❝ En medio del Torneo Mundial de los Magos, Livia Krum, una joven rebelde y decidida a forjar su propio destino, llega a Hogwarts con un solo objetivo: ganar. Pero sus planes cambian cuando conoce a Pansy Parkinson, una chica que representa todo lo...
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E
l aire fresco de la mañana me golpeaba; era el aire de otoño. Ver el pasto perfectamente cortado y bien cuidado me provocaba una calma inusual. Aún era temprano; el sol apenas coloreaba el horizonte y el castillo de Hogwarts dormía en un silencio pacífico. Sin embargo, mi mente estaba lejos de la tranquilidad que ofrecía el paisaje.
Las palabras de Livia resonaban en mi mente como un vinilo rayado, un eco persistente que me perseguía en cada momento, como una ola golpeando la arena. Pero tenía que concentrarme; al menos solo por hoy, debía apartar a Livia de mis pensamientos y dejar en claro quién era la reina de este campo.
Mi escoba ahora sería mi lugar seguro, el lugar donde ni ella podría derrumbar mi castillo, a menos que empezara desde los cimientos. Cuando llegué al campo, ella ya estaba en su escoba; ni siquiera notó mi presencia, su mirada continuaba en el horizonte mientras el sol salía. Ella era como un ave perteneciente a su escoba y al cielo. Pero no era un ave pacífica...
Me subí a mi escoba y me acerqué cuidadosamente.
—Livia —dije. Ella giró la cabeza con sorpresa. Pero después de unos minutos se recompuso y tomó postura, pasando de estar erguida a estar completamente derecha.
—Parkinson, pensé que no llegarías y que te habías arrepentido —respondió, sonriendo con malicia. Sus ojos brillaron ferozmente, como si se tratara de un reto.
—Jamás, solo en tus sueños, en tus más sucios y retorcidos sueños me dejaría ganar por ti —dije. Me reí por lo bajo y ella solo sonrió, como si estuviera dispuesta a seguir con esto.
—Nunca digas nunca, Parkinson. No sabes qué puede pasar. Eso solo lo sabe el destino.
Nos elevamos en el aire. El viento despeinaba mi cabello, pero no me importaba. En esos momentos, solo existía el cielo y la libertad que traía consigo. Livia volaba a mi lado, sus movimientos seguros, su presencia constante. Nos movíamos como si fuéramos una sola unidad, nuestros cuerpos en sincronía mientras practicábamos maniobras y juegos aéreos.
No pude evitar sentir una extraña conexión con ella mientras volábamos. A pesar de las diferencias, de la tensión que siempre parecía estar presente entre nosotras, había algo en Livia que resonaba en mí. Era como si, en el aire, pudiéramos ser sinceras la una con la otra, sin las barreras que la vida en tierra firme nos imponía.