"Lee Minho era de los que nunca jugaban limpio, en especial cuando se trataba de Felix, su ex omega.
Pero cuando Felix se mudó al otro lado del país, lo persiguió, dispuesto a recuperar su amor... por todos los medios posibles."
•Omegaverse.
•Minho...
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Minho, apoyado en la puerta del dormitorio, miró alrededor.
Lo último que había esperado era que Felix dijese que lo amaba y en cuanto pudo escapar de su lado lo hizo.
Debería haberle dicho que también él lo amaba pero, por alguna razón, no había sido capaz.
Aunque lo amaba. Pero si se lo hubiera confesado en ese momento, seguramente no habría podido parar.
Saber que seguía queriéndolo después de haber pedido la separación, después de estar un año sin dirigirse la palabra era más de lo que podía soportar y tenía que calmarse un poco antes de abrirle su corazón y decirle lo horrible que había sido su vida sin él.
Incluso con los reporteros molestándolos cada vez que salían de casa, aquella semana había sido como cuando empezaron a salir juntos. Pero él sabía que se estaban quedando sin tiempo y debían hablar.
Ese mismo día, lo llevaría a dar un paseo por la playa y por fin se dirían lo que tenían que decirse el uno al otro.
De modo que abrió un cajón de la mesita para buscar sus gafas de sol, pero cuando iba a cerrarlo vio algo al fondo.
Era la funda de un DVD, con una etiqueta que decía «Para mi alfa» y con la fecha del día que debía haberse encontrado con Felix en España.
Sorprendido, sacó el DVD del cajón y, después de meterlo en el reproductor, se sentó al borde de la cama.
Sonrió al ver a Felix mirando a la cámara, a él, retándolo a descubrir su secreto, como si fuera un juego. Las únicas pistas eran un plato y un reloj. Luego iba añadiendo más pistas, como un tarro de mantequilla de maní.
Minho seguía riendo cuando, de repente, se quedó sin aire al ver un biberón y un babero. Con manos temblorosas, subió el volumen del televisor mientras Felix sonreía a la cámara.
—Muy bien Hoonie. Como eres un alfa muy listo, seguro que ya sabes cuál es mi secreto. ¡Vamos a tener un bebé! Por eso quería que vinieras a Barcelona.—
—Oh por dios.— Murmuró Minho.
¿Felix había estado embarazado?
¿Qué carajos había pasado?
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