ᴇᴊᴇʀᴄɪᴄɪᴏ

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Desde que iban en la preparatoria Zoro siempre había sido un apasionado a los deportes, le gustaba tener un vigoroso entrenamiento y practicar diversos deportes entre los que más destacaba era el kendo, por lo que gracias a ese estilo de vida el podía gozar de un cuerpo fornido y bien estilizado que impresionaba a otros estudiantes; aunque eso de tener una vida atlética había quedado en sus tiempos de juventud, pues tras haberse casado con Sanji no iba a negar que se dejó llevar por la vida de holgazanería, ya que muchas veces prefería utilizar ese tiempo para pasarlo junto con su esposo que mover su perezoso trasero del sofá, por lo que las consecuencias ante sus hábitos fueron inevitables.

Con vergüenza tuvo que admitir que se había dejado ablandar, sujetando la pequeña bola de grasa que se había formado en su abdomen, se puso tenso, aunque aún mantenía bastante músculo, ya no estaba tan marcado como antes, por lo que podía decir que estaba algo regordete, no tanto ya que aún podía cubrirlo bajo sus prendas, pero era evidente que si no hacía algo acabaría igual de gordo que Sanji.

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Atándose las agujetas de sus tenis, estaba decidido que hoy saldría a correr por lo menos unos 20 minutos, en su mente sonaba algo muy simple por lo que invitó a Sanji para que lo acompañase a hacer un poco de ejercicio, aunque claro este se negó rotundamente ante la propuesta pues el simple hecho de pensar que hace años que no salía a correr, comenzaba a fatigarlo, así que tuvo que persuadirlo, prometiéndole invitarlo a comer a donde el quisiera si lo acompañaba.

- Muy bien, ya estoy listo - De pie comenzó a inspeccionar el resto del departamento, pues no había señales de vida por parte del rubio - ¿Dónde se habrá metido ese cocinero?

Abriendo la puerta de su habitación, supuso que el rubio ya estaba listo desde hace rato, por lo que entró sin avisar, aunque la situación frente a él lo había dejado pasmado y con una molestia en sus pantalones; pues se encontraba el rubio vistiendo un conjunto deportivo de color azul que se adhería a cada centímetro de su cuerpo, remarcando lo rollizo que se había vuelto, ni siquiera supo cómo hizo para entrar en el, pues se veía que era 2 tallas más chico que su ropa habitual.

- Vaya cocinero, ¿acaso quieres dejarme con una erección tan temprano? - mencionó embelesado ante lo sexy que se veía su marido en esas prendas -
- C-cállate!.. - gritó agitado pues la situación lo comenzaba a excitar a él también - fue lo único que encontré para hacer deporte, hace mucho que no lo hago
- No te preocupes bebé cuando acabemos, te prometo llevarte a comer a donde tú quieras
- Más te vale, cabeza de musgo

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En el parque más cercano a su domicilio, se encontraban haciendo unos cuantos estiramientos para no lastimarse al correr, al ser algo tarde no había mucha gente merodeando a los alrededores por lo que podían enfocarse a lo que vinieron; tras pasar 10 minutos el rubio ya se encontraba jadeando y sudando pues la falta de condición lo hacía fatigarse más rápido , sumando el hecho de que tenía como 20 kilos más arriba de su peso normal, dificultándole la respiración.

- Bien! Vamos a empezar - motivado comenzó con un leve trote -

Empezaron bien, ya iban 8 minutos y habían podido dar algunas vueltas a la zona, se sentía un poco agitado pero no lo suficiente para cansarse, aun tenía ánimos de continuar, aunque tuvo que voltear en ocasiones a ver cómo se encontraba el rubio pues se había mantenido muy callado desde que comenzaron a trotar, algo muy raro en él; y es que aunque quisiera quejarse, estaba tan exhausto que solo podía jadear, con un fuerte color rojo inundando sus mejillas, Sanji trato de estabilizar su pulso cardiaco pero era inútil, sentía que su corazón saldría disparado de su pecho en cualquier momento, ni siquiera llevaban 10 minutos y él ya estaba bañado en sudor, no podía evitar pensar en que se veía ridículo.

𝐈𝐧𝐝𝐮𝐥𝐠𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora