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Felix se acurrucó en la silla reposera del balcón

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Felix se acurrucó en la silla reposera del balcón.

Si quería seducir a Minho, lo último que debía hacer era parecer demasiado accesible, demasiado ansioso de estar con él.

Por eso había decidido subir a su habitación antes de ir a la piscina. Conocía a Minho lo suficiente como para saber que tenia que mantener distancia, mas sabiendo lo que aun provocaba en él.

La suave brisa que llegaba del mar le recordó una noche que hicieron el amor, el año que Minho compró la casa en los Hampton.

A Felix le preocupaba que los vecinos pudiesen verlos, pero él le aseguró que era imposible porque los muros eran demasiado altos.

Felix miró el libro que había dejado sobre la mesa, una típica novela romántica en la que llevaba un par de días intentando concentrarse... Sin conseguirlo. No porque no fuese una buena novela, sino porque le resultaba difícil leer una fabulosa historia de amor cuando la suya iba tan mal.

En lugar de seguir con el libro decidió cerrar los ojos e imaginar su propia historia de amor, con Minho y él como protagonistas.

Su relación había sido muy romántica al principio, especialmente el primer año, cuando Minho no quería apartarse de él ni un segundo y pasaban la mayor parte del tiempo en la cama.

Lo emocionaba como ningún otro alfa y en cierto modo estaba convencido de que ningún otro podría hacerlo nunca.

Desde el día que se conocieron había surgido algo entre ellos, algo natural e instintivo. Felix llego a creer que si eran «Predestinados», su Omega se lo decía y el también lo sentía, antes.

Incluso le sorprendió ser capaz de leer su papel durante la prueba para la película. Aquel día, por primera vez en su vida, había descubierto lo que era desear a un alfa.

Había conseguido el papel porque Minho había visto algo en Felix y, aunque la tentación de convertirse en su pareja era grande, decidió que su relación sería exclusivamente profesional durante el rodaje de la película.

Y así se mantuvo él, fue difícil porque Minho parecía interesado en él. Y él simplemente no se lo creía. Minho lo seducía incluso sin intentarlo, la filmación había sido todo un reto. Y no se refería a lo profesionalmente.

Pero empezaron a salir juntos en cuanto terminó el rodaje. Minho lo había llevado a su restaurante favorito, una simple cafetería donde servían unas hamburguesas estupendas, y esa noche su destino quedó sellado.

Salieron a citas varias veces y en navidad le pidió que fueran pareja oficial, como alfa y omega, después se encargarían de otros temas como «la mordida».

Los medios de comunicación se habían hecho eco de la relación porque Minho era un alfa solterón empedernido que había jurado no tener pareja oficial nunca, mucho menos enlazarse y Felix era el omega que le había robado el corazón.

Incluso llegaron a decir que su enlazamiento tenía más posibilidades de éxito que cualquier otro en Hollywood.

Pero se habían equivocado.

Casi cinco años después allí estaban, como tantas otras parejas de Hollywood, sin unión y culpándose el uno al otro por lo que había pasado.

Felix respiró profundamente, calmando sus hormonas.

No quería pensar en la soledad y la pena que lo habían envuelto cuando decidió romper con él.

Aunque para entonces ya tenía éxito como actor, como omega se sentía fracasado al no haber podido competir con un alfa adicto al trabajo.

Y había perdido algo más que un alfa, pensó entonces.

Minho era un amigo y amante increíble, era la pareja perfecta para él y simplemente no había podido contra algo tan simple como su trabajo.

Soltó un suspiro tratando de olvidarse de ese tema pero entonces uno mas doloroso llego a su mente.

También había perdido el hijo que esperaban. Si el embarazo hubiera seguido adelante, su cachorro tendría ahora cuatro meses...

Felix tuvo que parpadear para contener las lágrimas. Siempre quería recordar las cosas buenas de su matrimonio, lo bien que se llevaban al principio, cuánto reían juntos, cómo respondía a sus caricias... Y esa mirada de Minho cuando quería hacer el amor.

Había visto ese mismo brillo en sus ojos durante la cena y su cuerpo había respondido como siempre. Habría sido tan fácil sentarse sobre su regazo enterrar la cara en su cuello, para que el pudiera disfrutar su olor, esperando que lo besara.

Los besos de Minho eran increíbles. Felix aun podía recordar el beso que le dio en la carpa.

Tenía la satisfacción de saber que lo deseaba, aunque era lo bastante adulto como para admitir que también lo deseaba de vuelta.

Pero lo que debía hacer era excitarlo mientras contenía su propio deseo. Ése era su plan y no pensaba caer en su propia trampa.

Pero no había nada malo en dejarse llevar por los recuerdos mientras estaba en una reposera, la brisa del mar acariciando su piel. Los recuerdos eran más seguros que la realidad. Con los ojos cerrados, recordó la noche que Minho y el habían salido al balcón, desnudos y excitados, con una sola cosa en mente.

Volvían de un partido de polo y apenas tuvieron tiempo de llegar al dormitorio, quitándose la ropa por la escalera. Minho lo había tomado en brazos para llevarlo al balcón y aún recordaba cómo latía su corazón entonces... Como en aquel mismo instante, al recordarlo.

 Como en aquel mismo instante, al recordarlo

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Still mine [Minlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora