—¡Samuel! —gritó Diana y tocó la puerta de mi habitación con cierta desesperación.
Me levanté de golpe, con el corazón latiéndome de manera intensa por el susto que me provocó su llamado. No había dudas, quería deshacer de mí de una forma u otra.
—Antes que nada, buenos días —dije en un cansado hilo de voz—. ¿Qué sucede, Diana? —pregunté tras abrir la puerta y salir.
Eran las cinco de la mañana, tenía los párpados caídos y el cuerpo me pesaba de lo cansado que me encontraba. La cabeza me daba vueltas y el oído me zumbaba un poco. No había dormido mucho por estar haciendo las tareas. Trabajar en la mansión no me dejaba tanto tiempo para atender mis pendientes escolares.
—Tuve una terrible pesadilla, me veía como mi madre y estaba embarazada. ¡Fue tan real! Que tuve que venir a verte para asegurarme de que no lo era —me soltó lo que le afligía.
Incliné la cabeza y luego miré incrédulo por un momento a la pelirroja pecosa, sentía que me hablaba en un idioma desconocido. Sí, había escuchado lo que dijo, pero mi cerebro no quiso entender del todo. Fruncí el ceño y pensé que Diana se había escapado de un manicomio.
—Ya entiendo, se te fue el sueño y por eso mismo vienes a quitármelo a mí.
—¡Samuel! —Jaló la manga de mi pijama—. Haz algo.
—Ni que fuera un hada madrina. Fue una pesadilla o tal vez un sueño premonitorio, algo que pasará por andar jugando con un señor casado.
—Tonto, así no es como debes actuar. —Cruzó los brazos y desvió la mirada, enojada—. Tienes que contarme algo bonito para que se me pase el mal sueño, no algo peor —susurró con un tono de voz mimado.
—¿Por qué no le pides eso a tu papá o al profesor? —le cuestioné irritado.
—¡No! ¿Eres tonto? Si sabe sobre mis pesadillas, él... me va a dejar por miedo a que se hagan realidad. Y mi padre... ni hablar. —Torció ligeramente la mueca.
No me pareció mala la idea de que ese abusivo la dejara. La miré, pensando en: sí, dile y que te deje para siempre, de paso salgo beneficiado, así ya no me chantajean por mi silencio.
—Un hombre que ama a una mujer no la dejará ni por una pesadilla. —Presté atención a los ojos llorosos de ella, no debí, me daba lástima con su mirada tierna—. Tranquila, solo fue una pesadilla, no es real. Puede ser que al profesor de ciencias le guste la idea de ser padre —dije sarcástico.
—No me haces sentir mejor. —Me sacó la lengua.
Vi su figura demoníaca alejarse y volví a mi cuarto, me pregunté qué había hecho de malo en la vida para terminar en una mansión de locos. Contemplé la pintura que estaba en el muro de mi cuarto, la que hice cuando mi madre aún vivía. Me daba paz verla. Era un bosque donde, en vez de troncos y arbustos, grandes tallos de girasoles coexistían con las nubes que surcaban el cielo, cubriendo los rayos del sol: era un bosque de gigantescos girasoles.
Intenté volver a dormir, pero no pude, me dieron ganas de pintar. Hacía mucho que no practicaba. Saqué uno de mis lienzos blancos y lo coloqué en mi viejo caballete polvoriento. Pensé en qué pintar, quería hacer algo hermoso. Por un momento, sin desearlo, se me cruzó por la mente el rostro de Diana. Pronto sería su cumpleaños, ellas no paraban de hablar sobre los regalos que esperaban recibir. Diana y Dana eran lindas, sí, tanto como confundidas y dañadas que estaban. Lo que me gustaba contemplar en ellas era su cabello cobrizo, bajo el sol se volvían hilos de fuego, y su tersa piel estaba salpicada con pecas que simulaban ser estrellas en un lienzo nacarado. Debo confesar que las pecas les otorgaban mucho encanto como ternura. A pesar de todo lo malo que hacían, sus pecados todavía no se proyectaban en su físico. Poseían un rostro que parecía cincelado, nariz fina, labios carnosos como rosados, y sus ojos eran joyas de ámbar. Las gemelas tenían una sonrisa despreocupada y angelical. Ellas disponían del privilegio de la belleza, y el del dinero, lo sabían, por eso hacían todo lo que se les antojaba y venía en gana.
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El día a día de Samuel
Genç KurguVersión 2024 El día a día de Samuel (Cómo los gatos hacen antes de morir) La madre de Samuel murió y él se ha tenido que mudar. Todo lo que conocía desapareció. Ahora Sam deberá lidiar con la tristeza de perder a un ser amado, con un par de gemelas...