❝ En medio del Torneo Mundial de los Magos, Livia Krum, una joven rebelde y decidida a forjar su propio destino, llega a Hogwarts con un solo objetivo: ganar. Pero sus planes cambian cuando conoce a Pansy Parkinson, una chica que representa todo lo...
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Otro maldito evento, maldita sea. A este punto podría simplemente volver a casa. Mi casa, eso era mejor que esto: tranquilidad, un chocolate caliente y recostarme junto a Bigotes. Eso era lo que anhelaba más que nada. Tal vez unas copas de vino no me caerían mal, en vez de estos jugos agrios que servían. Necesitaba tirarlo, así que me escapé, excusándome con que iba al baño.
Caminé por un sendero mientras la noche se desplegaba hermosa, con un cielo perfectamente estrellado. Sumi. Era un dolor constante. Tendría que dejar de evitar hablar con ella. O tal vez esto sería un ciclo interminable.
A lo lejos noté una figura. Su vestido revoloteaba con el aire junto con su cabello.
Reconocería esa silueta donde fuera. Lo más interesante era la botella de champaña que sostenía en una mano y la copa en la otra.
—Pensé que jamás llegarías aquí… —dijo, balbuceando. Era evidente que ya no estaba en sus cabales. Su voz se quebró un poco antes de añadir—: Sabes, quiero hacerte una pregunta.
Se giró hacia mí, con las mejillas ligeramente enrojecidas por el alcohol. Bebió el último sorbo de su copa y se limpió las gotas que caían por su boca con un movimiento abrupto.
—¿Por qué no puedes simplemente elegirme y dejar de dudar, Livia? ¿Por qué soy tu segunda opción? ¡Maldita sea, ¿por qué?!
Su voz se quebró al final, y por un momento, la altiva Pansy Parkinson parecía rota, vulnerable.
—Pansy, no es tan simple —respondí en un susurro, aunque sabía que la excusa era débil. No podía sostener su mirada, porque sabía que en el fondo tenía razón.
—¿No es tan simple? —repitió, con una risa amarga mientras daba un paso más cerca. La champaña en la botella se agitó, pero ella no parecía notarlo—. Claro que es simple, Livia. Yo te elijo. Siempre lo he hecho. Pero tú… tú siempre tienes un pie fuera de todo.
—Eso no es justo.
—¿Justo? —Su voz subió de tono, aunque seguía siendo un susurro contenido, casi desgarrador—. ¡Lo que no es justo es que me hagas creer que esto significa algo cuando siempre vuelves a tu lugar seguro!