energía de esta, aunque no la viera, la sentía. Deseé quedarme para siempre en ese sueño de color ocre, junto con la extraña persona que consideraba conocer y sentir tanta afinidad. Sin embargo, percibí algo rasposo y húmedo en mi ojo, persistí en quedarme en mi fantasía, pero luego fue un tosco jalón de mechones el que me volvió a la realidad. Abrí los ojos, envuelto por una desolada sensación, perdí en sueños a alguien que no conocía, pero quería mucho y eso me rompía un poco el corazón. Diana estaba de pie al lado de mi cama. Asustado, me incorporé de un salto y me puse mis lentes. Miré su rostro, intentando adivinar por la expresión de este que emoción le cruzaba por la cara. Sus ojos irradiaban una energía demoníaca. Aquello me hizo recordar que en la antigüedad asociaban a los pelirrojos con el demonio, y Diana me daba motivos poderosos para creer que ella era uno.
—¿Qué sucede? —pregunté alterado.
No había hecho nada malo, pero por su manera de mirarme hacía que sintiera que cometí un delito grave.
—Me robaste —soltó de repente la acusación.
—Claro que no. —Fruncí el entrecejo, sentí baba en mi ojo, levanté mis lentes y me sequé con la manga de mi ropa—. ¿Me babeaste? —pregunté asqueado.
—Te quitaba la arena de los ojos para que despertaras. No importa y no cambies el tema... Tú fuiste el único que entró a mi habitación para limpiar. —Cruzó los brazos.
—No tomé nada tuyo, solo limpié y metí la ropa a la lavadora —expliqué.
—No te creo, siempre has estado de metiche en mi relación con el profesor, te robaste el dije que él me regaló.
—No quiero saber nada de él ni de ti, menos de su basura...
—¡Mientes! —gritó y sin dudar, comenzó a revisar mi habitación—. De seguro planeas robar todas las joyas de la casa para venderlas y huir con el dinero —inventó.
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El día a día de Samuel
Teen FictionVersión 2024 El día a día de Samuel (Cómo los gatos hacen antes de morir) La madre de Samuel murió y él se ha tenido que mudar. Todo lo que conocía desapareció. Ahora Sam deberá lidiar con la tristeza de perder a un ser amado, con un par de gemelas...