Capítulo 37

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La tensión en el coche se puede cortar con un cuchillo

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La tensión en el coche se puede cortar con un cuchillo. Dante conduce en silencio casi una hora, Luka tiene la vista fija al frente, en la carretera y a mi no me quedan uñas de arañarlas en los asientos de cuero.

Me muevo incómoda, me duele tanto la espalda que no se que postura adoptar aquí sentada, apenas puedo moverme y estoy empezando a jadear por el esfuerzo de aguantar la compostura.

—¿Te duele? —mi marido me mira por el espejo retrovisor, atento a mis movimientos, pero su voz no me trasmite nada de confianza, es fría y distante al igual que sus ojos negros.

—No —me inclino hacia delante, apoyando la frente en el respaldo del asiento que tengo delante, rodeando mi vientre con mis brazos, aliviando el peso de mi lumbar, negándome a ser una carga.

—Para en el siguiente pueblo —Luka vuelve hablar, y la temperatura del coche baja casi diez grados. —Hace más de ocho horas que ha tomado el último analgésico —le hace señas con la mano, para que coja la siguiente salida.

Un bache al salir de la carretera me hace retorcerme de dolor cuando mi columna vertebral bota sobre la tapicería y me encojo más sobre mi misma, aguantando el llanto en silencio, dejando salir las lagrimas por mis mejillas, retorciendo la tela del camisón entre mis dedos.

—Joder —Dante frena un poco el coche, mirándome preocupado, dejando a un lado su enfado. —Conduce tú —aparca, y se baja, entrando conmigo en la parte de atrás.

Me levanta entre sus brazos sin esperar una respuesta de Luka, que obviamente se sube al volante, siguiendo el camino hasta el pueblo. Dante me acuna en su pecho, sentándome sobre sus piernas, teniendo cuidado de no hacerme más daño, acariciando mi piel en círculos sobre mi lumbar, aliviando la presión de mi espalda.

Dejo salir el aire de mis pulmones cuando siento su calor envolviéndome, cuando siento su tacto sobre mi piel, cuando siento sus labios besar mi cabeza. Cierro los ojos, dejándome mimar por el hombre que amo, respirando su aroma, a sudor y sangre que tan loca me vuelve.

—Te quiero —susurro.

—Hablaremos luego —sus labios me besan en la frente, frío, distante y una lágrima escapa por mi ojo derecho, tragando saliva con dificultad.

Lleva la camisa por fuera del pantalón por la pelea, sus puños están magullados y aún tiene algo de sangre en el rostro. Pero no me importa, me abrazo a su cintura inhalando en su cuello y lo oigo exhalar el aire en una gran bocanada, agitándome en su pecho.

Creo que me he dormido porque cuando abro los ojos, hay una bolsa de papel junto al asiento y una botella de agua. Me agito lo suficiente para abrir los ojos y Dante alarga la mano para sacar las pastillas.

Me abre la botella de agua y me la ofrece junto a la comprimido para el dolor. Que trago sin esfuerzo, desesperada porque me haga algo de efecto cuanto antes.

Secretos con el señor de la mafia (+18) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora