Con la noche alcanzando su máximo apogeo, era común observar como los habitantes, se adentraban a sus viviendas marcando el fin de un exhaustivo día; con la disminución del ajetreo de las calles, la tenue luz que alumbraban los faroles públicos, penetraban las finas cortinas que cubrían torpemente las ventanas de aquella habitación.Recostados sobre su cama; desde que eran novios, Zoro tenía la costumbre de sujetar a Sanji de la cintura para lograr conciliar el sueño, algo que conforme paso el tiempo, se había formado cómo un pequeño hábito; todas las noches sin falta, antes de dormir abrazaba al contrario de la cintura hasta quedarse dormido.
Por lo que está noche no iba a ser la excepción; tomando al rubio de la cintura, lo atrajo hacia él con algo de dificultad, pues para este momento, el contrario ya había ganado bastante peso y era notorio cómo se había acentuado en sus curvas; recordando cómo hace apenas dos años, de recién casados, aún podía rodear a su pareja de la cintura gracias a su delgadez, pero ahora luego de haberlo sobrealimentarlo todo este tiempo, lo llevo a obtener un esposo completamente diferente al que conoció; con una enorme barriga colgando de sus costados, michelines brotando de su cintura y un enorme trasero, todo en él parecía haberse ensanchado después de largas y placenteras sesiones de relleno, que habían logrado aumentar tantos kilos en su marido, que ya no cabía en sus propios brazos.
Amasando con gentileza cada rollo que sus manos fueran encontrando, la calidez que emanaban era tan agradable, pues la suave piel de su marido y la flacidez de su barriga, le asemejaba a una gran pelota anti estrés; llegando a ser un buen método de relajación; sin poder rodear su cintura, a Zoro le parecía gracioso la idea de comparar a Sanji con un gran oso de felpa.• ———————————————— (🍙)
Apartando las manos de su barriga, con una gran sonrisa esbozada en su rostro, a Sanji le parecía un hábito muy tierno por parte de su marido, qué cada noche se tomará el tiempo de acariciar cada centímetro de su rollizo cuerpo, haciéndolo sentir amado; provocando en él una oleada de emociones, que le hacían recordar cuan enamorado se encontraba de su pareja, Roronoa Zoro.
Dándose la vuelta con bastante dificultad, por alguna razón, desde que su barriga comenzó a agrandarse y su peso a duplicarse, se sentía tan estimulado al notar cuán gordo se había vuelto con los años; sin importar las circunstancias, era evidente que su barriga empezaba a ser un impedimento para varias cosas, cómo en esté caso, el simple hecho de girar sobre la cama lo consideraba cómo una tarea tan extenuante, que al girar por completo terminaba siempre jadeando del cansancio.
- Mírate cejitas, te has puesto tan gordo qué el simple hecho de moverte hace que te quedes sin aliento - sonriendo maliciosamente, era tan placentero mirar a su marido tan vulnerable al lado suya.
- Cállate, aún no estoy tan gordo - jadeando; un fuerte sonrojo inundó sus mejillas al renegar sobre las afirmaciones dichas por el contrario; pues seguía manteniendo su orgullo al margen y no admitiría en voz alta las consecuencias de su glotonería.
- Jaja, lo qué tu digas cocinero.
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Finalizando con su breve charla, abrieron paso a que el silencio se plantara por toda su habitación; en un silencio que más allá de incómodo, los hacía sentir calmados y adormecidos; contemplando cada detalle del rostro ajeno, Zoro amaba observar cómo la grasa se había abultado en las mejillas del rubio, dándole una apariencia más risueña y juvenil; mientras que por su parte, Sanji amaba contemplar el rostro varonil de su marido quién aún con el paso de los años, seguía sin perder su encanto.
- Eres tan lindo - alzando una de sus manos, aparto el fleco que cubría la mitad del rostro de Sanji, sin saber el por qué esté, se esmeraba tanto en ocultar sus grandes ojos color zafiro - déjame verte.
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𝐈𝐧𝐝𝐮𝐥𝐠𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚
Fiksi PenggemarHistorias zosan 🟡༝꙳⋆ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴏ fᴇᴇᴅᴇʀɪsᴍ⋆꙳༝🟢 Las imágenes utilizadas no son de mi autoría