❝ En medio del Torneo Mundial de los Magos, Livia Krum, una joven rebelde y decidida a forjar su propio destino, llega a Hogwarts con un solo objetivo: ganar. Pero sus planes cambian cuando conoce a Pansy Parkinson, una chica que representa todo lo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Salí de la biblioteca con la cabeza dando vueltas, y el frío del pasillo no ayudaba a calmar el fuego que ardía en mi pecho. "No hagas que esto sea más difícil de lo que ya es." Las palabras de Pansy seguían atormentándome. ¿Qué era exactamente "esto"? ¿Lo que había entre nosotras? ¿O era solo una forma de protegerse?
Necesitaba aire.
Bajé rápidamente las escaleras hacia el patio principal, esperando que el cielo abierto me aclarara las ideas. Allí estaba Killiam, apoyado despreocupadamente contra una de las columnas, moviendo una ramita entre los dientes como si fuera un verdadero filósofo contemplando los misterios del universo.
—Tardaste más de lo que esperaba —dijo sin siquiera mirarme.
—¿Perdón? —respondí, cruzándome de brazos.
Él se encogió de hombros, soltando la ramita con una sonrisa perezosa. —Cuando dijiste que ibas a la biblioteca, asumí que no saldrías viva después de enfrentar a Parkinson. ¿Qué pasó esta vez? ¿Me estoy perdiendo algo emocionante?
Rodé los ojos, aunque una sonrisa casi se escapó de mis labios. Killiam siempre tenía esa habilidad de hacerme bajar las defensas. —Nada pasó.
—Oh, claro, porque tú siempre pareces una bomba a punto de explotar cuando “nada” pasa.
Me dejé caer en el banco de piedra a su lado, dejando salir un suspiro. Killiam me conocía demasiado bien como para que pudiera mentirle.
—Es complicado.
—Eso dices siempre que se trata de ella. —Se giró hacia mí, sus ojos brillando con algo entre curiosidad y diversión. —Pero, ¿sabes qué creo? Tú te lo complicas sola.
—No es tan sencillo, Killiam.
Él rió entre dientes y se sentó junto a mí, con una confianza casi molesta. —Nada en tu vida es sencillo, Livia. Pero para eso estoy yo, ¿recuerdas? Alguien tiene que mantenerte cuerda entre tanto drama.
—¿Mantenerme cuerda? —repliqué, levantando una ceja. —Tú eres la persona menos cuerda que conozco.
—Exactamente —respondió, señalándome con un dedo como si acabara de demostrar un punto crucial. —¿Ves lo indispensable que soy?