❝ En medio del Torneo Mundial de los Magos, Livia Krum, una joven rebelde y decidida a forjar su propio destino, llega a Hogwarts con un solo objetivo: ganar. Pero sus planes cambian cuando conoce a Pansy Parkinson, una chica que representa todo lo...
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El amanecer trajo consigo una niebla ligera que cubría los terrenos de Hogwarts, creando una atmósfera casi irreal mientras caminaba hacia el Gran Comedor. La primera prueba había pasado, pero su sombra aún se cernía sobre todos nosotros. El frío aire matutino me ayudaba a despejar mi mente, pero no podía evitar sentir que algo dentro de mí estaba cambiando, algo que no lograba identificar del todo.
Cuando entré en el comedor, el bullicio habitual me recibió. Los estudiantes charlaban animadamente sobre la primera prueba, especulando sobre lo que vendría después. Me dirigí hacia la mesa de Ravenclaw, pero mis ojos recorrieron instintivamente la mesa de Slytherin, buscando una figura específica, aunque no quería admitirlo.
Pansy estaba allí, con su habitual expresión altiva, pero había algo diferente en ella hoy. Nuestras miradas se cruzaron por un breve segundo, y una chispa de tensión recorrió mi cuerpo. Había algo en esa chica que me hacía sentir incómoda, algo que despertaba una vulnerabilidad que no reconocía en mí misma. Sabía que era peligrosa, que no era alguien en quien confiar, pero al mismo tiempo, había algo en ella que me atraía, una fuerza que no podía ignorar.
Me senté con mis compañeros, tratando de enfocar mi atención en la conversación que se desarrollaba a mi alrededor, pero mis pensamientos seguían volviendo a Pansy. Era como si ella estuviera siempre en el borde de mi conciencia, una sombra que no podía sacudirme. A pesar de su actitud fría, había visto destellos de algo más en sus ojos, algo que me hacía preguntarme si había más en ella de lo que mostraba al mundo.
El desayuno transcurrió sin incidentes, pero la sensación de inquietud persistió. No podía dejar de pensar en cómo Pansy había estado observándome desde nuestra llegada a Hogwarts, siempre desde la distancia, pero con una intensidad que me ponía los nervios de punta. ¿Qué quería de mí? ¿Por qué parecía tan interesada en mis movimientos?
Después del desayuno, decidí dar un paseo por el lago. El agua estaba tranquila, reflejando el cielo gris sobre nosotros. Me senté en una roca cercana, permitiendo que el silencio me envolviera. Pero no duró mucho. Escuché pasos detrás de mí, y cuando me volví, allí estaba ella.