Pasarón los meses envueltos en la rutina que conocía; escuela, trabajo, pasar tiempo con las gemelas, estudiar, practicar, dormir agotado y despertar más cansado de lo que me fui a dormir. Diana dejó el violín, dijo que no era lo suyo. Sin embargo, no abandonó la música. Terminó siendo fiel a la guitarra. Ella dedicaba demasiado tiempo a practicar, más que al colegio, se desvelaba noches enteras aprendiendo a dominarla.
Era agradable escuchar resonar en el pasillo el sonido de una tímida y torpe guitarra. Diana repetía una y otra vez los ejercicios y las piezas musicales hasta dominarlas un poco más. También le gustaba componer y cantar.
Un día, mientras ordenaba su cuarto, la escuché cantar una de sus composiciones. Me sorprendió que no le diera pena mi presencia para cantar, y me admiró lo bien que lo hacía. Era dedicada y tenía mucho talento. No solo estaba influenciada por mí, también por la vieja guitarra de su padre, la que él usó para conquistar a su madre. No me atreví a preguntarle si quería enorgullecer a Burgos y por eso se esmeraba tanto. La verdad era que disfrutaba observarla.
Desde el sillón aterciopelado de su habitación, cerca del ventanal que daba vista al jardín, Diana terminó de escribir la letra de su canción, tomó la guitarra oscura en brazos y comenzó a practicar.
Su canción decía:
Nos decimos adiós,
hemos crecido y la vida nos cambió.
Todo parece diferente,
ahora tiene un color distinto a lo que veo.
Abrí los ojos y conocí un maravilloso mundo,
estoy despierta, en una realidad donde mi corazón
se emociona sin necesidad de tu amor.
Nos decimos adiós,
hemos crecido y la vida nos cambió.
No es definitivo, desde mi corazón te voy a recordar,
hasta el final de mis tiempos.
Adiós, adiós, adiós,
he crecido y he cambiado.
Dejé de tender la cama para observar de manera discreta a Diana. Movió ágilmente sus dedos entre las cuerdas y arpegió de manera armoniosa. Me pareció que se encontró a sí misma. Era un momento donde solo importaba el interior, mientras que el exterior perdía relevancia. Fue como ver el nacimiento de Venus. Diana parecía una musa con la guitarra entre sus brazos, algunos mechones de su cobrizo cabello le cubrían el brazo, haciéndole resaltar su piel delicada, la que parecía de perla. En su rostro había una paz envidiable. El sol que se filtraba por el ventanal acariciaba su rostro y arrancaba destellos dorados de su cobriza cabellera. Los rayos del sol parecieron ser los dedos escuálidos de algún dios tocando a su amada creación. Las pecas de su rostro eran como estrellas en un universo blanco. Vestía una bata negra con estampados de horóscopos que le cubría hasta las rodillas. No pude evitar analizarla y grabar aquel momento en mi memoria, porque me inspiró para hacer una nueva pintura, una que no hice por falta de tiempo. Era una imagen tan poderosa. Tomé una fotografía mental y volví a mis deberes.
—¡Diana! Te pusiste mi blusa —increpó Dana luego de entrar a la habitación e interrumpirla.
La magia del momento se esfumó en un grito.
—¿Y qué hay con eso? —preguntó fastidiada.
Diana dejó la guitarra, se levantó y tomó una postura defensiva.
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El día a día de Samuel
Teen FictionVersión 2024 El día a día de Samuel (Cómo los gatos hacen antes de morir) La madre de Samuel murió y él se ha tenido que mudar. Todo lo que conocía desapareció. Ahora Sam deberá lidiar con la tristeza de perder a un ser amado, con un par de gemelas...