ᴇsᴛʀɪ́ᴀs

127 13 0
                                    


Restregando sus ojos un par de veces para quitar de ellos todo rastro de cansancio acumulado; fijó su atención al espacio vacío al costado de la cama, dándose cuenta que hacía falta la presencia de Zoro.

No lo había sentido en toda la mañana, ni mucho menos se enteró desde cuándo se había levantado; pero al ser sábado por la mañana, supuso que estaría arreglando un par de cosas o algo por el estilo.

Oh eso pensó antes de notar el agradable aroma que comenzaba a circular dentro de la habitación.

Alguien estaba cocinando un par de panqueques y el podía suponer quién era.

Su barriga inconscientemente comenzó a rugir, exigiendo ser alimentado; volviéndose una necesidad imposible de ignorar.

Acomodándose sobre la cama, despejó un par de cabellos que se habían adherido a su frente; soltando un largo y somnoliento bostezo, fijó su atención en la pesada barriga que se extendía sobre sus muslos, viendo que fácilmente ya había superado el tamaño de una pelota de playa; era evidente la flacidez que había adquirido conforme pasó el tiempo.

Dándose cuenta que su pijama ya ni siquiera era de su talla; la redondez de su barriga era tan notoria que se asomaba por debajo de la tela; su camiseta se adhería a su cuerpo con fuerza y no tardaría en dejarle de quedar o inclusive en reventar.

Era curioso saber que tenía tendencia a almacenar grasa en el vientre.

Luchando por bajarse de la cama, podía escuchar el rechinar del colchón a causa de su propio peso; y para cuándo pudo ponerse de pie, sus mejillas ya habían enrojecido y una fina capa de sudor cubría su frente, haciendo que soltara un par de bocanadas de aire por culpa del esfuerzo ejercido.

Vaya que si había engordado.

Y al caminar solo se hacía más evidente cuán gordo se había puesto; pues con las piernas rozándose entre sí, al bajar las escaleras su barriga se sacudía de un lado a otro, y todo su cuerpo se veía tan flácido cómo si fuese un saco de gelatina; y para cuándo llegó al primer piso, tuvo que reponer el aliento y darse un poco de aire pues por culpa de su grasiento cuerpo, se sentía tan abochornado con solo ir de un piso a otro.

Pero eso no lo detuvo de seguir su andar, cuándo el aroma a comida se había intensificado, haciendo que su barriga rugiera con fuerza; dejándose guiar por el aroma a panqueques recién hechos, se percató que el aroma proveniente de la cocina era ocasionado por Zoro.

Siendo un gesto muy lindo de su parte, pues a esté no le gustaba cocinar

• ———————————————— (🍙)

- ¿Zoro?

Sobresaltado ante la mención de su nombre, giró la cabeza para encontrarse con su esposo parado justo detrás de él.

Vaya que Sanji era demasiado silencioso a pesar de tener el doble de su tamaño.

- Buenos días cocinero, espero que tengas hambre.

- ¿Qué es todo esto?

- Bueno, anoche noté que estabas muy cansado, así que decidí preparar el desayuno por hoy.

- Compraste el desayuno - señaló la cantidad de bolsas puestas sobre la mesa.

- Corrección, compré el desayuno y preparé unos deliciosos panqueques; aún que creo que están un poco quemados.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 18 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

𝐈𝐧𝐝𝐮𝐥𝐠𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora